La fiesta se la juega en Las Ventas
No hay duda. La fiesta de los toros se la juega en Madrid. La feria de San Isidro se ha erigido en su rev¨¢lida m¨¢s exigente por obra y gracia de la crisis econ¨®mica y la decadencia del propio espect¨¢culo. El futuro depender¨¢ en gran manera de que la plaza de Las Ventas hierva como anta?o y recupere la emoci¨®n perdida en un momento en que los antitaurinos sacan pecho y la fiesta parece noqueada en medio de un proceloso mar jur¨ªdico y pol¨ªtico, atacada por distintos frentes, y presa de la permanente desuni¨®n de sus protagonistas.
La fiesta de los toros no ser¨¢ la misma si el largo ciclo vente?o ¡ª26 corridas de toros, cuatro espect¨¢culos de rejoneo y cuatro novilladas¡ª recobra el aliento y el protagonismo que nunca debi¨® perder. Por el contrario, pensar¨¢ en tirar la toalla si las ferias de la Comunidad, San Isidro y del Arte y la Cultura no son capaces de concitar la atenci¨®n de los muchos aficionados que acudir¨¢n a la plaza, recelosos ante un porvenir escaso de alegr¨ªas.
De momento, la Comunidad de Madrid y la empresa de la plaza han decidido retar a la crisis con un abono que mantiene el n¨²mero de festejos de a?os anteriores, en el que la cantidad supera con creces a la calidad y todo queda al azar de lo que salga por los chiqueros y permita el deseado triunfo de toreros y ganaderos.
Firme es la apuesta de los gestores; arriesgada, tambi¨¦n; m¨¢s cercana, en pura teor¨ªa, a los dineros que a los previsibles ¨¦xitos, y apoyada, sin duda, en el singular atractivo de una plaza como la de Madrid, barata si se la compara con el resto de las ferias importantes, y a la que afluyen espectadores de todo el pa¨ªs de paso por la capital.
No hay toreros de inter¨¦s para tantos carteles; no hay toros para un ciclo tan exigente, y, a la postre, cada vez son menos los aficionados que se acercan a las taquillas para tentar la suerte de una tarde emocionante.
Los taurinos son los primeros que no parecen dispuestos a dar un paso al frente para salvar la fiesta. Prueba de ello es que solo un torero, Alejandro Talavante, se encerrar¨¢ con seis toros de la ganader¨ªa de Victorino Mart¨ªn, lo que le ha convertido en el protagonista indiscutible de la feria madrile?a.
El resto de las figuras se esconde en carteles c¨®modos para lidiar hierros comerciales; tal es el caso de Morante de la Puebla, anunciado tres tardes, y de Manzanares, en dos; y los hay que prefieren la ausencia, como El Juli, que se queda fuera de la feria por segundo a?o consecutivo, o el caso m¨¢s llamativo de Jos¨¦ Tom¨¢s, que no pisa el ruedo madrile?o desde su apote¨®sico triunfo de 2008, o Enrique Ponce, quien, en tiempo de retirada, prefiere no hacer un alto en la calle de Alcal¨¢.
La feria de San Isidro cuenta con siete, ocho, quiz¨¢ nueve, carteles rematados, de verdadero inter¨¦s sobre el papel; una mayor¨ªa de combinaciones que ocupan toreros que despiertan escaso inter¨¦s y que dif¨ªcilmente ascender¨¢n de nivel, y algunas ternas de nombres desconocidos a las que se les ofrece una oportunidad mil veces so?ada y a las que solo la casualidad le permitir¨¢ amortizar la cara o cruz que ya les contrae el cuerpo.
Toros hay para todos los gustos. Otra cosa es que respondan a las expectativas y necesidades.
Lo dicho: un San Isidro m¨¢s largo de lo que aconsejan las circunstancias; de su ¨¦xito o fracaso depender¨¢ el futuro. Casi nada¡
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