Muere Jes¨²s Franco, s¨ªmbolo del cine como juego y arrebato
Ha fallecido en M¨¢laga a los 82 a?os. Recibi¨® un Goya de Honor en 2009
¡°Esta es una historia contada por un idiota, lleno de ruido y furia, que no tiene ninguna importancia¡±, recita Antonio Mayans, uno de los actores fetiche de Jes¨²s Franco, en pleno arrebato pol¨ªglota de variantes de la cita shakespeariana, al final de Al Pereira vs. Alligator Ladies, el testamento cinematogr¨¢fico del cineasta, que lleg¨® a los cines, en distribuci¨®n limitada, el pasado 22 de marzo. Al fondo de la escena, un grupo baila ca¨®ticamente. Sigue bailando incluso despu¨¦s de que se apague el fondo musical y la voz del director haya pronunciado un casi inaudible ¡°?corten!¡±. La c¨¢mara se mueve hasta mostrar a un Jes¨²s Franco a la izquierda del plano, que, tras disculparse con sus actrices, suelta un ¡°Bueno¡ ya est¨¢¡± antes de un corte a negro que ya va a resultar definitivo. Al Pereira vs. Alligator Ladies es una obra capaz de lograr que lo que hoy se entiende por una pel¨ªcula low cost parezca, por comparaci¨®n, un trabajo sobre-producido: tambi¨¦n es el testimonio de que Franco, fallecido hoy en M¨¢laga a los 82 a?os debido a un ictus, ha seguido jugando y divirti¨¦ndose hasta el final, logrando una s¨ªntesis crepuscular de su mitolog¨ªa, hecha de apropiaciones (los ecos residuales de Fu-Manch¨²), autoconciencia (el efecto Meninas de determinadas escenas y ese Al Pereira ¡ªpersonaje que encarn¨® el propio cineasta en Dowtown (1975)¡ª reconvertido en carcamal moralista), erotismo deconstruido y, sobre todo, un placer entendido como principio rector. Y, tambi¨¦n, Al Pereira vs. Alligator Ladies demuestra que, en la vida de Jes¨²s Franco, ha habido ruido y furia hasta el final, aunque, de idiotez, m¨¢s bien poca.
Jes¨²s Franco falleci¨® en la cl¨ªnica Pascual de M¨¢laga, donde fue ingresado el pasado mi¨¦rcoles tras sufrir un ictus. Jes¨²s Franco, fragmentos de una filmograf¨ªa imposible fue el elocuente t¨ªtulo del completo homenaje que le dedic¨® la Cinemateca Francesa en 2008, meses antes de que nuestra Academia de Cine reconociera su laber¨ªntica e inabarcable trayectoria con un Goya de Honor. Etiquetas como la de rey de la serie B o inventor del cine casposo jam¨¢s podr¨¢n hacer justicia a la letra peque?a de una filmograf¨ªa que, entre dobles versiones y montajes diversos para distintos mercados, rebasa los doscientos t¨ªtulos.
Su opera prima, Tenemos 18 a?os (1959), fue un film manifiesto en el que ya se encontraba en potencia toda su po¨¦tica: el gusto por la promiscuidad multigen¨¦rica y un irreverente esp¨ªritu pop que recorr¨ªa por primera vez el cine espa?ol. Heredero local de esa mirada surrealista que detectaba en los g¨¦neros populares la fuerza transgresora de la libertad y el deseo ¡ªy, por tanto, directo ancestro de la cinefagia antijer¨¢rquica de un Quentin Tarantino que siempre ha confesado admirarle¡ª, Franco fue capaz de citar a Louis Feuillade en una pel¨ªcula con Lina Morgan ¡ªVampiresas 1930 (1962)¡ª, de sentar las bases del erotizado fant¨¢stico europeo de los a?os 60 y 70 ¡ªGritos en la noche (1962)¡ª, de remezclar escenas en blanco y negro de La ¨²ltima noche del Titanic (1958) de Roy Ward Baker con tomas a color de un orientalizado Christopher Lee, operando en su base secreta, en la inolvidable El castillo de Fu Manch¨² (1969) ¨Cdonde el mentado castillo era, por cierto, el Parque G¨¹ell de Barcelona- y, con la complicidad de Jean-Claude Carri¨¨re, de convertir a Eddie Constantine, tan s¨®lo un a?o despu¨¦s de que Godard reformulara su imagen en Alphaville (1965), en eco de Anacleto ¡ªel agente secreto creado por su querido Manuel V¨¢zquez¡ª en Cartas boca arriba (1966).
Andale audiovisual
El tr¨¢gico fallecimiento de Soledad Miranda en accidente automovil¨ªstico reforz¨® la aureola de culto de Las vampiras (1971), pel¨ªcula que contiene la esencia del Franco m¨¢s arrebatador, capaz de transformar una pel¨ªcula de g¨¦nero en un hipn¨®tico poema de amor fou. De la mano de la que fuera su gran musa, Lina Romay, el director sigui¨® indagando por esos territorios en trabajos tan inclasificables como La Comtesse Noire (1973), que reivindicaban un territorio de ambig¨¹edad entre el juego con los arquetipos del cine de horror y una poes¨ªa atmosf¨¦rica, progresivamente desligada de lo narrativo.
La reciente edici¨®n en DVD de Vampir Cuadecuc (1971), el poema/ensayo en im¨¢genes que rod¨® Pere Portabella durante la realizaci¨®n de El conde Dr¨¢cula (1970) de Jes¨²s Franco, da buena fe de la condici¨®n fronteriza de un creador cuya profunda cultura cin¨¦fila no le impidi¨® comprometerse con los g¨¦neros m¨¢s desamparados de prestigio. Memorias del t¨ªo Jess, su libro autobiogr¨¢fico publicado en 2004, dejaba claro que el fulgor de este ni?o eterno que decidi¨® ser el Coyote, que aprendi¨® a sacar ideas de las piedras de la mano de Orson Welles y que nunca se libr¨® de ser tratado con condescendencia por sucesivas formas de papanatismo cin¨¦filo, no hubiese cabido ni en dos millares de p¨¢ginas.
Babelia
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