Noches leyendo a James Salter
En pocas p¨¢ginas, en una trama simple que se desliza hacia lo vergonzoso y lo atroz, el autor trata de frente la muerte, el deseo y la traici¨®n
Hace dos semanas no hab¨ªa le¨ªdo nada de James Salter ni recordaba siquiera haber o¨ªdo o le¨ªdo su nombre y hoy estoy intoxicado por su literatura. En el peri¨®dico he rastreado una entrevista con ¨¦l que public¨® hace a?os Jacinto Ant¨®n y cr¨ªticas de sus libros y declaraciones de entusiasmo de Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu y de Marcos Ord¨®?ez. He le¨ªdo su entrevista en la Paris Review de los a?os noventa y he vuelto a buscarla y a leerla en Internet despu¨¦s de haber terminado una tras otra las dos primeras novelas de Salter que han ca¨ªdo en mis manos, Light Years y A Sport and a Pastime. En mitad de esas lecturas he ido a la librer¨ªa de mi barrio a proveerme de otros libros suyos como quien almacena v¨ªveres. Compr¨¦ un volumen de memorias, Burning the Days. Un amigo me escribi¨® para recomendarme su libro de cuentos Last Night, y para alertarme sobre el ¨²ltimo, el titulado as¨ª. Tiene unas pocas p¨¢ginas y se lee en menos de diez minutos. Corta el aliento desde el principio y en la ¨²ltima p¨¢gina depara una descarga el¨¦ctrica. Termin¨¦ de leerlo y volv¨ª al principio, a las primeras l¨ªneas de transparencia enga?osa. En esas pocas p¨¢ginas, en una trama simple que se desliza hacia lo vergonzoso y lo atroz, Salter trata de frente la muerte, el deseo y la traici¨®n. Last Night es ese cuento que uno da a leer de inmediato a la persona querida, urgi¨¦ndole a dejar de lado cualquier otra tarea; el cuento que si uno lo lee estando a solas quiere leer por tel¨¦fono a alguien, o tiene la tentaci¨®n de contar en voz alta, como contaba de ni?o en el patio de la escuela una pel¨ªcula a la ma?ana siguiente de verla.
¡®Last Night¡¯ es ese cuento que uno da a leer de inmediato a la persona querida, urgi¨¦ndole a dejar cualquier tarea
Alguien nos hab¨ªa recomendado el a?o pasado Light Years. Uno llega a veces por caminos raros a los libros. Deb¨ª de guardar la novela en la estanter¨ªa y me olvid¨¦ tan por completo de ella que cuando di con ella un poco al azar hace menos de dos semanas no ten¨ªa la menor idea de c¨®mo hab¨ªa llegado hasta all¨ª, tan intruso el libro como el nombre del autor entre los libros familiares de la biblioteca. Quer¨ªa leer algo y no sab¨ªa qu¨¦. Quer¨ªa algo de un autor que no me fuera conocido y que no tuviera que ver con mis obligaciones de lectura. Por el aspecto exterior del libro y el resumen de la contraportada imagin¨¦ que iba a encontrar una historia entre de John Cheever y Richard Yates. La falta absoluta de informaci¨®n previa tiene sus ventajas. Demasiadas veces llega uno a los libros, como a las pel¨ªculas, sabiendo demasiado de antemano; sabiendo, sobre todo, en qu¨¦ medida es conveniente que algo le guste o no, atravesando una confusi¨®n de ecos que no le dejan escuchar bien y con sus propios o¨ªdos, mirar y ver con sus propios ojos. El envoltorio de la promoci¨®n, las entrevistas con el autor, nuestros prejuicios a su favor o en su contra, interfieren en el encuentro con la obra. Rara vez vuelve a ser uno el lector ad¨¢nico que descubri¨® un d¨ªa, como si iluminara con una linterna el interior de la c¨¢mara sellada en la que reluce de pronto un tesoro inexplicable, Cien a?os de soledad o El astillero o Santuario, por citar tres de los libros que me sobresaltaron con la impresi¨®n de lo completamente nuevo, aquello que nada previo me hab¨ªa ense?ado a esperar. Como escuchar por primera vez Abbey Road o A Night in Tunisia; como abrir por curiosidad en el instituto el manual de literatura de un curso por encima del m¨ªo y encontrar de golpe La aurora de Nueva York de Federico Garc¨ªa Lorca.
A Garc¨ªa Lorca lo cita Salter en su entrevista de la Paris Review. Se acuerda de dos adjetivos que est¨¢n juntos en el Romance de la luna, ¡°l¨²brica y pura¡± ¡ªla luna que ¡°ense?a l¨²brica y pura / sus pechos de duro esta?o¡±¡ª. Quer¨ªa que fuera as¨ª la escritura de A Sport and A Pastime, una novela en la que, dice Salter, le era preciso describir ¡°cosas que eran, en un cierto sentido, indecibles, y al mismo tiempo irresistibles¡±. El relato del erotismo en esa novela es tan poderoso que puede hacerle a uno no prestar la suficiente atenci¨®n a su sutileza constructiva. El hilo principal tarda muchas p¨¢ginas en revelarse. Salter no tiene miedo de ofrecer al lector una novela que durante los primeros cap¨ªtulos no se sabe bien hacia d¨®nde va, y en la que los protagonistas s¨®lo muy lentamente empiezan a perfilarse entre una variedad confusa de personajes epis¨®dicos retratados siempre con una exacta concisi¨®n. Como en El Gran Gatsby, la historia la cuenta en primera persona alguien que est¨¢ cerca de los hechos pero tambi¨¦n, dolorosamente, fuera de ellos, una de esas personas apocadas y fantasiosas que s¨®lo parecen vivir plenamente imaginando las vidas de otros, cumpliendo a trav¨¦s de ellos los deseos y las enso?aciones que les est¨¢n vedados. En A Sport And a Pastime Salter logra lo que parece imposible, y de hecho casi siempre lo es: la dulzura expl¨ªcita del sexo limpia de groser¨ªa, la sugesti¨®n de lo secreto y lo sagrado que ocurre entre dos amantes en el interior de una habitaci¨®n, lo que es indecible y tambi¨¦n irresistible, la mutua entrega y la desverg¨¹enza amparadas tras la veladura del pudor.
Quer¨ªa algo de un autor que no me fuera conocido y que no tuviera que ver con mis obligaciones de lectura
A Sport and a Pastime transcurre en Francia, entre el principio de un oto?o y el del verano siguiente, en una Francia en blanco y negro de hoteles y caf¨¦s en ciudades de provincias que le hace a uno acordarse, por su sentido del erotismo y la agudeza de la observaci¨®n, de las pel¨ªculas coet¨¢neas de Fran?ois Truffaut. Light Years sucede entre Nueva York y una casa de campo en el curso alto del Hudson. La perfecci¨®n de esos d¨ªas en los que parece que el tiempo se remansa, que casi llega a detenerse, como el mismo r¨ªo Hudson cuando la marea est¨¢ alta, el agua quieta como la de un lago, es el contrapunto del otro flujo invisible que no se detiene nunca, el que ni los ojos ni el cerebro humano est¨¢n equipados para advertir en presente, la juventud que se est¨¢ transformando a cada segundo en madurez, la sombra de una rama que se est¨¢ moviendo como una aguja de reloj sobre la hierba en la inmovilidad del mediod¨ªa, la ilusi¨®n que se degrada en tedio, el amor que est¨¢ empezando a ser minado por la indiferencia. La apariencia naturalista de los di¨¢logos encubre una concisi¨®n afilada de poes¨ªa. Cada comparaci¨®n, cada met¨¢fora, iluminan la conciencia de los personajes y los pormenores del mundo visible con el chasquido exacto de un disparo fotogr¨¢fico. El estilo deslumbra y sin embargo es sigiloso, como una lente poderosa y limp¨ªsima.
Qu¨¦ importancia puede tener una literatura que no induzca al insomnio y no nos deje en un estado de vehemencia parecida a la fiebre. Estuve leyendo Light Years a lo largo de toda una noche y s¨®lo cuando alc¨¦ los ojos tras la ¨²ltima p¨¢gina me di cuenta de que hab¨ªa empezado a amanecer.
Libros de James Salter editados en Espa?a. A?os luz (El Aleph, 1999); Anochecer (El Aleph, 2002); Juego y distracci¨®n (El Aleph, 2002); Pilotos de caza (El Aleph, 2003); En solitario (El Aleph, 2005); La ¨²ltima noche (Salamandra, 2006); Quemar los d¨ªas (Salamandra, 2010).
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