Los a?os que vivimos dalinianamente
Ante esta colecci¨®n caer¨¢s en que por m¨¢s que hayas visto a Dal¨ª, ha sido poco
Consider¨¢bamos a Dal¨ª como un fabuloso ¡°enterteiner¡±, porque le debemos muchas horas de diversi¨®n, leyendo Mi vida secreta, S¨ª a Ruman¨ªa o El mito tr¨¢gico del ?ngelus de Millet, hojeando sus cat¨¢logos, recordando alguna de sus performances o sus ocurrencias, axiomas y aforismos. Por ejemplo, sobre la exigencia de ser absolutamente modernos: ¡°?Qu¨¦ hay de nuevo? ?Vel¨¢zquez!¡±. O sobre Picasso: ¡°Picasso es espa?ol, yo tambi¨¦n; Picasso es un genio, yo tambi¨¦n; Picasso es comunista, yo tampoco¡±. O sobre el simbolismo de sus relojes blandos: ¡°Lo importante no es que sean duros o blandos sino que den la hora exacta¡±.
Pero pasan los a?os y ya es obvio que ¨¦l es algo m¨¢s que pura diversi¨®n y excelencia artesanal, excelencia de oficio. Pues si solo hubiera sido un sujeto muy divertido y un punto kitsch, Duchamp, que seg¨²n general acuerdo fue la inteligencia m¨¢s percutante del siglo XX (por lo menos en lo relativo al arte), no lo hubiera celebrado y reconocido como artista del futuro, al tiempo en que postergaba al otro gran pintor espa?ol de su tiempo a la categor¨ªa de Artista del pasado.
Digo que el Dal¨ª divertido, desenvuelto, caradura, ligero, iconoclasta, caprichoso y reaccionario (entrabas en su casa de Port Lligat y lo primero que ve¨ªas, sobre el oso disecado, era el rostro apol¨ªneo y vagamente triste de Jos¨¦ Antonio), que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, sol¨ªa parecernos lo ¨²nico considerable en ¨¦l, y as¨ª, por ejemplo, aunque venerases a Mondrian como los mel¨®manos veneran a Bach ¡ªese rigor, esa alegr¨ªa, esa gravedad¡ª no se te caer¨¢n los anillos en el Reina Sof¨ªa viendo el primer videoclip de un pintor, donde Dal¨ª destruye a bastonazos y, con la agudeza verbal y el histrionismo espectacular del que ten¨ªa el ¡°copyright¡±, ridiculiza un ¨®leo de su aborrecido Pietr Mondrian, mientras grita ¡°?Piet, Piet, Piet, Piet, Piet Piet, NIET1...!¡±, para, acto seguido telefonear a uno de sus coleccionistas y venderle por tel¨¦fono un ¨®leo¡
Pues todo es broma. Muy divertido, s¨ª, y adelantado a su tiempo, s¨ª¡ Pero observando con detenimiento tan selecta colecci¨®n, caer¨¢s en que por m¨¢s que le hayas visto, a Dal¨ª le has visto muy poco; caer¨¢s en que no hace falta absolver de nada a ¡°ese cabr¨®n facista¡± con la excusa de sus realizaciones, pues precisamente sus realizaciones son ¨¦l. ?l, lo que te fascina y te repele. ?l era su personaje, y precisamente por eso pod¨ªa pintar tan bien y como le daba la gana.
O sea que el arte contradictorio de Dal¨ª es mucho m¨¢s que la diversi¨®n caracter¨ªstica de aquellos a?os sesenta y primeros setenta en los que ¡ªcomo siempre pasa en Espa?a¡ª, por encima o por debajo de la severidad represiva oficial, cada uno, en su ¨¢mbito privado y al amparo del cinismo de la autoridad y la magn¨ªfica indolencia del vecindario, hace m¨¢s o menos lo que le da la gana, y en la playa o en la fiesta cualquiera es Dal¨ª.
No s¨®lo ver¨¢s la maravillosa factura, no s¨®lo su temprana y c¨¦lere degluci¨®n de las Vanguardias para articular un lenguaje de signos con el que puede aludir a todo lo que le atormenta. No s¨®lo la destrucci¨®n, por la blasfemia, del filiste¨ªsmo. Sino tambi¨¦n el terror subyacente a tan precisa diversi¨®n: el terror en sus innumerables variaciones sobre el complejo de Edipo; el terror de la guerra, de la bomba at¨®mica y la fisi¨®n nuclear; de las intuiciones cu¨¢nticas y solipsistas; del mundo y del Yo que se duplican como imagen especular¡ Y todo ese terror maravilloso del siglo XX, conjurado y cosificado por una t¨¦cnica ultraexigente: diversi¨®n y terror caracter¨ªsticas de los a?os que ¡ª?te acuerdas? ?Siempre es as¨ª!¡ª vivimos dalinianamente.
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