El toro es el dios
Sali¨® el toro, de arm¨®nicas hechuras, astifino, mirada penetrante, fiero y agresivo, soso y blando tambi¨¦n, desconcertante y dificultoso, y la plaza vibr¨® como en las mejores tardes.
Escolar / Rafaelillo, Roble?o, Aguilar
Toros de Jos¨¦ Escolar, excelentemente presentados, desiguales en los caballos, blandos, sosos, fieros y dificultosos. Varios fueron aplaudidos en el arrastre.
Rafaelillo: estocada que asoma (silencio); pinchazo y estocada ¡ªaviso¡ª (silencio).
Fernando Roble?o: ¡ªaviso¡ª, gran estocada (gran ovaci¨®n); estocada ca¨ªda (silencio).
Alberto Aguilar: estocada ¡ªaviso¡ª (gran ovaci¨®n); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio).
Plaza de Las Ventas. 12 de mayo. Cuarta corrida de feria. Casi lleno.
Es que el toro es la esencia, el fundamento, el dios de este espect¨¢culo. Sale el toro y palpita el coraz¨®n, la sensibilidad brota a flor de piel, te olvidas del vecino y de los problemas cotidianos.
El toro requiere toda la atenci¨®n para gozar, sufrir y disfrutar con las excelencias de un animal ¨²nico, irrepetible, poseedor de un misterioso mapa gen¨¦tico que permite que una lucha heroica con un ser humano pueda seguir teniendo sentido en pleno siglo XXI.
Los toros de Jos¨¦ Escolar no eran artistas, ni tontos, ni colaboradores, sino gladiadores, competidores, cuajados de las cualidades y defectos que dan pleno sentido al toro de lidia. Dificultosos todos ellos, duros de pelar, prontos a la hora de acometer a los caballos, pero de desigual bravura; listos y ¨¢speros. El toro de juego variado, pero siempre peligroso, que ha dado y sigue dando sentido a esta fiesta.
El toro es el dios y ayer qued¨® demostrado de nuevo. Impone respeto, veneraci¨®n y orgullo. Qu¨¦ pena que hoy solo se valore el medio toro, el artista, el colaborador, el enfermo o el supuestamente drogado; qu¨¦ pena que a los h¨¦roes de carne y hueso que se enfrentaron a los toros de ayer se les mida con el mismo rasero del toreo moderno, tan artista como decadente.
Ovaci¨®n y pitos
Gran tarde de las cuadrillas: J. J. Esquivel pic¨® muy bien al cuarto; destacaron en banderillas Joselito Rus, Jos¨¦ Mora, Pascual Mellinas y Rafael Gonz¨¢lez.
Algunos espectadores confunden griter¨ªo con exigencia y no supieron valorar el esfuerzo de los toreros.
Quiz¨¢ por eso, ayer no hubo trofeos ni triunfos clamorosos. La plaza not¨® la diferencia y se emocion¨® con ella, pero las faenas de Rafaelillo, Roble?o y Aguilar no son las que prometen orejas. Una pena, porque los tres, cada cual en su medida, ofrecieron la dimensi¨®n de una torer¨ªa sin igual, valientes a carta cabal, inteligentes y pundonorosos, a sabiendas de que el m¨¢s m¨ªnimo error, y aun sin este, les llevar¨ªa a la enfermer¨ªa.
Deslucido, peligroso y aplomado fue el primero de la tarde, que radiografi¨® de arriba abajo el menudo cuerpo de Rafaelillo mientras lanzaba mort¨ªferos tornillazos al aire. Noble y soso, sin confianzas, fue el segundo. Acudi¨® presto en varas el tercero, flaque¨® de las manos y derroch¨® soser¨ªa en el tercio final. Espectacular fue el cuarto en el caballo. Sali¨® suelto en el primer envite, galop¨® desde lejos y cabece¨® en el segundo y acudi¨® de nuevo por tercera vez. Se vino arriba en banderillas y lleg¨® a la muleta con agresividad, hasta que comprendi¨® que, adem¨¢s de muleta, hab¨ªa un hombre a su lado y prefiri¨® mirarlo con modos poco amistosos. Cumpli¨® el quinto en el picador y miraba por encima del hombro a Roble?o, y otro noble soso fue el sexto, que derrib¨® a Aguilar en un tropiezo y se lo qued¨® mirando, sorprendido, mientras el torero daba vueltas sobre s¨ª mismo para poner tierra por medio entre los dos.
No hubo ni una vuelta al ruedo; incluso, sonaron protestas contra los toreros al considerar algunos que no estaban a la altura de las circunstancias.
Los tres se?ores que se vistieron de luces son toreros de los pies a la cabeza
Opinar es libre, pero la realidad no tiene m¨¢s que un camino. Los tres se?ores que ayer se vistieron de luces son toreros de los pies a la cabeza; y no solo ellos, sino todas las cuadrillas, que destacaron tanto a pie como a caballo.
Con estos toros no son posibles las filigranas, sino la valent¨ªa sin cuento que pusieron sobre el ruedo vente?o Rafaelillo, Roble?o y Aguilar. Hombres de la zona media del escalaf¨®n, escasamente considerados por los aficionados artistas, porque tienen la mala suerte de haber nacido en una ¨¦poca en la que el ballet se considera m¨¢s que la lidia aut¨¦ntica ante un toro de verdad.
Quede, al menos en esta p¨¢gina, constancia de la admiraci¨®n y el respeto que merecen toreros como los de ayer, que salen airosos de compromisos tan exigentes, y a¨²n deben escuchar comentarios de desaprobaci¨®n.
Rafaelillo recibi¨® a su primero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y aguant¨® estoicamente los derrotes de un toro aplomado, muy deslucido que lo buscaba sin disimulo. El torero decidi¨® cuidarse, como es l¨®gico, y a la hora de matar se sali¨® de la suerte y la estocada hizo guardia, lo que quiere decir que asomaba por el lomo del animal, lo que es cosa fea. Con muchos pies acudi¨® el cuarto a la muleta en los primeros compases, con una codicia repetidora que hac¨ªa albergar grandes esperanzas en su comportamiento; pero pronto se desinfl¨® y todo qued¨® en una inesperada frustraci¨®n.
Muy torero comenz¨® Roble?o su faena de muleta al segundo, por bajo, con la rodilla genuflexa, en muletazos largos. Pero el animal no admit¨ªa confianza, y la labor fue de m¨¢s a menos, con altibajos, entre un toro soso y noble y un torero decidido. Alguien dijo en el tendido, quiz¨¢ con toda la raz¨®n, que el Roble?o en plenitud de otra ¨¦poca hubiera ofrecido otra imagen y se habr¨ªa ganado una oreja.
Quiz¨¢, porque qued¨® en el ambiente la duda sobre la verdadera convicci¨®n del diestro. Lo mat¨® de un estoconazo, y a punto estuvo de ser arrollado por el toro en su hu¨ªda. Nada pudo mejorar en el quinto, muy complicado. Quiz¨¢ fue Alberto Aguilar el mejor parado de la tarde por su extraordinaria disposici¨®n y af¨¢n de triunfo. Exquisito fue su quite por chicuelinas ante el segundo de la tarde. Muy torero ante su primero, cruzado siempre, metido entre los pitones, arranc¨® meritorios muletazos por ambas manos, y lo mat¨® de una excelente estocada. Encomiable, tambi¨¦n, su actuaci¨®n ante el soso sexto, con el que no pudo brillar.
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