Un precioso tr¨¢iler

A pesar de que pueda haber obras cuyo proceso de producci¨®n sea casi tan importante como su contenido, al espectador quiz¨¢ se la traiga al pairo si la pel¨ªcula ha costado mucho o poco dinero, si han tardado cuatro d¨ªas o cuatro a?os en hacerla, o si la ha pagado el Estado, un fulano o un mont¨®n de fulanos. Al final lo esencial es si el precio invertido en la entrada ha merecido la pena. En El cosmonauta, indudablemente uno de esos casos, ambas cuestiones pueden acabar retroaliment¨¢ndose en cualquier comentario, sobre todo por el primer pensamiento que surge tras verla: estos j¨®venes son unos artistas para las ventas y la producci¨®n, y Nicol¨¢s Alcal¨¢ tiene capacidad visual, pero el talento narrativo es casi invisible.

Ponerse a escribir una buena historia parece mucho menos tangible y bastante m¨¢s dif¨ªcil a¨²n que reunir el dinero. En la pel¨ªcula hay una apreciable idea que cabe en una sinopsis (un cosmonauta ruso consigue regresar a la Tierra cuando se le da por perdido, pero encuentra un planeta desierto y sin vida), con un desarrollo cojitranco en su estructura no lineal, y contenido m¨¢s bien vacuo. Sin ritmo interno, monocorde dentro de su multiplicidad de escenarios, y con una m¨²sica grandilocuente que pocas veces confluye bien con las im¨¢genes en su tono, El cosmonauta, eso s¨ª, tiene unas potent¨ªsimas y muy meritorias im¨¢genes aisladas, perfectas para vender un tr¨¢iler. El problema es que lo que hay que vender ahora es una pel¨ªcula.