Otto Muehl, el pintor que amaba la provocaci¨®n
Miembro del accionismo austriaco, pas¨® siete a?os en la c¨¢rcel por pr¨¢cticas ped¨®filas en la comuna que fund¨®
El artista austriaco Otto Muehl (Grodnau, Austria, 1925), uno de los mayores exponentes del rupturista movimiento art¨ªstico conocido como accionismo austriaco, falleci¨® el domingo en Portugal a los 87 a?os. Muehl escandaliz¨® con sus pr¨¢cticas sexuales en las comunas que fund¨® y dirigi¨®, una de ellas en la isla de La Gomera. Amante de que sus bofetadas a los biempensantes alcanzaran la m¨¢xima resonancia, las transgresiones de Muehl fueron admiradas en el plano art¨ªstico pero tambien le valieron siete a?os en la c¨¢rcel por pederastia.
Junto a Rudolf Schwartzkogler, Hermann Nitsch o G¨¹nter Brus, Muehl fue uno de los exponentes del accionismo austriaco, vanguardia art¨ªstica que tiene sus ra¨ªces ¨²ltimas en el devastado panorama de la posguerra centroeuropea. En su rechazo al mundo burgu¨¦s que hab¨ªa soltado a los perros de la guerra, los accionistas aspiraban a quebrar cualquier c¨®digo y convenci¨®n, haciendo del cuerpo del artista y sus funciones eje de sus composiciones. Con sus esculturas de chatarra y collages a base de materiales de desecho, Muehl se hizo un lugar destacado en el movimiento.
Pero el artista austriaco quiso dar una vuelta de tuerca m¨¢s al rupturismo accionista. En una antigua finca denominada Friedrichshof, junto a la frontera con Austria, fund¨® en 1972 una comuna a la que bautiz¨® como Organizaci¨®n de An¨¢lisis de la Acci¨®n (AAO, por sus siglas alemanas).
En ella se experimentaba con las drogas y la libertad sexual, se aspiraba a dinamitar los lazos familiares tradicionales, se pretend¨ªa abolir la propiedad colectiva y se fomentaba la creatividad. El colectivo lleg¨® a reunir unas seiscientas personas de una docena de pa¨ªses. Seg¨²n quienes acababan apart¨¢ndose de aquella especie de secta antirreligiosa, la comunidad era gobernada por Muehl con un autoritarismo que contradec¨ªa todas las directrices libertarias en las que aseguraba inspirarse.
En 1991, un tribunal vien¨¦s sentenci¨® a M¨¹hl a siete a?os de c¨¢rcel por abusos sexuales, inducci¨®n al consumo de drogas y manipulaci¨®n de testigos. En la c¨¢rcel, imparti¨® clases de pintura a un grupo de condenados por asesinato y sigui¨® creando obras cada vez m¨¢s agresivas, presididas por expl¨ªcitas escenas sexuales y escatol¨®gicas, y en las que se lanzaba a la yugular de instituciones como la Iglesia o cualquier tab¨² que se pusiera a tiro.
Muehl equiparaba el impacto er¨®tico de sus pinturas con los frescos de Miguel ?ngel; le complac¨ªa compararse con artistas que hab¨ªan ca¨ªdo en la locura, como Van Gogh, o que hubieran sido estigmatizados socialmente, como Egon Schiele, tambi¨¦n acusado de pederastia. El mayor coleccionista privado de las obras de este ¨²ltimo, el vien¨¦s Rudolf Leopold, fue igualmente quien reuni¨® el mayor n¨²mero de pinturas de Muehl.
En 1998, al salir de prisi¨®n tras cumplir ¨ªntegra su condena, Muehl se instal¨® en una filial de la comuna de Friedrichshof: la finca de El Cabrito, una antigua plantaci¨®n de pl¨¢tanos de 320 hect¨¢reas en la isla canaria de La Gomera. Al cabo de un par de a?os, los antiguos ac¨®litos de Muehl se hartaron de su arbitrario mentor y lo defenestraron. Junto a unas docenas de fieles, Muehl busc¨® refugio en el Algarve portugu¨¦s, donde han transcurrido sus ¨²ltimos lustros.
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