Quemadura de la venganza
Louise Erdrich, la voz literaria de los indios norteamericanos, vive en una reserva La violencia contra las mujeres recorre una obra literaria calificada como ¡°deslumbrante¡± La injusticia, la venganza y el paso del tiempo marcan 'La casa redonda', su nueva novela
Cuando el pasado mes de noviembre Louise Erdrich (Minnesota, 1954) se subi¨® al escenario para recibir el National Book Award a la mejor obra de ficci¨®n del a?o habl¨® de la resistencia y el estado de gracia que caracteriza a las mujeres indias norteamericanas, dijo que La casa redonda (Siruela) trata sobre una inmensa injusticia que recorre todav¨ªa hoy las reservas indias y pronunci¨® unas palabras en ojibwe, el idioma de sus antepasados. Con esta novela, la n¨²mero 14 de su carrera, Erdrich se impuso a Junot D¨ªaz y Dave Eggers, y con ella ha cerrado una trilog¨ªa que incluye Plaga de palomas, calificada de ¡°deslumbrante obra maestra¡± por Philip Roth y finalista del Premio Pulitzer en 2009.
Pensar en Erdrich simplemente como la principal voz literaria india norteamericana ser¨ªa reduccionista. Decir que su novela es una denuncia de las sistem¨¢ticas violaciones que sufren las mujeres en las reservas (seg¨²n un informe de 2009 de Amnist¨ªa Internacional, que cita como ep¨ªlogo al final del libro, una de cada tres padecer¨¢ esta violencia sexual y el 86% de los ataques se producen a manos de hombres que no pertenecen a la comunidad) obviar¨ªa la fuerza de esta obra de ficci¨®n en la que a partir de un universo muy concreto se aborda la iniciaci¨®n en el violento mundo adulto de un cr¨ªo furioso y desconcertado. Joe y su padre arrancan las ra¨ªces de un ¨¢rbol que ataca los cimientos de la casa al comienzo de la novela y en esa imagen dice Erdrich que se sostiene su libro, en ¡°la inmensa dificultad de enderezar un mal de ra¨ªz¡±. De la mano de este muchacho, Erdrich teje una historia de familia, de amistad, de pasado y presente. Por medio de la ficci¨®n recorre la fina l¨ªnea que delimita un espacio pol¨ªtico, y dota de un eco de denuncia ancestral a esta aventura tr¨¢gica.
Poeta, cuentista, autora de cinco libros infantiles y tres de no ficci¨®n, esta escritora tambi¨¦n es propietaria de la librer¨ªa Birchbark Books, especializada en literatura indio-norteamericana. No ha prestado sin embargo demasiada atenci¨®n a los c¨ªrculos literarios tradicionales. Vive en una reserva. Es la mayor de siete hermanos, su abuelo materno fue jefe de la tribu ojibwe, ¡ªuna de las seis originales de Estados Unidos¡ª en Turtle Mountain, el mismo lugar donde ella imparte un taller literario junto a una de sus hermanas cada verano. Su padre, de ascendencia alemana, y su madre daban clases en el internado que el Bureau for Indian Affairs cre¨® en Dakota del Norte. El cuento con el que debut¨® a principios de los ochenta, The best fisherman in the world (¡°El mejor pescador del mundo¡±), acab¨® por convertirse en el primer cap¨ªtulo de su primera novela Filtro de amor, con la que se alz¨® con el Premio Nacional de la Cr¨ªtica en 1984. Erdrich form¨® parte de la primera promoci¨®n mixta de la Universidad de Dartmouth y all¨ª conoci¨® a su futuro esposo, Michael Dorris, su primer agente, con quien firm¨® a medias una novela y, seg¨²n ella ha reconocido, con quien mantuvo una complicada relaci¨®n literaria.
Puede que en el fondo yo sea un chaval de 13 a?os. Joe me enganch¨® tanto que me ha costado soltarle, le echo de menos
Juntos tuvieron tres hijas, que se sumaron a la familia que Dorris hab¨ªa formado al adoptar a tres ni?os indios americanos. Uno de sus hijos muri¨® a los 21 a?os en un accidente de coche. Los otros dos denunciaron por abusos a Dorris en un caso que acab¨® por cerrarse tras el suicidio del escritor en 1997, dos a?os despu¨¦s del divorcio de Erdrich. Ella tuvo otra hija y, como explica en las notas que cierran la novela, mientras escribi¨® La casa redonda padeci¨® un c¨¢ncer. La entrevista se realiza v¨ªa correo electr¨®nico y Erdrich en sus respuestas da una vez m¨¢s muestras de su talento para el di¨¢logo escrito.
PREGUNTA. ?Es cierto que su padre, cuando era ni?a, le daba un centavo por cada historia que escrib¨ªa? ?De qu¨¦ trataban esos relatos?
RESPUESTA. Mis primeros cuentos eran sobre ni?as con incre¨ªbles talentos ocultos. Viv¨ªan en casas exageradamente decoradas con objetos del mejor gusto que pod¨ªa imaginar; enormes pianos y camas con dosel. Mi padre me pagaba y yo usaba ese dinero para comprar helados de polo con sabor a fruta.
P. ?Y qu¨¦ le¨ªa?
R. Cualquier libro que cayera en mis manos. Hab¨ªa una biblioteca en el pueblo y all¨ª encontr¨¦ mis primeros libros favoritos: Colmillo blanco, de Jack London, y Rebeli¨®n en la granja, de George Orwell.
P. Joe, el protagonista de La casa redonda, tiene 13 a?os. ?A esa edad hay diferencias muy marcadas entre lo que un ni?o o una ni?a pueden hacer en una reserva?
R. Puede que en el fondo de mi coraz¨®n yo sea un chaval de 13 a?os. Joe me enganch¨® tanto que me ha costado soltarle y le echo de menos. Envidiaba la libertad que tienen los chicos, pero tambi¨¦n les compadec¨ªa. Crec¨ª en los a?os de la guerra de Vietnam. Mi padre luch¨® en la Segunda Guerra Mundial. Ser llamado a filas y que te forzaran a ir a la guerra me parec¨ªa la cosa m¨¢s aterradora que le pod¨ªa pasar a una persona. As¨ª que siempre contempl¨¦ con horror ese potencial destino.
P. Joe parece impaciente por entrar en el mundo adulto; impaciente, asustado y resuelto y confundido. ?C¨®mo fue el reto de habitar la voz de un muchacho adolescente? ?Contar esta historia a trav¨¦s de esta ¨²nica voz fue una decisi¨®n consciente?
R. Result¨® ser un personaje m¨¢s poderoso de lo que imaginaba en un principio. Muchos de mis otros libros est¨¢n escritos desde varios puntos de vista, pero no pod¨ªa soltar a Joe. No pod¨ªa dejar de ser un chico de 13 a?os y de hecho lo encontraba profundamente liberador. No sent¨ªa que hubiera ninguna otra forma posible de contar esta historia. No pod¨ªa contarla desde el punto de vista de Geraldine, o del juez. Ten¨ªa que ser Joe porque solo ¨¦l ten¨ªa el peso emocional que yo necesitaba, solo ¨¦l ten¨ªa el coraje de pensar en venganza. En mi mundo, los chicos son muy protectores con sus madres. Pens¨¦ en mis hermanos y en mis sobrinos. Son feroces en la defensa de sus madres. Otra raz¨®n por la que necesitaba a un chico es porque son ellos quienes se meten en problemas. Hacen cosas rid¨ªculas. Tienen ideas locas. Les he visto, les he estudiado, como todas las mujeres hacen, para sobrevivir y porque este comportamiento temerario nos llena de desesperaci¨®n.
La escritura es una manera de cavar m¨¢s hondo, de pensar m¨¢s profundo, en este mundo amenazado
P. ?Cu¨¢nto tiempo trabaj¨® en el libro?
R. Escrib¨ª el libro en el espacio de cuatro a?os, probablemente. Trabajo simult¨¢neamente en varios libros, as¨ª que me resulta dif¨ªcil calcular cu¨¢nto me ha llevado cada uno. A veces incluyo material que he tenido escrito durante 20 a?os. Tengo relatos de hace d¨¦cadas en los que a¨²n estoy trabajando, tratando de que funcionen.
P. ?De qu¨¦ van los talleres de la Turtle Community College en los que participa con su hermana?
R. Son importantes porque los hacemos en la lengua ojibwe, un idioma que est¨¢ en peligro de extinci¨®n. Los talleres son bastiones de pensamiento en un mundo cada vez m¨¢s superficial. Tenemos cada vez m¨¢s y m¨¢s maneras de comunicarnos de forma superficial, y sin embargo la necesidad de hablar de forma m¨¢s profunda est¨¢ dentro de nosotros. La escritura es una manera de cavar m¨¢s hondo, de pensar m¨¢s profundo, de sentir m¨¢s hondo en este mundo amenazado.
R. Sus padres trabajaban en un internado del Bureau of Indian Affairs. ?Contempl¨® seguir sus pasos?
R. Quer¨ªa prestar un servicio a mi gente de alguna manera. El arte es un servicio, pero al antojo del artista. Una contradicci¨®n.
P. ?Sigue escribiendo poes¨ªa?
R. La poes¨ªa escribe al poeta, y uno no tiene elecci¨®n en este asunto. ?ltimamente s¨ª estoy escribiendo poes¨ªa. El movimiento entre prosa y poes¨ªa rige mi trabajo, no tengo opci¨®n sobre si escribo una cosa u otra. El trabajo mismo lo escribe.
P. Plaga de palomas y La casa redonda est¨¢n conectadas. Los padres de Joe aparecen en ambos libros, pero sobre todo la idea de venganza y de justicia es el nervio central. ?Es esto de lo que trata la trilog¨ªa, sobre el dolor y el paso del tiempo, sobre los conflictos y la injusticia?
R. Tambi¨¦n, de alguna manera, esta trilog¨ªa trata sobre el absurdo. Incluso en los momentos m¨¢s serios se producen situaciones absurdas. La trilog¨ªa trata sobre injusticia, justicia, reparaci¨®n, la profunda quemadura de la venganza, y s¨ª, sobre el tiempo.
P. ?Comparte con Joe su sentido del humor?
Lo que me fascina es el encanto, la dulzura, la extra?a bondad que posee y cultiva tanta gente que hace el mal
R. Lo comparto todo con ¨¦l. Ser¨¢ siempre una parte de m¨ª.
P. ?C¨®mo ha influido la tradici¨®n ojibwe en su forma de narrar?
R. Todo es una mezcla y la cultura ojibwe es una de las influencias m¨¢s fuertes en mi escritura, al igual que lo es en mi vida.
P. ?Es la impunidad lo que explica el abuso constante y las violaciones de las mujeres indias norteamericanas?
R. Esta es una excelente manera de explicarlo: impunidad. Pero la violencia contra las mujeres no ocurre ¨²nicamente en nuestra cultura. Yo dir¨ªa que la historia de La casa redonda es universal porque la cuesti¨®n central es sencillamente: ?matar¨ªa un muchacho de 13 a?os para proteger a su madre? En tiempos dif¨ªciles esta pregunta ha sido contestada y resuelta.
P. ?Cu¨¢nto tiempo lleva aprendiendo ojibwe?
R. He estudiado ojibwe durante muchos a?os. Odio pensar cu¨¢ntos porque a¨²n hablo como si fuera una ni?a peque?a. El ingl¨¦s manda cuando escribo. Pienso que la desaparici¨®n de un idioma es como un trozo de complejidad hist¨®rica que desaparece, una verdad, una criatura. Algo muy similar ocurre con la Naturaleza que perdemos a cada hora por nuestra rapacidad a la hora de obtener recursos energ¨¦ticos f¨®siles.
P. ?C¨®mo es su rutina?
R. Escribo tanto como puedo. Limpio lo menos posible. Con toda mi alegr¨ªa cuido de mis hijas.
P. Escribe a mano. ?Da esto un ritmo especial a su prosa? ?Es cierto que se ata literalmente a una silla para escribir?
R. Tengo que re¨ªrme porque fue solamente al principio de arrancar a escribir prosa que me ataba a una silla. Ahora que soy m¨¢s mayor puedo estar sentada eternamente. Y escribo a mano porque ver el car¨¢cter personal de mi forma de narrar me resulta muy importante. Mi escritura cambia seg¨²n cambia la narraci¨®n y necesito la conexi¨®n personal f¨ªsica y emocional.
P. En el centro de su novela est¨¢ Geraldine, la madre ultrajada de Joe. ?Qu¨¦ papel ha jugado la maternidad en su vida como escritora?
R. Esta es una pregunta inmensa. No tengo forma de entender ni remotamente cu¨¢n profundamente me ha cambiado la maternidad. Adoro a mis hijos y har¨ªa cualquier cosa en el mundo por ellos. Ser madre es algo tan fundamental que no cuenta como una influencia. Es una forma de existir. De todos modos, es la trivialidad de las tareas del hogar lo que yo desprecio. A veces veo a hombres escritores casados con mujeres que se hacen cargo de toda la mierda del d¨ªa a d¨ªa y me pregunto ?c¨®mo ser¨ªa eso?
P. En el libro se habla del monstruo que uno de los personajes lleva dentro o que su hermana siente que est¨¢ en la ra¨ªz de su maldad. ?Se puede escapar de este monstruo?
R. El mal es el mal, no hay escapatoria. Sin embargo, lo que me fascina es el encanto, la dulzura, incluso la extra?a bondad que posee y cultiva tanta gente que hace el mal.
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