El ej¨¦rcito m¨¢s mimado
El ej¨¦rcito de EE UU fabric¨® para sus soldados millones de discos, con contenidos exclusivos
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Se trata de una historia asombrosa. Entre 1942 y 1944, los m¨²sicos estadounidenses se pusieron en huelga de grabaciones, el llamado Petrillo ban: una acci¨®n sindical dirigida por James C. Petrillo contra las discogr¨¢ficas. Mientras rug¨ªa la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos no sal¨ªan discos nuevos (aparte de temas a cappella). Pero un nutrido grupo de estadounidenses disfrutaron de grabaciones frescas. Eran los V-Discs, exclusivos para las Fuerzas Armadas.
Y ten¨ªan sentido. Los jefes militares descubrieron encantados que, en general, los civiles acud¨ªan mansamente a los centros de reclutamiento. Sin embargo, y eso era preocupante, carec¨ªan de motivaci¨®n ideol¨®gica, a pesar de los afanes de Hollywood por proporcionar argumentos. Los reclutas no interiorizaban su te¨®rica superioridad moral sobre los guerreros alemanes e italianos; otro asunto era el odio al agresor japon¨¦s.
Se aprecia leyendo las memorias de los soldados estadounidenses. Aparte de minor¨ªas politizadas o descendientes de jud¨ªos, los conscriptos acudieron a Europa sin una antipat¨ªa particular hacia el enemigo. De hecho, en los vertiginosos meses que siguieron al desembarco en Normand¨ªa, desarrollaron cierto rencor hacia los reci¨¦n liberados franceses, una simpat¨ªa por belgas y holandeses... m¨¢s una reticente admiraci¨®n por los alemanes, cuyo estilo de vida les resultaba envidiable. Encuestas a posteriori revelaron datos sorprendentes: un considerable porcentaje de GI's evitaba disparar ¡ªo lo hac¨ªa al aire¡ª cuando se encontraban con las fuerzas alemanas.
A esa tropa hab¨ªa que tenerla contenta. No hubo ej¨¦rcito m¨¢s mimado que el de las barras y estrellas: se montaban cines, clubes, cafeter¨ªas y los economatos PX. La United Service Organization (USO) montaba espect¨¢culos. Otra forma de hacerles sentir privilegiados fueron los Discos de la Victoria. Un acuerdo de Washington con las discogr¨¢ficas y el sindicato de Petrillo: se permit¨ªa grabar a las estrellas del momento si, una vez concluida la guerra, se destru¨ªan todos los masters y las copias que hubieran sobrevivido al conflicto.
La oferta abarcaba desde swing a canciones sentimentales, pasando por piezas humor¨ªsticas y m¨²sica cl¨¢sica
T¨ªpicamente, fue una empresa gigantesca. V-Discs prens¨® varios millones de copias de unas 900 referencias. Se enviaban en paquetes mensuales, junto con agujas y fon¨®grafos. T¨¦cnicamente, usaban una pasta m¨¢s resistente que las quebradizas pizarras y ten¨ªan un di¨¢metro de 30 cent¨ªmetros: permit¨ªan incluir hasta seis minutos por cara, el doble que una placa comercial, una ventaja que aprovecharon algunos jazzmen.
La oferta abarcaba desde swing a canciones sentimentales, pasando por piezas humor¨ªsticas y m¨²sica cl¨¢sica (grabaron hasta los pianistas espa?oles Amparo y Jos¨¦ Iturbi). Para que no protestaran los oficiales de la vieja escuela, se a?ad¨ªan marchas: el incansable Glenn Miller supo adaptar al gusto militar piezas como St. Louis blues.
El proyecto era interactivo. Los destinatarios pod¨ªan comentar su grado de satisfacci¨®n con la ¨²ltima tanda de discos y solicitar que los artistas m¨¢s populares ¡ªCrosby, Sinatra¡ª registraran determinadas piezas. La relaci¨®n de los uniformados con los m¨²sicos no siempre result¨® f¨¢cil. El exuberante Fats Waller exigi¨® un par de botellas de whisky y, seg¨²n las iba vaciando, su m¨²sica se deterioraba. Muri¨® unos d¨ªas despu¨¦s, sin llegar a enterarse de que el Ejercito vet¨® temas como If you're a viper, sobre los fumadores de marihuana.
Ante la irritaci¨®n de las discogr¨¢ficas, el programa de V-Discs continu¨® hasta 1949, con la excusa de atender a soldados repartidos por los cinco continentes. En ese momento, se procedi¨® a la eliminaci¨®n de los moldes para fabricaci¨®n y las copias que se conservaban en las bases. Con el celo puritano propio del pa¨ªs, se persigui¨® a coleccionistas que acumularon V-Discs; alguno de ellos, hasta conoci¨® la c¨¢rcel.
Pudo ser un magnicidio cultural. Afortunadamente, ganaron los mel¨®manos: muchos ejemplares se salvaron y, a su debido momento, volvieron a circular en elep¨¦s m¨¢s o menos piratas. Finalmente, los V-Discs fueron legalizados y ahora puedes encontrar abundantes recopilaciones en CD. Recordatorio de la peque?a contribuci¨®n del jazz y dem¨¢s m¨²sicas populares a la lucha contra el Monstruo.
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