La partida de la vida se juega en 64 casillas
El libro ¡®Ajedrez y ciencia¡¯ de Leontxo Garc¨ªa da pie a un di¨¢logo entre ¨¦l y Arturo P¨¦rez-Reverte El periodista asesor¨® al escritor en varios de sus libros Los dos reflexionan sobre la relaci¨®n entre el ¡®deporte mental¡¯ y la l¨®gica o la literatura
Imposible al verlos no pensar en la Muerte y el caballero de El s¨¦ptimo sello. Leontxo Garc¨ªa (Ir¨²n, 1956) juega con las blancas. Avanza el pe¨®n de Rey dos casillas. Arturo P¨¦rez-Reverte (Cartagena, 1951) traga saliva, aprieta las mand¨ªbulas y replica lanzando adelante su propio pe¨®n negro. Le echa valor porque sabe que lo tiene eso, negro. La ins¨®lita partida ¡ªes la primera vez que juegan¡ª culmina la conversaci¨®n que el c¨¦lebre periodista de ajedrez (y exjugador semiprofesional) y el novelista, buenos amigos, han sostenido para EL PA?S con motivo de la publicaci¨®n del libro del primero Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas (Cr¨ªtica), un entusiasta ensayo lleno de historia, informaci¨®n y sensacionales an¨¦cdotas de primera mano (?sab¨ªan que a Bobby Fischer, el genio de Pasadena, con el que Garc¨ªa tuvo varios encuentros, le fascinaban los dragones de Komodo y fue a verlos a su remota isla?). El mano a mano de Leontxo Garc¨ªa y P¨¦rez-Reverte no se celebra en Simpson¡¯s-in-the-Strand, el fino sal¨®n de ajedrez escenario de la bell¨ªsima partida de Anderssen y Kieseritzky en 1851, sino en la cafeter¨ªa del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. Pero no es menos intenso.
Leontxo Garc¨ªa. Si tengo que identificarme con una pieza, quiz¨¢ el alfil, porque es incisivo.
Arturo P¨¦rez-Reverte. Es una estocada de florete. El caballo es un sablazo de h¨²sar. La torre, artiller¨ªa.
L. G. El ajedrez es ¨²nico. No hay otra actividad en la que dos personas puedan mantener una relaci¨®n tan intensa sin tocarse.
A. P.-R. Tu libro es un magn¨ªfico abanico de lo que el ajedrez puede ser en la vida. Un deporte, s¨ª, un entretenimiento, y tantas cosas m¨¢s. Potencia lo que eres.
L. G. Imprime car¨¢cter. Ofrece muchas lecciones.
A. P.-R. Aprendes el respeto al adversario, a aceptar las reglas, a encajar la derrota, y la victoria.
L. G. Descubres que siempre vas a encontrar a alguien que te gane. Aunque seas Fischer o Kasp¨¢rov. Y el gran principio socr¨¢tico: ¡°Solo s¨¦ que no s¨¦ nada¡±. Hasta que no existan las computadoras cu¨¢nticas, ni hombre ni m¨¢quina son perfectos en el tablero. El ajedrez es finito desde el punto de vista matem¨¢tico pero infinito para la mente humana normal.
A. P.-R. El ajedrez te da la certeza del error. El iceberg del Titanic, siempre ah¨ª. La mina que espera que la pises. Esa certeza te mantiene vivo intelectualmente.
L. G. El que pierde en ajedrez es el que m¨¢s aprende. En ajedrez no le puedes echar la culpa al ¨¢rbitro o al terreno embarrado.
A. P.-R. El ajedrez simboliza mucho. Junto con la navegaci¨®n y el mar el ajedrez es lo que mejor simboliza aquello que llamamos vida. Igual que hay quienes van a misa, yo voy a buscar consejo espiritual al ajedrez.
L. G. Es como la vida. Plantea situaciones similares. Lo que usas en ajedrez lo puedes usar en la vida. Ayuda a ordenar el caos. Cuando juego, pongo orden en el caos. Analizo tu movimiento, descarto el 95 % de opciones, considero tres, elijo una. Voy calculando, ordenando, pero a la vez est¨¢ la dichosa maquinita, el tic-tac...
A. P.-R. Que me aprieta todo el rato.
L. G. Y tengo que tomar una decisi¨®n, con an¨¢lisis cartesiano e intuici¨®n a la vez.
A. P.-R. Y miedo.
L.G. Exacto. Como en la vida, de nuevo. No puedes estar seguro, no puedes sopesarlo todo.
A. P.-R. Y ah¨ª estamos en mi terreno. En una ciudad asediada, con un entresijo de calles y un itinerario que tienes que decidir. ?D¨®nde ser¨¢ el bombardeo?, ?d¨®nde estar¨¢ emboscado el francotirador? Necesitas sangre fr¨ªa, experiencia, intuici¨®n, y darte prisa.
L. G. Los jugadores conocen el miedo. Kasp¨¢rov dijo que ¨¦l ganaba a las m¨¢quinas porque ellas no sab¨ªan lo que es el miedo.
A. P.-R. El miedo es saludable.
L. G. Ya que estoy con el ex corresponsal de guerra d¨¦jame decir que el ajedrez es como una guerra sin sangre. Una guerra sin lo malo.
A. P-R. Recuerdo una escena, en la guerra de Bosnia, dos abuelos jugaban en Sarajevo. Era una salvaci¨®n mental. En las c¨¢rceles es muy bueno. No hay otra forma tan ¨²til para evadirse. Ofrece consuelo, respeto por uno mismo.
L. G. Los estudios a lo largo de 120 a?os coinciden en que practicar el ajedrez permite desarrollar la inteligencia en matem¨¢ticas y mejorar la comprensi¨®n lectora, aquello en lo que m¨¢s fallan los ni?os espa?oles.
A. P.-R. Pese a algunos detractores, el ajedrez y la lectura son complementarios. Es cierto que el ajedrez puede agravar ciertas patolog¨ªas, paranoia, agresividad, pero como todo. Si est¨¢s majara... Hay frikis en todo.
L. G. Puede ayudar. La gente confunde a los obsesos del ajedrez con los jugadores normales. Si tu vida es solo ajedrez no tienes donde aplicar sus lecciones. Es como el marisco, muy bueno pero no puedes comer solo eso.
A. P.-R. Lo que me interesa es la liturgia. La liturgia del ajedrez no es balad¨ª. Las actitudes, los gestos, el ritual, las maneras de perder y ganar, la gota de sudor en la frente del jugador...
L. G. T¨² eres uno de los nuestros. Doy fe de las horas que te has pasado observando torneos. No solo por obligaci¨®n profesional de novelista que se documenta, sino porque te fascina. Un noble entusiasta. Tu pasi¨®n por la parte literaria del ajedrez... Nos conocimos en 1990, cuando escribiste La tabla de Flandes.
A. P.-R. El ajedrez aparece en muchos libros. El pintor de batallas, El asedio... En la ¨²ltima, El tango de la guardia vieja, recurr¨ª a ti para que me solucionaras problemas t¨¦cnicos graves. Me facilitaste el acceso a torneos internacionales, me ayudaste mucho. Con S¨¢nchez Ron te comimos el tarro para que te decidieras y escribieras un libro. Por fin lo has hecho. Tu libro es oro puro, un fil¨®n de informaciones.
L. G. Todo lo que pones de ajedrez en tus novelas es exacto. Echarte una mano ha sido un reto intelectual. El problema era a veces c¨®mo encajar la pr¨¢ctica del ajedrez en el marco narrativo sin que chirr¨ªe para el que sabe mucho y no resulte prolijo para el lector que no conoce ese mundo.
A. P.-R. Yo te llamaba: ¡°Leontxo, tengo un problema¡±. Por ejemplo, ?qu¨¦ puede destruir a un campe¨®n durante un campeonato? O ?c¨®mo se descubre a un tramposo? Todo eso me lo vest¨ªas de seriedad para que pasara el filtro de un ajedrecista serio.
L. G. ?El mejor jugador? El m¨¢s carism¨¢tico de todos los tiempos, Fischer. Pero tambi¨¦n un ejemplo negativo de obsesi¨®n y desequilibrio.
A. P.-R. Me gusta mucho Capablanca, con ese aspecto mundano. Y Arturo Pomar. Con apoyo institucional habr¨ªa sido grande. Pero le sepultaron en el olvido. Un ejemplo de esta Espa?a que desprecia cuanto ignora, y a la que solo interesa el gol de Zarra.
Leontxo Garc¨ªa y P¨¦rez-Reverte (que reconoce no tener nada que hacer ante el rival) no acabar¨¢n su partida. Tras una serie de movimientos que incluyen una escabechina de piezas en el centro del tablero lo dejar¨¢n disimuladamente. Como amigos. Tablas.
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