Soy lo que soy gracias a ¨¦l
Hablar de Miguel Narros como director es hablar de un grande
Hablar de Miguel como director es hablar de un grande. El ¨²ltimo de los grandes de una generaci¨®n de grandes del teatro. Un director con una visi¨®n que abarcaba todo el escenario.
Con ¨¦l, te tirabas al vac¨ªo sin red, sabiendo que si arriesgabas, ¨¦l siempre estaba ah¨ª para recogerte, sabiendo que si respirabas a su ritmo, siempre ganar¨ªas. Sinti¨¦ndote un privilegiado por estar a su lado, observando cada uno de los pasos que daba desde el comienzo de los ensayos.
C¨®mo no recordar el montaje de Sabor a miel con Narros en estado de gracia, partiendo de improvisaciones y estrenando tres semanas despu¨¦s.
O aquellos primeros ensayos en el Teatro Espa?ol con deslumbrantes actores profesionales (Berta Riaza, Carlos Lemos, Jos¨¦ Luis Pellicena, Pilar Mu?oz, Julieta Serrano, Guillermo Mar¨ªn, Mari Carmen Prendes¡) y todos los que ven¨ªamos del TEM, pueblo numantino por los rincones del escenario, motiv¨¢ndonos¡ Y ese Miguel dando forma a diferentes formas de interpretaci¨®n.
O el ¨²ltimo montaje que hicimos juntos, La Gallarda, de Rafael Alberti, en el Teatro Central de Sevilla, donde Miguel despleg¨® toda su sabidur¨ªa aunando m¨²sica, texto, baile¡
Todos los que hemos disfrutado de ¨¦l, sabemos lo que era ser maestro de actores en una ¨¦poca en la que eso era tan denostado como incomprendido. ?Qu¨¦ visi¨®n de futuro tuvo en los comienzos de los sesenta para con menos de los dedos de una mano, Maruja L¨®pez y el gran William Layton, crear el TEM! Qu¨¦ generosidad, qu¨¦ mirada tan alta, tan ancha y tan moderna para empezar a trabajar con el m¨¦todo Stanislavski cuando entre nosotros era poco menos que un desconocido. ?Qu¨¦ divertido era como maestro! Jugabas aprendiendo el concepto jouer que dicen los franceses. Con Miguel, la palabra encontraba su significado pleno y sus clases eran alegres y energ¨¦ticas.
El regalo de haberle conocido, de haber formado parte de su vida, de tantos viajes compartidos, zozobras, risas, vida libre¡ La m¨ªa hubiera sido otra sin duda si no le hubiera conocido. ?l fue mi segundo padre, la persona que se empe?¨®, como hacen los buenos maestros, con guante de seda, en que yo creciera intelectualmente. ?l ha sido mi padre art¨ªstico y se lo he recordado muchas veces. En broma, le dec¨ªa que ¨¦l hab¨ªa sido mi Pigmali¨®n, y ¨¦l en broma replicaba, y t¨² mi Galatea. Hoy s¨¦, m¨¢s que nunca, que soy lo que soy gracias a ¨¦l.
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