Fortuna de Giovanni Boccaccio
A siete siglos del nacimiento de Boccaccio, los escritores y ensayistas Alberto Manguel y Carlos Garc¨ªa Gual reivindican no solo su dimensi¨®n literaria, sino tambi¨¦n la del pensador y el humanista
La Fortuna, como los contempor¨¢neos de Boccaccio bien sab¨ªan, hace que, para la posteridad, nuestra persona sea pocas veces la que nosotros imaginamos. Boccaccio se defini¨® a s¨ª mismo ante todo como poeta, como estudioso de las lenguas, como pensador, y s¨®lo en ¨²ltima instancia como narrador: la ficci¨®n le importaba menos que la filosof¨ªa y la historia, o le importaba sobre todo como veh¨ªculo para la filosof¨ªa y la historia.
Fue un precursor iluminado de la gran literatura renacentista, y pudo escribir tanto en el lat¨ªn de su amado Cicer¨®n como en la nueva lengua toscana que comparti¨® con Dante y Petrarca. Este ¨²ltimo fue su maestro y lo incit¨® a conocer los cl¨¢sicos paganos, pero Dante fue su ¨ªdolo. Como cr¨ªtico literario, Boccaccio fue uno de los primeros y m¨¢s astutos lectores de Dante, y el autor de su primera importante biograf¨ªa, estableciendo el m¨¦todo de lectura de la Comedia (a la cual dio el ep¨ªteto de ¡°divina¡±) empleado a¨²n hoy por los especialistas dantescos, que consiste en analizar el poema canto por canto y verso por verso (antes de su muerte en 1375 s¨®lo lleg¨® a comentar los diecisiete primeros cantos del Infierno). Como ling¨¹ista, Boccaccio se convirti¨® en uno de los m¨¢s ardientes defensores de la lengua y la literatura griegas en Italia, ufan¨¢ndose de haber rescatado a Homero para sus contempor¨¢neos. Como narrador, compuso una de las primeras novelas psicol¨®gicas, la epistolar Eleg¨ªa de Madonna Fiametta y tambi¨¦n, sobre todo, una de las m¨¢s entretenidas colecciones de cuentos de todos los tiempos, El Decamer¨®n.
Los herederos de Boccaccio son numerosos y a veces inesperados. En Inglaterra, Chaucer compuso sus Cuentos de Canterbury inspirado en su lectura de El Decamer¨®n, y Shakespeare conoci¨® su Filostrato antes de escribir Troilo y Cr¨¦sida. Sus Poemas pastorales ayudaron a popularizar en Italia el g¨¦nero que luego retomaron Garcilaso y G¨®ngora en Espa?a y su humor, inteligencia y desenfado pueden sentirse en autores tan diversos como Rabelais y Bertold Brecht, Mark Twain y Karel Capek, G¨®mez de la Serna e Italo Calvino.
Es sorprendente que solo ¡®El Decamer¨®n¡¯ haya sobrevivido a la pereza de los lectores
Es sorprendente que s¨®lo El Decamer¨®n haya sobrevivido al descuido y a la pereza de los lectores y si hoy, ocho siglos despu¨¦s de su nacimiento, decimos que Boccaccio es un cl¨¢sico, es a esa prodigiosa colecci¨®n de narraciones que el autor debe su fama. El resto de sus notables escritos ¡ªdesde su revolucionario compendio prefeminista, Acerca de mujeres famosas, hasta su monumental Genealog¨ªa de los dioses paganos¡ª han sido mayormente olvidados. Su obra m¨¢s c¨¦lebre, El Decamer¨®n, es recordada menos como un gran fresco literario, inmenso retrato de la apasionada y compleja Italia del siglo XIV, que como una recopilaci¨®n de an¨¦cdotas m¨¢s o menos escabrosas, juzgadas obscenas. Para la mayor¨ªa del p¨²blico, sobre todo para aquellos que no lo han le¨ªdo, El Decamer¨®n consiste exclusivamente en bromas soeces, adulterios, infidelidades y org¨ªas protagonizadas por campesinos pri¨¢picos, aldeanas ninf¨®manas, nobles insaciables, curas l¨²bricos y monjas desvergonzadas.
Casi desde su difusi¨®n inicial, la censura contribuy¨® en no poca medida a la celebridad de Boccaccio. El Decamer¨®n fue condenado desde el p¨²lpito, incluido en el Index de la Iglesia cat¨®lica, tachado de pornograf¨ªa por las autoridades aduaneras del mundo entero y echado a la hoguera en sitios tan diversos como el sur de Estados Unidos y la China de Mao. Durante el franquismo, audaces libreros vend¨ªan a escondidas ejemplares pirateados, empaquetados en papel marr¨®n.
Por supuesto, a pesar de la constre?ida lectura de los censores, la calidad er¨®tica de El Decamer¨®n es s¨®lo uno de sus matices, y por cierto no el m¨¢s importante. Bajo la sombra de la terrible peste que azot¨® Florencia en el siglo XIV, los cuentos que comparten los diez j¨®venes que escapan de la ciudad contaminada son una cr¨®nica del mundo en el que viven. Amores, tragedias, embustes, traiciones, amistades fieles, promesas cumplidas e incumplidas, confabulaciones, crisis de fe, subversiones y momentos de epifan¨ªa componen un mosaico bullicioso y sobrecogedor en el que la peste que enmarca a los narradores (y a la narraci¨®n misma) se convierte en una suerte de memento mori, record¨¢ndoles a la vez su propia mortalidad y su inescapable condici¨®n de seres conscientes en un mundo dif¨ªcil e injusto. Boccaccio consideraba la Comedia de Dante como la obra literaria m¨¢s perfecta; componiendo El Decamer¨®n quiso tal vez responder a esa sublime visi¨®n ultraterrena con la suya, humildemente arraigada en este mundo.
Shakespeare, Brecht, Chaucer, G¨®ngora o Twain son algunos de sus herederos
Pocos asocian a Boccaccio con la noci¨®n de humildad: agreguemos a esta la compasi¨®n. En sus diversas obras magistrales, Boccaccio investiga las aventuras y desventuras de personajes imaginarios e hist¨®ricos, de h¨¦roes y seres comunes, y tambi¨¦n de los dioses, y en todos ellos el lector siente que Boccaccio se apiada de la condici¨®n de todos estos seres.
Hablando de su querido Dante, apunta en uno de sus comentarios que el autor de la Comedia ¡°demuestra compasi¨®n no s¨®lo hacia las almas que oye confesarse, sino m¨¢s bien hacia s¨ª mismo¡±. Boccaccio entiende que en las almas del otro mundo, Dante reconoce sus propias flaquezas y sufrimientos. Impl¨ªcita en la alabanza, est¨¢ la confesi¨®n que Boccaccio tambi¨¦n se reconoce en sus hombres y mujeres. En la dedicatoria de Acerca de mujeres famosas, Boccaccio pide a la Condesa de Altavilla que se atreva a descubrir en las acciones de ciertas hero¨ªnas paganas un ejemplo de su propia conducta. Es una forma de decir que ¨¦l, su autor, se sabe reflejado en sus criaturas hechas de palabras, palabras que han sobrevivido ocho siglos para servir ahora, en otra ¨¦poca no menos sufrida e injusta que la suya, de necesario espejo a sus nuevos lectores.
Babelia
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