A favor y en contra de los ¡®trekkies¡¯
Planteamos un debate a los expertos en cine Toni Garc¨ªa y Javier Oca?a De la rendida admiraci¨®n a la reticencia argumentada
RENDIDA ADMIRACI?N: Digno, cachondo, s¨®lido
por TONI GARC?A
Con una carrera m¨¢s bien breve J.J. Abrams ya puede presumir de estar entre los directores m¨¢s influyentes del Hollywood moderno. M¨¢s cercano a Richard Donner que a Michael Bay, tan aficionado a los actores como al espect¨¢culo en bruto, Abrams es una clase de director que recuerda el esp¨ªritu ochentero de productoras como la legendaria Amblin. Conviene recordar todo esto cuando se habla de la (su) nueva entrega de Star Trek. Los cr¨ªticos con el filme han renegado de su falta de humanismo (aquella espina dorsal que recorr¨ªa la serie televisiva en la que se basa la saga) y de la aparente vacuidad de sus principios. En realidad, la reflexi¨®n moral de Star Trek se esconde en la tonelada de talento que desprenden Chris Pine y ¨Csobre todo- Benedict Cumberbatch. La elecci¨®n de Cumberbatch, actor shakesperiano, descomunal revelaci¨®n del ¨²ltimo lustro cultural, se intuye la voluntad de Abrams de dejar que el equilibrio filos¨®fico de la pel¨ªcula (por llamarlo de un modo entendedor) descanse en las espaldas del reparto, m¨¢s que dos apuntes en un guion volcado en aquella m¨¢xima de ¡°no hay negocio como el negocio del espect¨¢culo¡±.
Cierto, Star Trek: En la oscuridad es pura ingenier¨ªa del taquillazo, sin embargo es un producto s¨®lido, fiable, que no reh¨²ye el factor humano y que cumple con todas las expectativas del espectador habitual, del accidental, del fan de Star Trek y de aquel al que la saga se la trae al pairo. Tampoco es menos cierto que cualquier rastro de la criatura de Gene Roddenberry ha quedado enterrada tras una especie de pseudo-gigantismo hollywoodiense (problemas de ganar cinco tallas) pero el sentido del humor y el respeto de Abrams por el respetable sustituyen ese factor con notable elegancia.
El director, ni?o prodigio que muchos comparan a Spielberg, por aquello de buscar un referente que no deja de tener su raz¨®n de ser, es francamente h¨¢bil a la hora de construir un blockbuster con todas las letras, pero nunca se olvida de considerar a la audiencia un ser maduro e inteligente m¨¢s que un simple ente palomitero. Esa es la gran virtud de la saga y ¨Cya puestos- del cine de J.J. Abrams: un respeto, casi reverencial, por aquellos que pagan la entrada, invit¨¢ndoles a divertirse sin exigirles dejar el cerebro en una urna antes de entrar a la sala. Por eso su Star Trek es un maravilloso ejemplo de cine comercial estadounidense: digno, cachondo y visualmente brillante. ?A qui¨¦n no va a gustarle esa receta?
STAR TREK: EN LA OSCURIDAD
Direcci¨®n: J. J. Abrams.
Int¨¦rpretes: Chris Pine, Zachary Quinto, Benedict Cumberbatch, Zoe Saldana, Simon Pegg.
G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n. EE UU, 2013.
Duraci¨®n: 132 minutos.
RETICENCIA ARGUMENTADA: Ate¨ªsmo trekkie
por JAVIER OCA?A
En la ¨²ltima d¨¦cada y media ha sobrevenido un curioso fen¨®meno alrededor de la mayor¨ªa de las superproducciones centradas en hitos de la cultura popular, ya fueran de la literatura, el c¨®mic, la tele o el propio cine: como una muestra de cari?o excesivo por el original, de mimo para la familia bien avenida, se hacen pel¨ªculas para que los fan¨¢ticos no se enfaden. Sabedores los productores del enorme potencial en la Red de los no ya expertos sino directamente catedr¨¢ticos en fenomenolog¨ªa popular, sobre todo cuando van a la contra, han ido conformando productos a la medida de la tribu, estableciendo as¨ª como consecuencia una doble condici¨®n en el espectador: el dispuesto a unirse a la religi¨®n, ya fuera potteriana, superheroica o de cualquier otro tipo, la inmensa mayor¨ªa; y el apestado que no entend¨ªa nada y quedaba marcado como miembro de una minor¨ªa (casi) a exterminar. Porque, como una extra?a muestra de fundamentalismo cinematogr¨¢fico, lo que acaba definiendo a parte de los miembros de este pueblo no es el amor a su credo, sino el rechazo al ateo.
Star trek. En la oscuridad, segundo acercamiento de J. J. Abrams al universo trekkie, parece una muestra m¨¢s de ello, aunque hay que agradecer que, a pesar de su t¨ªtulo, no se apunte del todo a otra de las modas en el ¨²ltimo cine juvenil: la tendencia al rigor en el gesto, al tenebrismo sentimental, como un modo de querer ser trascendente cuando en realidad solo se est¨¢ siendo un pesti?o. Como ya demostr¨® en la sensacional S¨²per 8, Abrams conoce el esp¨ªritu l¨²dico del cine y la posibilidad de imprimir ambig¨¹edad sin necesidad de torcer la ceja de sus criaturas a perpetuidad, pero quiz¨¢ equivoca la estructura y el dominio del tiempo de su metralla cinematogr¨¢fica, compuesta, c¨®mo no, de numerosa munici¨®n nost¨¢lgica para entendidos en la materia.
Abrams comienza con una largu¨ªsima secuencia pre-cr¨¦ditos, de esas que parecen ya el cl¨ªmax final, a la que no hay quien supere en rimbombancia. As¨ª, a partir de ah¨ª, y a pesar de la gran presencia de Benedict Cumberbatch, un Khan al que aporta m¨¢s el actor con su f¨ªsico que los guionistas con su texto, la pel¨ªcula es un m¨¢s de lo mismo: demasiado metraje, irreprochable t¨¦cnica, mediano entretenimiento, nula capacidad de transgresi¨®n y hasta el ya obvio efecto post 11-S. Es decir, lista para el olvido del ateo y empaquetada como regalo para el creyente.
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