La Fura vuelve a Granada, donde todo empez¨®
La compa?¨ªa vuelve al lugar donde empez¨® su aventura oper¨ªstica con 'Orfeo y Eur¨ªdice', La ¨®pera es de Gluck, con un fascinante libreto de Rainiero de Calzabigi
La aventura oper¨ªstica de La Fura dels Baus comenz¨® en Granada en 1996. Pusieron en escena entonces una particular versi¨®n de La Atl¨¢ntida, de Manuel de Falla, en la plaza de las Pasiegas, frente a una de las fachadas de la catedral. Hasta el mism¨ªsimo Gerard Mortier se desplaz¨® a ver el espect¨¢culo. No le entusiasm¨® del todo, pero vio mucho talento en el grupo catal¨¢n, y les invit¨® al Festival de Salzburgo para poner en pie La condenaci¨®n de Fausto, lo que supondr¨ªa su consagraci¨®n oper¨ªstica a nivel europeo. Unos 17 a?os despu¨¦s, La Fura, en versi¨®n Carlus Padrissa, ha vuelto al lugar del crimen, es un decir, con una gran experiencia acumulada en el teatro l¨ªrico, cimentada en actuaciones en los mejores teatros del mundo. El oficio se nota, qu¨¦ duda cabe. La carga emotiva del regreso al lugar donde todo empez¨®, tambi¨¦n. La ¨®pera elegida, Orfeo y Eur¨ªdice,de Gluck, con un fascinante libreto de Rainiero de Calzabigi, es una de las raras incursiones de Padrissa en el teatro l¨ªrico del siglo XVIII. Ha mantenido el creador la fidelidad a su estilo y, sin embargo, el espect¨¢culo posee una gran originalidad.
La audacia en el tratamiento espacial y el respeto a los libretos figuran entre las constantes de Padrissa. El patio del palacio de Carlos V es un lugar ideal para la ¨®pera de Gluck. Permite la movilidad en varios lugares adem¨¢s del escenario, y a ello se a?ade que los instrumentistas de la orquesta tocan a veces de pie o envolviendo con sus desplazamientos al personaje de Orfeo, en una transgresi¨®n de las costumbres al uso verdaderamente meritoria. La orquesta bandArt, a las ¨®rdenes de Gordan Nikolic, tiene una importancia fundamental en el espect¨¢culo, pues desprende una vitalidad encomiable en su manera de interpretar y un sentido de la libertad teatral como raras veces se ve en los m¨²sicos. El coro Intermezzo se apunta a la fiesta creativa con entrega, y bien a trav¨¦s de un panel escenogr¨¢fico de peque?as ventanillas realmente sorprendente, bien en sus actuaciones en primer plano, a?aden siempre matices po¨¦ticamente determinantes en la globalidad del espect¨¢culo. Gran interpretaci¨®n como Orfeo de Ana Ibarra, con un Che far¨® senza Eur¨ªdice verdaderamente emocionante, y meritorias actuaciones de Maite Alberola, como Eur¨ªdice y de Marta Ubieta como Amor.
Lo que destaca, en cualquier caso, es el arte de saber contar una historia, tanto por la fidelidad absoluta a su contenido como por el elemento de fantas¨ªa y sorpresa que acompa?a en cada momento a la narraci¨®n, bien sea en las proyecciones naturalistas o abstractas, en la aparici¨®n a¨¦rea de Amor apoyada en una gr¨²a, o en la flexibilidad de los m¨²sicos para adaptarse con naturalidad a una especie de ballet sonoro tan misterioso como revelador. La est¨¦tica es atemporal. Sorprende a los partidarios de montajes conservadores y reafirma en su identificaci¨®n a los que buscan en la ¨®pera soluciones est¨¦ticas cercanas a nuestros d¨ªas. Unos y otros quedaron satisfechos y hasta ¡°tocados¡± por la representaci¨®n. La capacidad de concentraci¨®n fue enorme. Se mascaba la atenci¨®n. El ¨¦xito, se ve¨ªa venir, fue apote¨®sico, tanto para los m¨²sicos como para los responsables del teatro.
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