Bienvenido al sur, ¡®Tom¨¢s Moro¡¯
El Festival de Almagro, bajo un signo shakespeariano, estrena en Espa?a un montaje de la obra parcialmente atribuida al Bardo
Once obras de Shakespeare por cinco de Lope, cuatro de Calder¨®n y 14 m¨¢s de otros autores, infantiles aparte. El Cisne de Stratford-upon-Avon se lleva el gato al agua (otra vez) en esta 36? edici¨®n del Festival Internacional de Teatro Cl¨¢sico de Almagro, marcada por la expectaci¨®n que levant¨® anteanoche el estreno en Espa?a de Tom¨¢s Moro, una utop¨ªa,obra colectiva en cuya redacci¨®n intervinieron seis manos, una de ellas la de Shakespeare, aunque este extremo no es del todo seguro. Al Bardo se le atribuyen 149 versos de un mon¨®logo en el que el protagonista consigue aplacar las iras del pueblo, amotinado contra los emigrantes que, en tiempos de Enrique VIII, andaban quit¨¢ndole el negocio a los naturales de Inglaterra.
Aunque, seg¨²n una investigaci¨®n paleogr¨¢fica, la letra de la mayor parte del texto es de Anthony Munday, y de que existen claros indicios de que el resto son adiciones (la parte manuscrita por Munday es la ¨²nica que lleva anotaciones del censor de su majestad), se ha especulado no poco con la hip¨®tesis de que el texto entero pudiera ser de Shakespeare, no porque existan indicios racionales de ello, sino por el inter¨¦s que suscita en c¨ªrculos cat¨®licos la hip¨®tesis de que el autor de Hamlet lo sea tambi¨¦n de una pieza criptocat¨®lica: imag¨ªnense lo que para algunos significar¨ªa poder adscribir con fundamento a esta religi¨®n al dramaturgo que Harold Bloom puso como pieza central del canon literario universal.
De momento, todo son dudas respecto a la autor¨ªa y la fecha en que fue escrito Tom¨¢s Moro, drama en el que se echa muy de menos una figura antagonista. Sin la presencia de Enrique<TH>VIII, con quien Moro mantuvo el pulso de David contra Goliath, el conflicto queda enunciado, pero no es v¨ªvido y la pieza deriva suave, pero persistentemente, hacia latitudes hagiogr¨¢ficas, muy en consonancia con la santidad que P¨ªo XI concedi¨® en 1935 al pensador y humanista anglosaj¨®n. En el texto, tampoco quedan suficientemente claros para el profano los pormenores del asunto que puso a Moro a los pies del verdugo: su negativa a aceptar ese Acta de Supremac¨ªa a la carta que convirti¨® al rey de Inglaterra en cabeza visible de una nueva Iglesia, todo ello para que Enrique VIII no tuviera impedimento en divorciarse de Catalina de Arag¨®n, para unirse a Ana Bolena.
En Tom¨¢s Moro falta continuidad, a pesar de que Ignacio Garc¨ªa May, autor de una versi¨®n ¨¢gil, comprime escenas; elimina m¨¢s de 40 personajes, epis¨®dicos en su mayor¨ªa, y hace aparecer una figura de nuevo cu?o, en absoluto isabelina: un narrador que, desde nuestra ¨¦poca, intenta rellenar las lagunas de informaci¨®n que anegan el texto original, en el que no faltan algunos de esos elocuentes mon¨®logos que caracterizan al teatro de la ¨¦poca.
La directora brit¨¢nica Tamzin Townsend ha hecho un buen trabajo con un material original al que no es f¨¢cil sacar partido. Su montaje da un tratamiento coral en¨¦rgico y acertado a la multitud de figuras que rodean a Moro, que entran y salen de las escenas con ritmo y presencia pero sin dejar huella, porque su identidad ya en el texto de partida est¨¢ francamente diluida. En cambio, la decisi¨®n de utilizar proyecciones donde se pone en im¨¢genes pasajes que mejor ser¨ªa dejar a la imaginaci¨®n libre del p¨²blico, trat¨¢ndose de una obra cat¨®lica lanza un mensaje equ¨ªvoco: podr¨ªa simbolizar el destino, imponi¨¦ndose tr¨¢gicamente al libre albedr¨ªo.
Apoyado en su imponente presencia, su buena voz y sus muchas tablas, Jos¨¦ Luis Pati?o crea un protagonista plausible, sin a?adir modulaciones de car¨¢cter a un material escaso en ellas, aunque haya un par de escenas en las que, por hacer gala Moro de un sentido del humor refinado y de astucia, su figura hist¨®rica y sacra queda higi¨¦nicamente humanizada.
La presencia de Shakespeare durante estos d¨ªas inaugurales se ha completado con El mercader de Venecia interpretado solo por actores de sexo masculino (seg¨²n la tradici¨®n isabelina), que Tilmann K?hler ha dirigido a la Staatsschauspiel de Dresde, y con una versi¨®n libre de Otelo para actores, marionetas y objetos, de la compa?¨ªa chilena Viajeinm¨®vil, que podr¨¢ verse en el Fringe de Madrid la semana pr¨®xima.
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