Un metro de pit¨®n a pit¨®n
El estreno de Valdefresno no estuvo acompa?ado por el ¨¦xito so?ado por el ganadero por mansedumbre, por falta de casta, por soser¨ªa
Se supone que al ganadero de Valdefresno le toc¨® la loter¨ªa el d¨ªa que lo llamaron de la Casa de la Misericordia para preguntarle si ten¨ªa toros para Pamplona que sustituyeran a los rechazados de Cebada Gago. ?Qu¨¦ si tengo toros? Ven y ver¨¢s.
ficha
Valdefresno/Aguilar, Mora, Pinar
Cinco toro de Valdefresno y uno, el tercero, de Fraile Mazas, muy bien presentados, mansos y, en general, descastados; muy desigual el primero; deslucidos segundo y sexto; noblotes tercero, cuarto y quinto
Alberto Aguilar: dos pinchazos, pinchazo hondo y un descabello (silencio); cinco pinchazos _aviso_ pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio).
David Mora: estocada (silencio); estocada atravesada (oreja).
Rub¨¦n Pinar: media estocada (silencio); pinchazo y casi entera baja (silencio).
Plaza de Pamplona. 9 de julio. Tercera corrida de feria. Lleno.
No eran toros, sino dobles toros, por caja, musculatura y, sobre todo, por pitones. Imponentes las caras de los seis ejemplares. Todav¨ªa hay quien sigue apostando si era un metro o noventa cent¨ªmetros la distancia existente entre pit¨®n y pit¨®n de algunos de los que salieron al ruedo pamplonica. Impresionante, la verdad. A continuaci¨®n, contin¨²a la pol¨¦mica: el toro tan grande no puede embestir, argumento que sirve, c¨®mo no, para justificar a los toreros, y no digamos a las cuadrillas de a pie.
El estreno de Valdefresno no estuvo acompa?ado por el ¨¦xito so?ado por el ganadero por mansedumbre, por falta de casta, por soser¨ªa, si bien hubo tres toros, tercero, cuarto y quinto, que destacaron por su largo recorrido y una buena raci¨®n de nobleza.
En fin, una corrida dura y nada c¨®moda; sobre todo, porque ninguno de los toros lleg¨® a romper de forma definitiva, y por su estampa imponente, que causa un profundo respeto y algo m¨¢s. Y es humano y comprensible que as¨ª sea. Una corrida dif¨ªcil, porque aun el toro noble no deja de ser un tren con unos pitones que no acaban nunca de pasar. Normal, por tanto, que cada cual se proteja las espaldas, y trate, a su manera, de aminorar el riesgo que, desde el nivel del ruedo, debe ser asombroso. Pero Pamplona no enga?a; aqu¨ª gusta el toro grande, y los toreros lo saben. Se dice que aqu¨ª pagan bien, y, como nadie regala nada, hay que aguantar el ruido de las pe?as, que se escape alguna piel de pl¨¢tano, y, lo que es peor, el toro grande.
Viene a cuento toda esta perorata para afirmar que no tiene perd¨®n de Dios la p¨¦sima lidia recibida por la corrida de Valdefresno. Ni un solo capotazo digno de tal menci¨®n ni un par de banderillas medio qu¨¦. Abundaron las huidas en estampida de hombres hechos y derechos que merecen todo el respeto, pero no menos que el debido a quien pasa por taquilla. No estuvo bien Alberto Aguilar, porque a su seriedad y firmeza ante el desigual primero ¡ªmucha fachada y poco fondo¡ª, estuvo por debajo de la clase del cuarto y fue un pinchauvas con el estoque en ambos toros.
El m¨¢s deslucido fue el segundo, lo que justificar¨ªa la actitud siempre ventajista de Mora, algo m¨¢s ortodoxo ante el quinto, con el que tampoco se faj¨® como se espera de quien aspira a ser figura. La oreja conseguida no es un justo premio a su labor.
El mejor, sin duda, Rub¨¦n Pinar ante el noble tercero. Suave y muy templado su inicio de faena de muleta, y hasta tres tandas de redondos largos, muy bien trazados, que curiosamente, no llegaron a calar en los tendidos. Malo sin paliativos el sexto, ante el que su cuadrilla ofreci¨® una lecci¨®n de nulidad total en el tercio de banderillas.
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