Guerra art¨ªstica contra la mafia
La exposici¨®n itinerante ¡®Entes¡¯ denuncia la situaci¨®n de extorsi¨®n en Sicilia Lo hace a trav¨¦s de la pintura y la escultura de dos creadores espa?oles
Ni el turismo es ingenuo en Sicilia. En febrero de 2009, el escultor espa?ol Justo Zafrilla (Benidorm, 1971) se refugi¨® en Palermo buscando asilo del fr¨ªo de Tur¨ªn, donde hab¨ªa decidido empezar su gira por Italia en busca de inspiraci¨®n. En la ciudad se top¨® con Addio Pizzo, la primera asociaci¨®n que con mucho revuelo supo poner el acento sobre una pr¨¢ctica muy difusa en Sicilia, esa por la que la mayor¨ªa de empresarios y comerciantes est¨¢n obligados, con violencia e intimidaci¨®n, a entregar un porcentaje de sus ganancias al capo local de la mafia. ¡°Se trataba de un h¨¢bito consolidado¡±, cuenta el artista. ¡°Es una cuesti¨®n de humanismo, de sentido com¨²n: una injusticia siempre es universal, no sabe de nacionalidades¡±.
En aquel piso del centro de Palermo, entre discusiones infinitas, frustraciones y propuestas, brot¨® la idea de una exposici¨®n denuncia. En un par de a?os, el proyecto se transform¨® en realidad y tras una primera etapa en la capital siciliana, Entes abri¨® ayer en la galer¨ªa Domus Talenti de Roma. ¡°Seguir¨¢ viajando¡±, garantiza el director art¨ªstico Marco Pomara, ¡°en un a?o ir¨¢ a Stuttgart, Bruselas, Par¨ªs, Londres, para acabar en Zaragoza y Valencia¡±.
Zafrilla volvi¨® a Espa?a con la cabeza y la barriga llena de una especie de rabia solidaria. Hab¨ªa conocido de primera mano la energ¨ªa obstinada que fortalece los anticuerpos de los sicilianos contra la ilegalidad y la indiferencia. ¡°Quer¨ªa lanzar mi alarma contra el abuso, echar una mano; pero no solo¡±. Por eso involucr¨® en su proyecto a su amigo y artista Miguel ?ngel Esco¨ªn (1961). El pintor se uni¨® r¨¢pido a la causa: ¡°?Sabe que el 90% de los comercios pagan esta tasa? Es como un IVA adicional, que alimenta una econom¨ªa enfermiza¡±.
Trabajaron por separado y el resultado es un di¨¢logo entre las pesadas cabezas de Zafrillo ¡ªporosas, ¨¢speras de piedra caliza o granito no pulido¡ª y los lienzos pl¨¢cidos, lisos de Esco¨ªn. ¡°Los vol¨²menes de las esculturas est¨¢n inspirados en el perfil de las monta?as de mi tierra¡±, explica el primero. ¡°Mientras trabajaba en Cabo de Gata me pareci¨® que la Naturaleza, ese paraje mediterr¨¢neo que nos une, no pod¨ªa sino tener una expresi¨®n de conmiseraci¨®n burlona hacia nosotros¡±. Por eso todas sacan la lengua con desd¨¦n. Alrededor, las pinturas perfectamente divididas en cuatro envuelven la denuncia en una atm¨®sfera de paz. ¡°La idea¡±, explica el autor, ¡°es que se puede generar otra forma de convivencia. Al lado de segmentos grises hay color, energ¨ªa para mirar hacia un futuro mejor¡±.
¡°Que dos espa?oles denuncien, y no hagan la vista gorda como la mayor¨ªa de los turistas, me parece esencial. Sobre todo porque incluso algunas regiones de Italia miran a otro lado¡±. Pino Maniaci es reportero, y con su hija, desde su casa, lleva una televisi¨®n que cada d¨ªa informa sobre las actividades mafiosas en su territorio: ¡°Estamos en un periodo de globalizaci¨®n de la mafia. El problema nos toca a todos¡±.
¡°En Espa?a no tenemos fen¨®menos tan sangrientos. Pero s¨ª que existe esa red de corrupci¨®n¡±, opinan los artistas. ¡°El pizzo es el s¨ªmbolo de la injusticia universal¡±, apunta Zafrilla. En su viaje a Sicilia conoci¨® a Maniaci, cuyo canal de televisi¨®n sirve de sede a una asociaci¨®n contra la extorsi¨®n formada por una docena de emprendedores. ¡°La mayor¨ªa de la gente paga porque tiene miedo o porque es la ¨²nica forma de seguir trabajando. Pero cada vez m¨¢s aprenden que pueden romper estas cadenas. Sienten que las instituciones son m¨¢s cercanas. Buena parte de la sociedad civil estigmatiza los abusos. Ver c¨®mo tu trabajo acaba en el bolsillo de un prepotente te quita dignidad. Ya empiezan a denunciar. As¨ª acabaron en la c¨¢rcel los tres hijos de la familia mafiosa Vitale¡±, cuenta con satisfacci¨®n Maniaci. ¡°El sufrimiento de los sicilianosse convierte en energ¨ªa contra la injusticia¡±, dice Marco Pomara, uno de aquellos j¨®venes que en la isla de Leonardo Sciascia o de Andrea Camilleri dedica todas sus acciones ¡°a contrarrestar la mafia¡±. Cada gesto puede ser revolucionario, en una tierra contaminada por siglos de silencio y complicidad.
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