Caine, McQueen, blanco y negro
Dos libros revisan en im¨¢genes in¨¦ditas la vida de dos genios de la interpretaci¨®n que compartieron hitos art¨ªsticos pero que nunca se cruzaron en la gran pantalla
Proceden de tiempos en los que el cine era algo distinto, creaba iconos perdurables, solo pod¨ªa disfrutarse en salas oscuras y no estaba pose¨ªdo por el monstruo del marketing. Sus carreras nunca se cruzaron, probablemente porque uno acababa de empezar y el otro se encontraba en el apogeo de su reinado. Sin embargo, ambos son figuras clave, por razones distintas, en los territorios del s¨¦ptimo arte. El primero, Steve McQueen, es uno de los actores m¨¢s carism¨¢ticos que haya existido. Su imagen, tallada a partir de una sonrisa inconfundible y una pose rebelde, sin imposturas, se convirti¨® pronto en un im¨¢n para hombres y mujeres. Insist¨ªa en hacer ¨¦l mismo las escenas de riesgo, amaba la velocidad, se vest¨ªa como si el demonio del glamour se le hubiera metido dentro y ten¨ªa buen ojo para escoger papeles. Adem¨¢s, por si fuera poco, era un grand¨ªsimo actor.
El otro, Michael Caine, era un joven de Rotherhithe, un barrio al sureste de Londres, que se empe?aba en esconder su acento cockney, porque a los que mandaban no les gustaba: ¡°Demasiado londinense¡±. Caine, un tipo sin un f¨ªsico particularmente destacable (no ten¨ªa nada del guapo al uso), hab¨ªa empezado en los cincuenta sacando la nariz en la tele, haciendo mucho teatro, con el porte de alguien que lleva un siglo pase¨¢ndose por los escenarios.
A principios de los sesenta la figura de McQueen era ya la de un gal¨¢n canalla: ¡°Steve McQueen era el rey de Hollywood en aquellos d¨ªas. Era joven, atractivo y proyectaba una imagen de tipo sano y divertido. Los hombres le admiraban y las mujeres le encontraban irresistible. Cualquier papel que hubiera en aquellos tiempos que necesitara una figura capaz de combinar carisma y elegancia era o bien para ¨¦l o para Paul Newman. En la d¨¦cada de los sesenta no hubo ning¨²n actor con su poder: todos quer¨ªan trabajar con ¨¦l¡±, cuenta Tony Nourmand, editor de Reel Art Press, que ha tenido la feliz idea de editar dos libros simult¨¢neamente rindiendo pleites¨ªa a las dos figuras. ¡°Ha sido una casualidad. Cuando me ofrecieron la posibilidad de trabajar con material absolutamente in¨¦dito de McQueen no tuve que pens¨¢rmelo demasiado. Centenares de fotos en blanco y negro reflejando, particularmente, su pasi¨®n por los b¨®lidos y la velocidad. Adem¨¢s, yo estaba trabajando en ese momento en un libro llamado Michael Caine in the 60¡¯s que hablaba de la explosi¨®n del fen¨®meno en Londres. Vamos a editarlos con solo unos meses de separaci¨®n, pero es curioso ver c¨®mo ambos dominaron la escena cinematogr¨¢fica a ambos lados del Atl¨¢ntico sin tener nada en com¨²n¡ bueno, quiz¨¢s esa capacidad para conectar con el espectador y ese estilo innato: uno reconoce enseguida a Michael Caine y a Steve McQueen, aunque solo sea por la forma en la que se mueven¡±.
El primer libro ¡ªya editado¡ª Michael Caine: 1960s explora la figura del actor usando fotograf¨ªas (muchas de ellas in¨¦ditas) de varias de las pel¨ªculas que m¨¢s tarde marcar¨ªan la carrera del int¨¦rprete y le permitir¨ªan dar el salto a las grandes ligas. Uno de esos filmes (ic¨®nico como pocos) es Funeral en Berl¨ªn, donde Caine se calzaba por segunda vez (la primera fue en Ipcress, un a?o antes, en 1965) los zapatos del esp¨ªa Harry Palmer, un hombre al que la guerra fr¨ªa le sentaba francamente bien. La lac¨®nica interpretaci¨®n del actor y la perfecta ambientaci¨®n de la intriga internacional (con un gran trabajo del realizador Guy Hamilton) dejaron al p¨²blico con ganas de m¨¢s y en 1967 se estrenaba El cerebro de un bill¨®n de d¨®lares. Sin embargo, el gran triunfo del actor, y el que le dar¨ªa el empuj¨®n necesario para convertirse en un cl¨¢sico de la escena brit¨¢nica fue Alfie, estrenada en 1966. ¡°Darle a un hombre como Michael Caine el papel de un conquistador fue una genialidad, y creo que el gran m¨¦rito de la pel¨ªcula es haber conseguido que el ingl¨¦s medio se identificara con aquel tipo. Adem¨¢s, estaban el vestuario de Jean Farley y la banda sonora de Sonny Rollins: imposible ser m¨¢s cool¡±, cuenta Nourmand v¨ªa telef¨®nica desde su oficina en Londres.
Unseen McQueen, el otro libro de la editorial, aparecer¨¢ en octubre pero este peri¨®dico puede ofrecer un peque?o adelanto del volumen, que incluye m¨¢s de 200 fotos absolutamente in¨¦ditas del astro estadounidense que ilustran ¡ªespecialmente¡ª su pasi¨®n por los coches. Como Caine (aunque en otro plano, el de las colinas de Hollywood) McQueen empezaba la d¨¦cada de los sesenta a lo grande: en 1960 protagonizaba la legendaria Los siete magn¨ªficos, un curioso remake de la japonesa Los siete samur¨¢is (del director japon¨¦s Akira Kurosawa) que se convertir¨ªa en todo un cl¨¢sico del western. No solo eso, Steve McQueen estuvo en nada m¨¢s y nada menos que en 13 pel¨ªculas en esa d¨¦cada, incluyendo t¨ªtulos como La gran evasi¨®n, Bullit, El rey del juego o El caso de Thomas Crown. ¡°Creo que encontraremos pocos actores en la historia que puedan presumir de haber tenido tanto olfato a la hora de escoger papeles: pi¨¦nsalo bien, ah¨ª tienes al menos media docena de cl¨¢sicos¡±, reflexiona Nourmand.
Por desgracia la carrera del actor se vio truncada por un ataque al coraz¨®n tras una operaci¨®n causada por un c¨¢ncer extremadamente virulento. Ten¨ªa 50 a?os y dejaba tras de s¨ª un reguero de t¨ªtulos m¨ªticos adem¨¢s de una imagen imborrable: la de un actor de primera clase. Caine, por el contrario, lleva ya 63 a?os en esto del cine, ha protagonizado m¨¢s de 150 pel¨ªculas y series de televisi¨®n, y no parece que tenga intenci¨®n de retirarse. Ahora rueda ¡ªde nuevo¡ª con Christopher Nolan (con el que ya colabor¨® en la trilog¨ªa de Batman), en el ¨²ltimo proyecto de este, Interstellar. Hace poco celebr¨® su 80? cumplea?os convertido en uno de los actores m¨¢s amados por los cin¨¦filos de todo el mundo y con el lujo de poder escoger los proyectos que le apetezcan.
Caine y McQueen representan a esa generaci¨®n de actores (el primero naci¨® en 1933 y el segundo en 1930) para los que el s¨¦ptimo arte no era solo una m¨¢quina de hacer dinero y que consideraban al p¨²blico algo m¨¢s que un recipiente vac¨ªo. Unseen McQueen y Michael Caine: the 1960s constituyen un bonito homenaje al talento, el glamour y la clase, tres elementos que pocas veces se ponen de acuerdo para encontrarse en un mismo actor. En el caso de estos dos titanes de la interpretaci¨®n cualquier intento de reproducci¨®n de su grandeza acabar¨ªa siendo un fracaso: la f¨®rmula que les hizo posibles hace tiempo que se esfum¨®.
Babelia
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