Jazzaldia cierra en femenino
Diana Krall clausura el festival con las canciones de su nuevo disco ¡®Glad rag doll¡¯
Por vez primera en sus 48 a?os de historia, el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n ha vivido una doble sesi¨®n en femenino. Con otra particularidad: sus dos protagonistas ven¨ªan del Lejano Oriente: Youn Sun Nah, coreana, residente en Par¨ªs; e Hiromi, originaria de Jap¨®n y neoyorquina de adopci¨®n. Ellas fueron las encargadas de poner el broche final a las actuaciones en la plaza de la Trinidad.
Youn Sun Nah sorprendi¨® a quienes no la conoc¨ªan con un concierto rebosante de energ¨ªa y vitalidad, en el que no faltaron los temas de Lento. Tras ella, fue el turno de Hiromi Uehara, una vieja conocida del festival, que ha visitado en tres ocasiones, contando la de anoche. En su concierto de la Trini, la explosiva pianista estuvo arropada por los mismos que le acompa?an en su ¨²ltimo disco, Move: Anthony Jackson, al bajo; y el baterista Steve Smith. Fiel a su costumbre, la japonesa hizo gala de su estilo torrencial caracter¨ªstico que no a todos gusta, pero a todos divierte.
Tercera en discordia, Diana Krall puso el Kursaal a reventar en el concierto de la tarde. Se entiende que fuera as¨ª: Krall es la gran Diva del Jazz del Siglo XXI; la primera int¨¦rprete de este estilo de la historia en vender un mill¨®n de discos. Una verdadera artista de multitudes. En su nueva visita al Heineken Jazzaldia, la se?ora Costello interpret¨® las canciones que integran su ¨²ltimo disco de sugestiva portada, Glad rag doll. Junto a ella, en el disco y en su concierto en el Kursaal, un invitado muy especial: el polifac¨¦tico guitarrista Marc Ribot, a quien escuchamos el d¨ªa anterior convertido en una r¨¦plica de Eddie van Halen, durante el Marat¨®n Masada. Quien lo vio en un d¨ªa y en otro, hubiera podido creer que se trataba de dos personas distintas.
Por suerte para sus fans, Diana Krall es de las que no cambian, ni por dentro ni por fuera. Traje largo negro, melena rubia al viento. Si alguien esperaba verla embutida en el cors¨¦ que luce en su nuevo disco, se qued¨® con las ganas. Con esto que, a falta de carne, tuvimos un cabaret de los a?os veinte reproducido sobre el escenario, gramola incluida. La diva entre las divas arranca su nuevo espect¨¢culo muy atr¨¢s en el tiempo: We just couldn¡¯t say goodbye, escrita por Harry Woods en 1932, seguida de There ain¡¯t no sweet man who¡¯s worth the salt of my tears, que cantaba Bing Crosby acompa?ado a la corneta por Bix Beiderbecke. El tipo de canciones encantadoras que uno no escucha habitualmente sobre un escenario.
Hiromi Uehara hizo gala de su estilo torrencial que no a todos gusta
A Tom Waits (Temptation) lo interpreta a su modo, esto es, sin pizca de gracia. Krall se parece demasiado a lo que se supone que una cantante de jazz debe ser. En tiempos de incertidumbre, la cantora da lo que se le pide. El suyo es un mundo de certezas e im¨¢genes preconcebidas. Si solo fuera un poquito menos sosa¡
Atr¨¢s quedan cinco intensos d¨ªas de jazz marcados por la lluvia, la saludable mezcla de estilos y la presencia de John Zorn con su Marat¨®n Masada. Para algunos, lo mejor que ha pasado por esta ciudad en d¨¦cadas. Otros recuerdan la apertura con Jamie Cullum ante una audiencia cercana a las 50.000 almas, o la locura desatada por la Shibusa Shirazu Orchestra; los muy aficionados se quedan con el magistral Lee Konitz, premio Donostiako Jazzaldia de este a?o, junto al periodista Juan Claudio Cifuentes, Cifu. La crisis econ¨®mica se ha traducido en un d¨ªa menos de festival. La calidad, empero, se mantiene. Tambi¨¦n los problemas que, una edici¨®n tras otra, convierten la jornada inaugural en Zurriola en una pesadilla, con los sonidos viajando sin control de un escenario a otro y las zonas de tr¨¢nsito congestionadas. Nada que no pueda solucionarse con un poco de imaginaci¨®n; y de eso, los organizadores del Heineken Jazzaldia, tienen para dar y tomar.
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