La aritm¨¦tica y los principios
El gallego Ram¨®n Verea triunf¨® en Nueva York como periodista y como inventor: patent¨® una calculadora y dirigi¨® una revista que subsisti¨® sin anuncios ni ayudas
Hay a¨²n varios testigos vivos de los primeros a?os de Ram¨®n Silvestre Verea Garc¨ªa en Curantes, la aldea de A Estrada (Pontevedra) donde naci¨® en 1833. Pero aunque su talle diga cosas, los carvallos no hablan. As¨ª que nada ni nadie puede evocar al ni?o aquel que zangolotear¨ªa entre olores inconfundibles a musgo, bosta e incienso. En general las aldeas gallegas ol¨ªan al para¨ªso o el infierno, seg¨²n momentos y tramos. Lo que singulariz¨® la infancia de Verea respecto a otros ni?os fue que se crio al amparo de una sacrist¨ªa. El cl¨¦rigo Francisco de Porto le educ¨® como un padre aunque en la historia figure como t¨ªo. Tal vez, ya saben¡ Su bi¨®grafo, Olimpio Arca, no aventura maldades y constata la verdad documental: Ram¨®n naci¨® el 11 de diciembre de 1833 como hijo leg¨ªtimo de Florentina Garc¨ªa y Juan Verea.
El origen explicar¨¢ algunos aspectos del subyugante Verea adulto, un tipo tan luminoso que lo mismo patenta una calculadora que escribe novelas o que monta un peri¨®dico que sale adelante sin publicidad y con independencia. El Progreso, la revista quincenal que dirigi¨® casi una d¨¦cada en Estados Unidos, se presentaba as¨ª: ¡°?nico peri¨®dico en castellano que ha subsistido en Nueva York sin anuncios, sin subvenci¨®n y sin degradantes adulaciones a los gobernantes y poderosos. Independiente en pol¨ªtica, librepensador en todo¡±.
Entre Curantes y Nueva York discurrieron un sinf¨ªn de escalas, peripecias y ocupaciones. A pesar de nacer en una peque?a comunidad rural, Verea tuvo acceso al conocimiento, un lujo vedado a la mayor¨ªa de los ni?os de entonces de Galicia, donde, seg¨²n el investigador Ant¨®n Costa, imperaba uno de los sistemas educativos m¨¢s retrasados de Europa. Le salv¨® la tutela del t¨ªo religioso, que le abri¨® un singular p¨®rtico de la gloria: una biblioteca a su disposici¨®n. ¡°Deb¨ªa de ser el ¨²nico sitio de la aldea donde hab¨ªa libros¡±, subraya Olimpio Arca, que en su libro Ram¨®n Verea. Inventor, xornalista, estradense presume que asistir¨ªa tambi¨¦n a la escuela de primeras letras de Curantes.
Invent¨® la m¨¢quina por orgullo. Luego la patent¨® en 1878 y se desentendi¨®. No le interesaba el dinero
A los 13 a?os, Ram¨®n se fue a estudiar a Santiago, eslab¨®n ineludible hacia el destino delineado por su familia: el sacerdocio. Permaneci¨® en el seminario seis a?os hasta que, pese a su brillante expediente, perdi¨® la beca. Con el tiempo ver¨ªa el hecho como ¡°una liberaci¨®n¡± y afianzar¨ªa su anticlericalismo. En 1855, recuerda su bi¨®grafo, embarc¨® hacia Cuba, la primera escala de una vida de movimiento perpetuo, que le llevar¨¢ tambi¨¦n a Nueva York, Guatemala y Buenos Aires, donde falleci¨® sin descendencia y tan pobre que su cad¨¢ver fue recogido por la asistencia p¨²blica en 1899.
En Cuba trabaj¨® de maestro, estudi¨® ingl¨¦s, escribi¨® sus primeras novelas, descubri¨® el periodismo e invent¨® una m¨¢quina para doblar peri¨®dicos. Su talento bic¨¦falo explotar¨¢ a partir de 1875 en Nueva York, donde funda la imprenta El Pol¨ªgloto, crea una ¡°agencia industrial para la compra de maquinaria y efectos de moderna invenci¨®n¡±, patenta su calculadora y dirige El Cronista y El Progreso, que se difundir¨¢ en una veintena de pa¨ªses.
Y todo aquello, alineado, demuestra que aquel superdotado para la tecnolog¨ªa capaz de sacarse artilugios inexistentes de la manga se mov¨ªa por principios, acaso por fanfarroner¨ªa en alguna ocasi¨®n, y jam¨¢s por ambiciones materiales. El propio inventor enumeraba en un art¨ªculo en 1881 sus m¨®viles: ¡°1) un poco de amor propio; 2) mucho de amor nacional, el deseo de probar que en genio inventivo un espa?ol puede dejar atr¨¢s a las eminencias de las naciones m¨¢s cultas; 3) el af¨¢n innato de contribuir con algo al adelanto de la ciencia; y 4) y ¨²ltimo, un entretenimiento conforme a mis gustos e inclinaciones¡±.
Su calculadora de hierro y acero y color amarillo de 26 kilos fue la primera en realizar las cuatro operaciones aritm¨¦ticas (divid¨ªa y multiplicaba n¨²meros de hasta nueve d¨ªgitos). Despu¨¦s de inventarla y patentarla en 1878, se desentendi¨® del asunto. No le interesaba el dinero, solo quer¨ªa demostrar en Nueva York, el coraz¨®n de aquella gran naci¨®n que estaban construyendo emigrantes de todas partes, que su capacidad de innovaci¨®n estaba a la altura de la estadounidense. Verea, uno m¨¢s de los emigrantes gallegos que salieron a buscar vidas nuevas en el XIX, logr¨® perfeccionar las m¨¢quinas con las que hab¨ªan pugnado Schickard, Pascal o Leibnitz varios siglos atr¨¢s. Su prototipo, la Verea Direct Multiplier, se conserva actualmente en la sede central de IBM, en Estados Unidos. ¡°Cuando cre¨® su m¨¢quina, Nueva York estaba en el auge de las grandes transacciones. La patente podr¨ªa haberle dado mucho dinero, pero no quiso¡±, se?ala Olimpio Arca. Poco sab¨ªamos de Verea pese a todo lo que deber¨ªamos saber de ¨¦l. Al margen de la biograf¨ªa de Arca, han rastreado su trayectoria Ana Mar¨ªa Varela-Lago en su tesis para la Universidad de California Conquerors, immigrants, exiles: The Spanish diaspora in the United States, y mucho antes Jos¨¦ P¨¦rez Morris escribi¨® en Cuba la primera biograf¨ªa del personaje. Ni siquiera en su aldea se conservaba rastro de su memoria hasta la publicaci¨®n de la investigaci¨®n de Olimpio Arca y la colocaci¨®n de un busto, junto a la iglesia, que recuerda a aquel librepensador, comprometido, aventurero y singular renacentista del siglo XIX.
¡°El hombre hace unas leyes para s¨ª y otras para la mujer¡±, denunci¨® en un art¨ªculo de 1884
Una mira a Ram¨®n Verea y parece un B¨¦cquer sin melancol¨ªa. Una le lee y parece Mary Wollstonecraft, que reivindic¨® para las mujeres excentricidades como la educaci¨®n. He aqu¨ª lo que voceaba Verea desde su tribuna en 1884: ¡°El hombre hace unas leyes para s¨ª y otras para la mujer. Se queja del despotismo de los gobernantes y ¨¦l es un tirano para su compa?era. Quiere que el mundo progrese y no da a sus hijas, que ma?ana ser¨¢n madres, m¨¢s que una educaci¨®n superficial... Mientras el hombre se considere el amo de la mujer, mientras le niegue la igualdad civil, mientras no la mida con la misma vara que a s¨ª mismo, no podr¨¢ decir con verdad que ha dado un paso en la senda del verdadero progreso¡±.
Crey¨® Verea en valores que hoy resultan universales y que en su ¨¦poca se consideraban utop¨ªas. La igualdad entre hombres y mujeres, la abolici¨®n de la esclavitud o la libertad de expresi¨®n. En marzo de 1888 se defend¨ªa as¨ª de una campa?a contra ¨¦l y su publicaci¨®n: ¡°Aqu¨ª no se trata solo de difamar a la humilde personalidad del que suscribe, el objeto principal es matar El Progreso, porque estorba, porque dice las verdades, porque descubre los agios y porque no se vende ni respeta ladrones, cualquiera que sea el grado que ocupen en la escala social¡±. En ese mismo art¨ªculo confesaba sus ¡°delitos¡±: ¡°El de defender la raz¨®n contra el fanatismo; el de defender a los chinos, los negros, los indios y todos los oprimidos que nada pod¨ªan darme, contra los opresores que son fuertes y poderosos y de los que puede obtenerse oro y favor¡±.
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