El pintor de la bruma industrial
La Tate Britain reexamina la obra de L.S. Lowry, gran pintor popular brit¨¢nico del siglo XX, y rompe con d¨¦cadas de menosprecio cr¨ªtico
Sus cuadros colgaron durante d¨¦cadas en todo comedor al norte de Worcestershire. A lo largo de la primera mitad del siglo pasado, L.S. Lowry se convirti¨® en el m¨¢s popular de los pintores brit¨¢nicos, pese a que sus obras no figuraran en las galer¨ªas de ning¨²n gran museo estatal. Ni siquiera se le consideraba un artista de verdad, sino un mero aficionado con cierto talento para el paisajismo urbano. "Existen muchas percepciones err¨®neas sobre su figura que nunca se han acabado de extinguir. Se le trat¨® de artista menor, provinciano, amateur y sin formaci¨®n alguna. Esta exposici¨®n pretende demostrar que todos esos prejuicios son inadecuados", explica Helen Little, una de las comisar¨ªas de la gran retrospectiva que la Tate Britain acaba de inaugurar en Londres. Se trata de la primera de estas dimensiones en m¨¢s de treinta a?os. Y tambi¨¦n del primer tributo que encierra la voluntad de rendirle justicia de una vez por todas. "Cuando llegaron los setenta, Lowry dej¨® de estar de moda. Su obra parec¨ªa vieja e irrelevante cuando, en realidad, es todo lo contrario. Fue el ¨²nico pintor brit¨¢nico que se esforz¨® en convertir la industria en un tema digno para el arte", a?ade la comisaria.
M¨¢s de noventa lienzos de Lowry, que creci¨® en la periferia de Manchester que retratar¨ªa durante toda su vida, relucen ahora en el mismo museo londinense que lo ha ignorado durante d¨¦cadas. Hace dos a?os, una petici¨®n liderada por el actor Ian McKellen protest¨® contra su exclusi¨®n de las galer¨ªas p¨²blicas, considerada un signo de desprecio por la cultura industrial del norte del pa¨ªs. Entre quienes lo apoyaron se encontraba la pintora Paula Rego, que fue su alumna durante los cincuenta, o el cantante Noel Gallagher, quien le rindi¨® un sentido homenaje en su v¨ªdeo para The masterplan . "Lowry es igual que los Beatles: para m¨ª siempre ha estado ah¨ª. Me parece incre¨ªble que un artista con una identidad tan fuerte todav¨ªa no sea aceptado", declar¨® Gallagher, aludiendo a un supuesto esnobismo antinorte?o que explicar¨ªa que sus cuadros criaran polvo en un almac¨¦n de la Tate. Tal vez no sin raz¨®n: un cr¨ªtico de arte de The Times compar¨® recientemente sus cuadros con "las ilustraciones de ?D¨®nde est¨¢ Wally?".
La muestra de la Tate pretende demostrar que despreciar a Lowry es solo un mecanismo f¨¢cil. Como define el poeta Michael Symmons Roberts, el pintor descubri¨® "la belleza visionaria de las malezas posindustriales" y se esforz¨® en trasladar al lienzo las f¨¢bricas de ladrillo que brotaban en el per¨ªmetro industrial de Manchester, en oposici¨®n frontal con la imagen oficial de lo que deb¨ªa ser el arte brit¨¢nico: una serie de enso?aciones pastoriles dignos de los tiempos victorianos, cuando no de los art¨²ricos. El cristal con que miraba Lowry era menos embellecedor. El ruido de las m¨¢quinas y el humo de las chimeneas configuraba un nuevo paisaje poblado por cientos de miles de obreros que encontraban un breve remedio a su inevitable alienaci¨®n en la misa dominical, la feria ambulante y los torneos de f¨²tbol. Hasta que llegaba el lunes y todo volv¨ªa a empezar.
Una inalterable monoton¨ªa marcaba el ritmo vital de esta tierra bald¨ªa, sin variaci¨®n ni progreso apreciable en el horizonte, en el que el individuo se hab¨ªa convertido en miembro integrante de un gigantesco reba?o. Dickens hab¨ªa descrito la revoluci¨®n industrial negro sobre blanco, pero casi nadie hab¨ªa cogido un pincel para hacer algo parecido. "Mi ambici¨®n fue poner la escena industrial en el mapa, porque nadie lo hab¨ªa hecho con un poco de seriedad", dej¨® dicho. En ese mismo submundo se originar¨ªa la fotograf¨ªa de Tony Ray-Jones y el primer Martin Parr, as¨ª como el cine social de Ken Loach o Mike Leigh, quien no por casualidad dedic¨® a Lowry una escena en una de sus primeras obras teatrales. Pese a esta britishness inherente, la Tate insiste en apuntar la influencia de Seurat, Courbet o Pissarro y en observar que fue disc¨ªpulo de Adolphe Valette, pintor impresionista exiliado en Manchester. Hasta el punto de calificarle, reciclando la c¨¦lebre expresi¨®n de Baudelaire, como "el pintor de la vida moderna".
Sin distancia ni contexto, sus cuadros pueden parecer inofensivas postalitas filosindicales que celebraban esa nueva vida envuelta en la bruma industrial. La exposici¨®n apuesta por cambiar de tesis. Al yuxtaponer sus panor¨¢micas urbanas, las inocentes figuras trazadas sin excesiva atenci¨®n al detalle (esos matchstick men u "hombres-palillo", como los llaman en su patria) se acaban convirtiendo, qui¨¦n sabe si contra la voluntad de Lowry, en integrantes de una masa de obreros cabizbajos que avanzan sin cesar, pero tambi¨¦n sin preguntarse hacia d¨®nde. "Lowry no tuvo ninguna intenci¨®n de ser un pintor pol¨ªtico, pero lo fue", afirm¨® la escritora Jeannette Winterson en The Guardian.
No es extra?o que la propaganda izquierdista intent¨® servirse de sus im¨¢genes, convirtiendo al pintor en una especie de icono del laborismo de posguerra. Aunque, en realidad, Lowry fue un conservador declarado, pese a que nunca se afili¨® a ning¨²n partido y fue poseedor de un r¨¦cord hist¨®rico por haber rechazado, hasta en cinco ocasiones, que le colgaran la medalla de caballero del Imperio un r¨¦cord hist¨®rico por haber rechazado, hasta en cinco ocasiones, que le colgaran la medalla de caballero del Imperio. Muri¨® en 1976, tras toda una vida trabajando como cobrador de alquileres, viviendo con su madre y sin haber practicado nunca el sexo, seg¨²n su propia confesi¨®n. Dej¨® toda su fortuna a una aprendiz de pintora que llam¨® a su puerta cuando solo ten¨ªa 13 a?os, con la que estableci¨® una extra?a amistad. La exposici¨®n en la Tate se complementa con otra muestra en su ciudad natal, Salford, donde se exhiben por primera vez m¨¢s de un centenar de dibujos extra?os y torturados, repletos de mu?ecas rob¨®ticas y de sexualidad latente y algo enfermiza.
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