Una noche en la ¨®pera

Una fina tela de seda negra separa lo que contemplan los espectadores desde sus butacas y lo que se percibe en los escenarios, en las salas de maquillaje, vestuario o camerinos poco antes de que comience el espect¨¢culo. En esos espacios todo se mueve a un ritmo vertiginoso, pero sabiendo que todo est¨¢ cronometrado. Mucho m¨¢s en esta reposici¨®n de El barbero de Sevilla, de Rossini, cuya direcci¨®n esc¨¦nica es de Emilio Sagi. La obra se estren¨® en 2005 en el Teatro Real y ha viajado a Par¨ªs, Lisboa y Estados Unidos.

Una hora antes de salir a escena la mezzosoprano Serena Malfi calienta la voz. "El d¨ªa de estreno me levanto tarde, trato de estar tranquila y luego una hora antes de salir empiezo a vocalizar. El est¨®mago se encoge y te entran todos los miedos". Mientras vocaliza, un maquiillador realiza retoques a sus rostro y una de las modistas del Teatro Real da las ¨²ltimas puntadas a uno de los tres trajes que va llevar la cantante en esta obra.

A escasos metros, el coro prepara su atuendo, todos ellos en blanco y negro, y se ponen a cantar para quitar los nervios.

La treintena de figurantes de El barbero de Sevilla tiene la ropa a cinco metros del escenario, en los montacargas y pasillos. El cambio es tan r¨¢pido que no da tiempo a subir a los camerinos y bajar. Adem¨¢s tienen que ayudar a los t¨¦cnicos a mover las distintas piezas que configuran la escena. La conjunci¨®n de todos los elementos esc¨¦nicos, al contrario que en otras obras que se manejan con un sistema inform¨¢tico, precisa mayor mano de obra. En este espect¨¢culo intervienen 56 maquinistas y se precisan 30 iluminadores y 20 mec¨¢nicos esc¨¦nicos.

Esta ¨®pera bufa en dos actos, programada por Gerard Mortier, el hasta esta semana director art¨ªstico del Teatro Real, se representa desde hoy hasta el 26 de septiembre.