Un Campanella soso se sube al tren de la animaci¨®n
Me acerco sin prejuicios a la presunta magia de Futbol¨ªn. Pero no la encuentro. Ni al principio, ni en el medio, ni al final
Varias personas conocidas o desconocidas me preguntan insistentemente en la calle (cada vez soy m¨¢s educado y amable con el pr¨®jimo) por las pel¨ªculas que estoy deseando ver en este festival de San Sebasti¨¢n. Respondo que todas mis ilusiones est¨¢n concentradas en El lobo de Wall Street, dirigida por Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio. Los interlocutores me miran con gesto de estupor, deduciendo l¨®gicamente que estoy zumbado y a?adiendo: ¡°Pero no aparece en la programaci¨®n, no la ponen¡±. Les contesto que ya lo s¨¦, con lo cual flipan a¨²n m¨¢s y se despiden con celeridad. Hace dos meses alguien que suele estar muy bien informado me asegur¨® que los piratas financieros de Scorsese se presentar¨ªan en San Sebasti¨¢n y me empec¨¦ a relamer con la capacidad de ilusi¨®n de un ni?o ante los Reyes Magos. Ese lobo presuntamente tenebroso y la presencia de su legendario creador, independientemente de que la historia les haya salido mejor o peor, justificaban mi viaje al festival, ofrec¨ªan eso tan necesario llamado expectativas. Pero resulta que a mi informado amigo le enga?aron al darle esa noticia, que el festival jam¨¢s negoci¨® para estrenar aqu¨ª esa pel¨ªcula que cualquier cin¨¦filo de los de verdad anhela ver.
A falta de mi so?ado Scorsese, hay t¨ªtulos de directores con un obra estimulante, otros que desconozco, alguna ¨®pera prima y no muchas de mis razonadas y viscerales fobias, ese tipo de autores vanguardistas cuyas inquietas criaturas empiezan y acaban su ef¨ªmera carrera en los festivales, tan malditas y geniales las pobres que no suelen encontrar distribuci¨®n comercial. El a?o pasado, Jos¨¦ Luis Rebordinos y su equipo lograron una edici¨®n notable. La programaci¨®n se hizo con mimo y criterio (Hollywood opin¨® lo mismo al concederle el Oscar a Argo y los Goya otorgaron sus bendiciones a Blancanieves) y tambi¨¦n lograron hacer milagros con su nada opulento presupuesto trayendo a un mont¨®n de estrellas, esa gente dotada de algo especial y magn¨¦tico, adem¨¢s de memorable curr¨ªculo (?habr¨¢ que creer en la gracia divina o diab¨®lica?), a la que el p¨²blico adora ver y escuchar en directo. Ante estos jugosos antecedentes, la siguiente apuesta es complicada. Ojal¨¢ que mi amigo Rebordinos, uno de los seres m¨¢s profesionales, apasionados, c¨¢lidos, honrados y currantes que he conocido, tambi¨¦n haya encontrado este a?o la f¨®rmula para que el p¨²blico y los cronistas estemos entretenidos como m¨ªnimo. Si adem¨¢s, aparece alguna obra maestra, la dicha ser¨¢ completa.
Mis gustos sintonizaban escasamente con el cine que hacia Juan Jos¨¦ Campanella. Algunas pel¨ªculas suyas como El mismo amor, la misma lluvia y Luna de Avellaneda poseen la facultad de alterarme los nervios. Por edulcoradas, charlatanas, intensas, seudol¨ªricas y babosas. Las asocio con las estomagantes sensaciones que me procura el cine de Garci, Coixet y Tornatore, aunque este ¨²ltimo me haya descolocado hace unos meses con la fascinante La mejor oferta.
Me ocurri¨® algo parecido con Campanella al disfrutar enormemente hace cuatro a?os en el festival de San Sebasti¨¢n con la muy negra, compleja, dura, rom¨¢ntica, extraordinaria El secreto de sus ojos. Consecuentemente, esperaba con ilusi¨®n su siguiente entrega. Se titula Futbol¨ªn y ha inaugurado el festival. De entrada, sientes curiosidad por las razones de este director para hacer cine de animaci¨®n despu¨¦s de las m¨²ltiples ofertas que imaginas habr¨¢ recibido a ra¨ªz del gran ¨¦xito que logr¨® El secreto de sus ojos. Deduces que obedece a su oculta y fervorosa vocaci¨®n por los dibujos animados y no a razones tan fenicias como que actualmente son las pel¨ªculas de este g¨¦nero las grandes recaudadoras en la taquilla. O simplemente, por su sagrado derecho a hacer lo que le d¨¦ la gana en su obra. Como pas¨¦ mi adolescencia fum¨¢ndome las clases y escap¨¢ndome del colegio para jugar al futbol¨ªn y al billar, tengo razones personales y melanc¨®licas para que el tema me interese. Y desde que unos tipos geniales fundaron Pixar, ver cine de animaci¨®n supone un placer impagable.
O sea, que me acerco sin prejuicios a la presunta magia de Futbol¨ªn. Pero no la encuentro. Ni al principio, ni en el medio, ni al final. El guion es muy pobre, la pretendida gracia no aparece, la historia de ese chaval vulnerable y so?ador, que se enfrenta en un partido trascendental y ayudado por los jugadores de su amado futbol¨ªn a una especie de Cristiano Ronaldo que ha regresado al pueblo para vengarse de haber sido derrotado una vez en la infancia, est¨¢ contada de forma mon¨®tona y plana. Tengo otro problema grave con ella, y es que todos los personajes est¨¢n doblados al castellano, excepto uno inequ¨ªvocamente argentino de cuya boca salen continuamente sentencias y met¨¢foras. Esa caricatura tiene cierta gracia, pero es lo ¨²nico que te puede hacer sonre¨ªr alguna vez en una pel¨ªcula que pretende en vano durante todo su metraje ser graciosa, tierna y exultante. Tal vez los ni?os capten su encanto. A m¨ª solo me provoca aburrimiento, indiferencia y alguna cabezada. Eso s¨ª, los dibujos y la animaci¨®n est¨¢n muy trabajados, la t¨¦cnica es brillante. Y me pregunto: ?Para qu¨¦ sirve?
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