Las gallinas de Peckinpah

Las gallinas en el cine son territorio de Sam Peckinpah. Tambi¨¦n de Bu?uel, pero como hay disparos de por medio habr¨¢ que apartar la influencia de don Luis. Y si adem¨¢s de las gallinas y las pistolas aparece por ah¨ª una cabeza humana metida en una bolsa de deportes, pues ya tenemos la cr¨ªtica hecha. O casi. Porque en realidad 2 guns, nuevo trabajo americano del island¨¦s Baltasar Korm¨¢kur, puede ser muy Peckinpah, pero solo en la superficie. La esencia, en cambio, quiz¨¢ est¨¦ en el Tarantino m¨¢s juvenil, el guionista de Amor a quemarropa.

Hay en 2 guns mucho de esa efervescencia juvenil, quiz¨¢ un tanto vacua, pero muy reivindicable de cierto cine de los ochenta, aunque estemos ante una pel¨ªcula plenamente consciente del siglo XXI en su ejercicio de memoria del cine de los setenta. Semejante paradoja, y embrollo de d¨¦cadas, viene a cuento porque todo ello unido conforma la salvaje inmediatez de 2 guns, un divertimento tan s¨®lido en su producci¨®n como en su contagio del buen rollo. Sus tarantinianas charlas sin sentido, pronunciadas con la sorna del que sabe que est¨¢ haciendo un ejercicio de traviesa intrascendencia, copan una pel¨ªcula que, a pesar de tratar la presunta connivencia de autoridades y organismos oficiales estadounidenses con los carteles mexicanos de la droga, nunca hace uso de una falsa trascendencia a la que no aspira. Aqu¨ª est¨¢ el cine fronterizo de Sam, el de La huida, Grupo salvaje y Quiero la cabeza de Alfredo Garc¨ªa, pero solo como referente est¨¦tico, nunca como referente ¨¦tico porque no hay ni rastro de su ambig¨¹edad respecto de la condici¨®n humana, su l¨ªrica de la violencia o su mito crepuscular. Basada en una novela gr¨¢fica de Steven Grant, 2 guns es puro estribillo, como el de la canci¨®n de su final.