Barcel¨® ense?a en Lisboa el barro del origen del arte
El Museo Nacional del Azulejo re¨²ne una exposici¨®n de las ¨²ltimas piezas de cer¨¢mica del artista mallorqu¨ªn
Miquel Barcel¨® (Felanitx, Mallorca, 1957) cont¨® ayer en Lisboa que comenz¨® a trabajar la cer¨¢mica en Mali y que le ense?aron las mujeres de su aldea, que le mostraron las viejas t¨¦cnicas de la arcilla secada al sol. ¡°As¨ª, comenc¨¦, en el Neol¨ªtico¡±. Para ¨¦l, el origen de toda pintura est¨¢ ah¨ª, en el barro: ¡°El primer gesto art¨ªstico de la humanidad, seguramente, fue el del primer hombre dibujando con el dedo en la arcilla fresca. Y esa es una manera de hacer cer¨¢mica. La cer¨¢mica es la manera m¨¢s ancestral del arte. Es el gen¨¦rico de la pintura. Como el ¨¢cido acetilsalic¨ªlico es el gen¨¦rico de la aspirina Bayer¡±. Barcel¨® present¨® ayer en Lisboa, con amabilidad y mucho tiempo, su ¨²ltima exposici¨®n, compuesta por una treintena de cer¨¢micas elaboradas en su taller de horno de le?a de Mallorca en los ¨²ltimos a?os. Son piezas de variado tama?o, desde peque?as esculturas no mayores que un ladrillo (hechas precisamente a partir de un ladrillo viejo) a vasijas y jarrones deformes y aparentemente inestables del tama?o de un contenedor de basura. Todas de colores crudos, terrenales, sin esmaltes. Todas se mostrar¨¢n en el Museo Nacional del Azulejo, de Lisboa, hasta el 24 de noviembre, dentro de las actividades encaminadas a promocionar el arte espa?ol en Portugal enmarcadas en la Mostra Espanha 2013, con la colaboraci¨®n de la Embajada Espa?ola en Lisboa y la Subdirecci¨®n General de Promoci¨®n de las Bellas Artes.
Algunas de las piezas de Barcel¨® se exponen en una sala aparte, desnuda, preparada al efecto para ellas. Otras se encuentran repartidas por las salas, los pasillos, los claustros y las capillas del antiguo convento que sirve de sede al museo, al lado de azulejos del siglo XVII o del XVIII. Hay una suerte de tinaja partida enclavada en el centro del coro alto, frente a la hilera de esca?os de madera y otra vasija duerme en medio de un delicioso patio peque?o interior rodeada de arcos, con aire de pozo surgido de repente. ¡°Es admirable: cada pieza ha encontrado su sitio en la exposici¨®n¡±, dec¨ªa ayer el artista, con tanta sencillez como asombro. La exposici¨®n, titulada Terra Ignis, se complementa con otra que, con el mismo t¨ªtulo, actualmente, se lleva a cabo en el Museo de Arte Moderno de C¨¦ret, en el sur de Francia. Despu¨¦s, las dos muestras, fundidas en una sola, viajar¨¢n a R¨ªo de Janeiro.
Barcel¨® destac¨® ayer el contraste entre algunas de estas vasijas del color de la tierra y los dorados rococ¨® de algunos de los muebles que pueblan el Museo del Azulejo. Tambi¨¦n record¨® la aparente fragilidad de la cer¨¢mica. ¡°Pero solo aparente: hoy lo ¨²nico que conocemos de pintura griega se encuentra en las cer¨¢micas que han perdurado hasta hoy. Yo, precisamente, trato de explorar esa aparente fragilidad. Muchas de las piezas parece que se van a caer, que van a destruirse. Y sin embargo han aguantado todo: los viajes y los traslados. La vida tambi¨¦n es as¨ª: aparentemente fr¨¢gil, que parece que se va a destruir y a quebrar pero no lo hace. Cuando desaparezca toda la tecnolog¨ªa y todas las pantallas, quedar¨¢ la cer¨¢mica, que es lo m¨¢s antiguo y lo m¨¢s moderno a la vez¡±.
El artista emple¨®, adem¨¢s de arcilla, materiales que hab¨ªa en el horno de cer¨¢mica. ¡°Ladrillos y baldosas, entre otros. He usado baldosas que ten¨ªan alg¨²n defecto de f¨¢brica, porque eso me gustaba, me las hac¨ªa m¨¢s atrayentes. Siempre uso los materiales que tengo m¨¢s a mano¡±, explicaba.
Barcel¨® asegur¨® que ha vuelto a la pintura, que prepara una exposici¨®n en Nueva York. ¡°Ahora pinto. Pero siempre me escapo del taller un d¨ªa o dos y vuelvo al horno de cer¨¢mica. A primeros de octubre expondr¨¦ en Nueva York una serie de retratos. De retratos de gente conocida: mi madre, mi mujer, los amigos que acuden a verme y a charlar. Es lo que digo: yo siempre trabajo con el material que tengo a mano¡±.
Babelia
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