Despu¨¦s de Dios, los Mu?oz
Mi bisabuelo dio su colecci¨®n en 1934 como garant¨ªa de un pr¨¦stamo oficial
R¨®mulo Bosch i Catarineu, mi bisabuelo, paseaba en 1913 por Barcelona con un artefacto al que llam¨® el aerom¨®vil: un coche propulsado por una h¨¦lice que ¨¦l mismo hab¨ªa construido junto con Enrique Fabregat. Diez a?os m¨¢s tarde, quedaba hu¨¦rfano tras la muerte de su padre, R¨®mulo Bosch i Alsina, m¨¦dico, exalcalde de la ciudad de Barcelona, presidente del puerto y fundador de la Liga Antiesclavista Catalana. Fue entonces cuando mi bisabuelo comenz¨® su minuciosa colecci¨®n de arte. Ten¨ªa m¨¢s de 2.500 piezas, de las cuales unas 250 terminaron, casi 25 a?os m¨¢s tarde, en manos de los Mu?oz Ramonet.
Adem¨¢s de parte del dinero para comprar la famosa colecci¨®n, R¨®mulo Bosch i Catarineu hab¨ªa heredado de su padre, entre muchas otras propiedades, empresas, costumbres, privilegios propios de la burgues¨ªa catalana y recuerdos, una colonia industrial como aquella en la que trabaj¨® el poeta Mart¨ª i Pol cuando era joven.
Cuando escrib¨ª La familia de mi padre (Mondadori, 2008) apenas conoc¨ªa a mi bisabuelo. La figura de su padre hab¨ªa sido tan importante en la historia de la ciudad y de mi familia que todo lo que sab¨ªa, lo sab¨ªa de ¨¦l. Pero R¨®mulo Bosch i Catarineu me sedujo casi de inmediato y la vida que eligi¨® vivir me permiti¨® entender la tristeza que sinti¨® tras perder C¨°dol Dret y, con ¨¦l, su extraordinaria colecci¨®n de arte en la que hab¨ªa volcado su apasionada vertiente art¨ªstica y su sensibilidad. Me gust¨® descubrir semejante grado de ternura en un hombre de negocios pr¨®spero al que prejuiciosamente supondr¨ªamos fr¨ªo y calculador.
En un Dossier-informe sobre las obras de la colecci¨®n R¨®mulo Bosch i Catarineu depositadas en los Museos de Barcelona en 1934 y devueltas a su nuevo propietario Julio Mu?oz Ramonet en 1950 se puede leer que la colecci¨®n original de mi bisabuelo ¡°estaba formada por piezas de arqueolog¨ªa, depositadas en el Museo Arqueol¨®gico, piezas de artes decorativas como tejidos y miniaturas entre otras, depositadas en el Museo de las Artes Decorativas, y piezas de arte como talla, escultura, dibujo, pintura sobre tela y pintura sobre tabla, depositadas en el Museo de Arte de Catalunya¡±. ?l mismo hab¨ªa entregado su colecci¨®n el 3 de noviembre de 1934 en el Dep¨®sito contra el Paro Forzoso como garant¨ªa de la Uni¨®n Industrial Algodonera: un conglomerado industrial dedicado a diversas ramas de la industria del algod¨®n. A decir de Folch i Torres, lo hizo ¡°para evitar el cierre de las f¨¢bricas en un momento de crisis de trabajo¡±.
La Generalitat le hab¨ªa concedido pr¨¦stamos a la Uni¨®n Algodonera por valor de cuatro millones de pesetas ¡ªcon un inter¨¦s del 6% y 10 a?os para devolverlos¡ª. La filoxera que hab¨ªa atacado el algod¨®n hab¨ªa menguado el capital de muchas familias que apenas estaban volviendo a producir tras la plaga. De hecho, parec¨ªa que todo iba a ser mejor. Por eso mi bisabuelo us¨® su colecci¨®n como aval del conglomerado industrial para obtener aquel pr¨¦stamo de la Generalitat de Catalu?a. Dos a?os despu¨¦s, en 1936, mi bisabuelo mor¨ªa asesinado de un disparo en plena calle. Comenzaba la Guerra Civil, que tambi¨¦n supondr¨ªa una amenaza para el arte catal¨¢n. Gan¨® Franco, se instaur¨® la dictadura, comenz¨® la posguerra. Y volvi¨® el arte que en muchos casos no regres¨® a sus propietarios de origen sino que qued¨® catalogado en colecciones privadas en el Museo Nacional de Arte.
En 1943, finalmente, el empresario Julio Mu?oz Ramonet compr¨® la Uni¨®n Algodonera. Mu?oz Ramonet era un conocido estraperlista de la posguerra barcelonesa que junto con su hermano y su madre se convirti¨® en el protagonista de un dicho que todav¨ªa hoy usamos en la ciudad: ¡°Despu¨¦s de Dios, los Mu?oz¡±. Y con la Uni¨®n Algodonera, Mu?oz Ramonet compr¨® tambi¨¦n C¨°dol Dret, que sigui¨® funcionando hasta la construcci¨®n del pantano de Sau en 1962. Por los impagos de la Uni¨®n Algodonera m¨¢s los intereses, aquella deuda inicial avalada por la colecci¨®n de arte de mi abuelo era ahora de m¨¢s de seis millones de pesetas. Mu?oz Ramonet, no obstante, dijo que como tras la Guerra Civil la Diputaci¨®n de Barcelona absorbi¨® las tareas propias de la Generalitat y ¡°hab¨ªa desaparecido la entidad acreedora¡±, el pr¨¦stamo y los intereses ya no se iban a devolver. Y no solo eso. Sino que reclam¨®, adem¨¢s, una compensaci¨®n por haber expuesto parte de la colecci¨®n en el Museo de Arte de Catalunya y por la p¨¦rdida de algunas obras durante la Guerra Civil. En 1949, tras valorar las obras perdidas y el uso que se hab¨ªa hecho de la colecci¨®n en 3,1 millones de pesetas, se estableci¨® que la Uni¨®n Industrial Algodonera ten¨ªa que abonar la diferencia que todav¨ªa se deb¨ªa: 3,2 millones de pesetas. Es decir, que 15 a?os despu¨¦s de que mi bisabuelo dejara como aval una colecci¨®n particular, la Uni¨®n Algodonera devolv¨ªa el cr¨¦dito pero se ahorraba m¨¢s de 700.000 pesetas. Aunque Mu?oz Ramonet, que sin duda quer¨ªa limpiar la imagen que se hab¨ªa labrado haciendo negocios truculentos durante la posguerra y las facilidades que el r¨¦gimen franquista le hab¨ªa procurado en Barcelona para hacer negocios y ganar dinero, decidi¨® que la ciudad fuera, tras su muerte, la heredera de la colecci¨®n.
Aunque siguen desaparecidas las obras del palacete de la calle Muntaner, que ayer abri¨® sus puertas a la prensa, el resto de la colecci¨®n de mi bisabuelo s¨ª puede verse en una sala del Museo Nacional de Arte de Catalunya. Que es donde deber¨ªa estar todo el arte que con triqui?uelas, privilegios y desproporcionadas injusticias compraron una gran parte de los coleccionistas catalanes de modo privado y usaron, vendieron y reprodujeron con la ayuda de falsificadores y compinches. Como si el patrimonio de un pa¨ªs perteneciera, antes que a nadie, a una sola clase social. Como si no fuera lo que hemos hecho de la historia todos nosotros.
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