Cumbre
Despu¨¦s de la ¨²ltima Cumbre Iberoamericana, en Panam¨¢ ha cundido un cierto esp¨ªritu de fracaso. La ausencia de una mitad de los l¨ªderes citados, incluido el Rey, desluci¨® la foto
Despu¨¦s de la ¨²ltima Cumbre Iberoamericana, en Panam¨¢ ha cundido un cierto esp¨ªritu de fracaso. La ausencia de una mitad de los l¨ªderes citados, incluido el Rey, que present¨® justificante m¨¦dico, desluci¨® la foto y ya sabemos que las fotos son fundamentales en estos actos. Nadie sabe si la cumbre se hunde, pero la idea de convocarla cada dos a?os reconoce lo complicado de coordinar las agendas e intereses de pa¨ªses tan latinos, en el mejor sentido de la palabra. Cada vez que el colof¨®n consiste en repetir que el idioma espa?ol goza de buena salud y es una fuente inagotable de riqueza intuimos que no ha habido otra cosa que llevarse a la boca que ese t¨®pico inagotable. Con Espa?a emperrada en el desmontaje de la cultura y el arte, sacarle tanto brillo a ese orgullo postizo suena a la peor esterilidad diplom¨¢tica.
Pero ser¨ªa un error equivocar las razones del fracaso. No es la puntual intrascendencia pol¨ªtica ni las ausencias significativas lo m¨¢s dram¨¢tico. La cat¨¢strofe se remonta en el tiempo y tiene que ver con la incapacidad de los pa¨ªses convidados a la cumbre para llegar a compartir un imaginario colectivo. La irrelevancia de nuestra comunicaci¨®n mutua era bien evidente en el pa¨ªs anfitri¨®n, Panam¨¢. Si quitamos a Rub¨¦n Blades, de nuevo la cultura como m¨¢ximo exponente nacional, carecemos de ninguna representaci¨®n m¨¢s all¨¢ de su fundamental Canal entre dos mares. Apenas nos llegan recreaciones de las maras y la carencia de un cine y una televisi¨®n significativos limita el conocimiento global.
Pasados los tiempos en los que Espa?a fue una imprescindible fuerza econ¨®mica para hacer crecer el audiovisual hispanoamericano, con un apoyo decidido por programas de coproducci¨®n y el esfuerzo de algunos significados ejecutivos en la compra de derechos de emisi¨®n de pel¨ªculas de aquel continente en nuestras televisiones p¨²blicas, inter¨¦s siempre ajeno a las privadas, tan solo la novela parece ser capaz de cruzar el oc¨¦ano y me temo que debido a su llevadero coste. La incapacidad para crear un v¨ªnculo televisivo, por ejemplo, limita la comunicaci¨®n y siempre condenar¨¢ a cualquier cumbre iberoamericana a una altura diminuta. Quiz¨¢ Panam¨¢ sea, ir¨®nicamente, el lugar perfecto para empezar a reconocer que lo que nos faltan son canales comunes.
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