Un maestro mod¨¦lico

En su reciente visita a Madrid en el marco del festival Rizoma, David Lynch se?al¨® que un artista no ten¨ªa por qu¨¦ sufrir para poder mostrar (o representar) el sufrimiento. La imagen del austr¨ªaco Michael Haneke ¡ªahora mismo en suelo espa?ol para recoger el Pr¨ªncipe de Asturias¡ª que ofrece el mod¨¦lico documental Michael H., de Yves Montmayeur, parece refrendar esas palabras: el autor de Funny games (1997) se revela en las im¨¢genes como un tipo esencialmente vitalista, incluso risue?o. Solo se le percibe crispado en el valioso fragmento que documenta el extenuante rodaje del tit¨¢nico plano secuencia que ocupaba la segunda secuencia de C¨®digo desconocido (2000). Haneke parece un maestro especialmente entrenado para convocar infiernos a partir de climas distendidos y, sobre todo, de una estrat¨¦gica complicidad con los actores que, en realidad, enmascara esa concienzuda planificaci¨®n previa que convierte al rodaje en una suerte de mal necesario, donde el azar parece tener poca cabida.

Montmayeur, un cin¨¦filo de exquisitos gustos heterog¨¦neos con especial debilidad por las identidades autorales exc¨¦ntricas y el cine oriental, estructura su retrato de Haneke en cronolog¨ªa inversa: de Amor (2012) a esa obertura para una Europa ag¨®nica que fue El s¨¦ptimo continente (1989). El documentalista usa declaraciones del autor y abundantes tomas de rodaje para construir un retrato contradictorio que logra algo tan dif¨ªcil como descifrar una metodolog¨ªa de trabajo que ha cristalizado en una de las carreras m¨¢s relevantes del cine contempor¨¢neo: un discurso empe?ado en desvelar lo que Europa esconde bajo la alfombra, donde el diagn¨®stico pesimista no compromete nunca la convicci¨®n humanista de un autor dispuesto a reconocer que, en el fondo, le gustan las personas.