¡®Interruptus¡¯
Sabemos que los recortes est¨¢n asumidos por la sociedad. Pero es indecente el cambio anunciado con las becas Erasmus. Bienvenida sea la rectificaci¨®n
Que el Gobierno hace trampas no lo duda nadie. Basta verificar c¨®mo inyecta dinero en la banca, en el autom¨®vil, en los peajes, mientras se lo niega a sectores tambi¨¦n necesitados. Basta comprobar c¨®mo utiliza el drama cuando le resulta menester y, sin embargo, recurre a la esperanza y la recuperaci¨®n cuando se trata de aplacar la depresi¨®n generalizada. A ratos uno tiene la sensaci¨®n de que es tal el nivel de trampantojo con el que envuelve a los ciudadanos que hasta un magnate de la ruleta como Sheldon Adelson se est¨¢ pensando si instalarse ac¨¢, no sea que se tope con alguien m¨¢s tramposo que ¨¦l. Pero la peor de las trampas es aquella que se practica sobre las reglas de juego. A mitad de una mano de p¨®quer tu rival decide que los sietes tendr¨¢n el valor de los ases.
Algo as¨ª les ha estado a punto de pasar a los erasmus espa?oles. Sabemos que los recortes est¨¢n asumidos por el conjunto de la sociedad sin la menor cr¨ªtica. Basta con ense?ar los agujeros contables como quien ense?a media teta en los carteles de un teatro. Pero lo que resultaba indecente es que tal cambio se perpetrara con los estudiantes desplazados y sus familias en plena ejecuci¨®n de los presupuestos del hogar. Bienvenida, pues, la rectificaci¨®n. Si lo que se persegu¨ªa es que la beca respondiera a un medido esfuerzo social podr¨ªa hasta aceptarse. Es volver a perjudicar, por en¨¦sima vez, a las clases medias, convertidas en Espa?a en el payaso de la lavadora. Ni son lo suficientemente pobres para recibir una beca, ni lo suficientemente ricos para mantener al hijo un a?o en alguna ciudad europea.
Lo interesante es detenerse a observar las estrategias. La rectificaci¨®n es posible cuando en otras ocasiones nos imponen la fatalidad. El esc¨¢ndalo era insostenible, parece. Y eso que ya hab¨ªa funcionado la otra estrategia habitual, la del desprestigio. En ella los medios se dejaron utilizar de manera soez. Se dibuj¨® a los becados como vagos, vividores, aprovechados del sistema, privilegiados a los que se puso el mote de orgasmus. Hasta los padres aceptaron que sus hijos eran unos caraduras. Por suerte ahora todo queda interruptus. Vuelve, quiz¨¢ por Navidad, el sentido com¨²n. O no. Veremos.
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