El poder literario de las preguntas moralmente necesarias
Juan Gabriel V¨¢squez cuestiona en ¡®Las reputaciones¡¯ a los creadores de opini¨®n
Despu¨¦s de tres novelas ¡°obsesivamente colombianas¡± escritas lejos de Colombia, Juan Gabriel V¨¢squez (Bogot¨¢, 1973) publica Las reputaciones (Alfaguara), novela corta armada sobre el terreno que pisa: es decir, el centro de Bogot¨¢, m¨¦dula hist¨®rica, social y pol¨ªtica del distrito donde creci¨® el autor de El ruido de las cosas al caer, Premio Alfaguara 2011.
¡°Gracias a la distancia, empec¨¦ a escribir sobre Colombia, pero eso me dio problemas¡±, explica V¨¢squez, quien impulsado por su ¡°gen realista¡± acababa llamando a sus familiares y amigos para que comprobasen sobre el terreno cualquier detalle que quer¨ªa narrar. ¡°Esta es mi primera novela sobre Bogot¨¢ escrita en Bogot¨¢. Y la idea de trabajar a pocas calles de mis escenarios y materiales ha sido muy beneficioso¡±, afirma sobre su nuevo libro.
En el origen de Las reputaciones est¨¢ el inter¨¦s por la figura del caricaturista pol¨ªtico colombiano Ricardo Rend¨®n, personaje de principios del siglo XX que se suicid¨® en 1931, muy cerca del lugar donde V¨¢squez, entonces joven aspirante a seguir la senda familiar como ilustre abogado, estudi¨®. ¡°Los libros de Rend¨®n estaban en la biblioteca de mis padres¡±, recuerda pausado el escritor en una desapacible ma?ana madrile?a, en la cafeter¨ªa de un hotel cuyo hilo musical invade cada silencio de este hombre de car¨¢cter aparentemente tranquilo.
V¨¢squez escribi¨® la novela rodeado de una serie de fetiches literarios que marcaron, en la sombra del escritorio, sus pasos. Se trataba de armar una novela corta, ¡°una especie distinta¡±, y se gui¨® de la mano de las narraciones cortas de Henry James, Carpe diem de Saul Bellow y Every man de Philip Roth. ¡°Pero fue la po¨¦tica de las novelas cortas de Henry James la que m¨¢s me marc¨®. Su defensa fan¨¢tica de la ambig¨¹edad¡±, apunta.
Un maltrecho personaje del pasado marc¨® el primer impulso de una obra que sin embargo se sit¨²a en el presente, en las preocupaciones de un escritor que reivindica el poder literario de las preguntas moralmente necesarias. En este caso se cuestiona sobre el poder de los creadores de opini¨®n, sobre su responsabilidad. Tambi¨¦n sobre las huellas de nuestros actos en un mundo fatalmente vigilado por todo tipo de ojos y c¨¢maras, donde no queda resquicio para pasar p¨¢gina despu¨¦s de un error. El suicidio de una cr¨ªa en Estados Unidos, acosada por sus propias fotos desnuda en las redes sociales, se cruz¨® por el camino de una novela, que como las dem¨¢s de V¨¢squez, se construyen sobre un trabajo previo de documentaci¨®n e investigaci¨®n. El sentimiento ante aquel tr¨¢gico suceso invadi¨® la escritura.
Pero el verdadero protagonista de Las reputaciones es Javier Mallarino, un caricaturista de ¨¦xito (¡°un heredero de Rend¨®n¡±), una leyenda en su pa¨ªs, un hombre hecho de otros muchos hombres, una leyenda viva en su pa¨ªs que ya entra en la tercera edad. Bajo su piel respira el trabajo de campo de su creador, una especie de andamio sobre el que se sustentan sus actos. ¡°En este caso mi personaje es un caricaturista, oficio que yo desconozco por completo. Podr¨ªa haber optado por un columnista, oficio que conozco mejor y que yo mismo practico, pero me interesaba su mirada,conocer m¨¢s a esta figura¡±.
La trama de la novela gira alrededor de una investigaci¨®n de sus personajes sobre lo que pas¨® 28 a?os atr¨¢s. Un momento oscuro del pasado que estalla en el presente: ¡°En mis otras novelas lo que estallaba era algo que sucedi¨® en el pasado colectivo colombiano y mientras que aqu¨ª es un pasado individual y privado. Pero la indagaci¨®n es la misma¡±.
Y de fondo, otra vez una reflexi¨®n que persigue a V¨¢squez en todos sus libros: la fragilidad de nuestra memoria. ¡°Las novelas son m¨¢s inteligentes que sus escritores y yo empec¨¦ a escribir una novela sobre la fragilidad de nuestra imagen p¨²blica y nuestra reputaci¨®n pero acab¨¦ regresando a una reflexi¨®n sobre la fragilidad de nuestro pasado, sobre el mito del pasado. Hacernos mayores es darnos cuenta de que es mentira la certeza que tenemos sobre nuestros recuerdos, que la memoria se puede modificar, que el simple descubrimiento de una carta puede cambiar todo nuestro relato¡±.
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