Contra piratas, zombis y robots
Acudan a hacer sus compras navide?as de libros a sus lugares naturales, las librer¨ªas Nadie duda de que tenemos demasiadas memorias y autobiograf¨ªas poco interesantes de pol¨ªticos
Imaginen c¨®mo estar¨¢n, a estas alturas, los almacenes de Amazon.es, ese monstruoso bazar de comercio electr¨®nico listo para engullirse un buen pedazo de la tarta de consumo navide?a, este a?o notablemente enriquecida gracias al regreso de la paga extra de los funcionarios. Me imagino a los estresados operarios de la sucursal espa?ola de la mayor tienda online del planeta agit¨¢ndose como industriosas hormigas entre kil¨®metros de estanter¨ªas atiborradas de productos de todo tipo, con ¨¦nfasis en juguetes y electr¨®nica. La maquinaria ya debe de estar bien engrasada, a juzgar por la muy difundida comunicaci¨®n en la que aseguran que en las Navidades pasadas, cuando solo llevaba unos meses implantada en Espa?a, la compa?¨ªa de Jeff Bezos recibi¨® 43.000 pedidos en un solo d¨ªa, y que este a?o esperan llegar a los 50.000. A pesar de que en los or¨ªgenes de su mete¨®rico negocio (valor de mercado: 119.000 millones de d¨®lares) estaba el libro, en las pasadas Navidades no figuraba ninguno entre los 10 productos que m¨¢s vendieron, lo que no impide que la muy opaca Amazon.es ¡ªque hasta 2015 seguir¨¢ disfrutando del subterfugio fiscal de pagar en Luxemburgo el IVA de los libros electr¨®nicos al 3%¡ª siga siendo la mayor amenaza que acecha a las librer¨ªas tradicionales. Pero no la ¨²nica. Hace unos d¨ªas recib¨ª (sin pedirla) una lista con enlaces a varias webs que mostraban c¨®mo bajarse ¡°libros gratis¡± (pero no de derecho p¨²blico) de Internet: el virus de la pirater¨ªa se ha propagado ante los ojos estr¨¢bicos de las autoridades espa?olas con la misma celeridad que si lo hubieran transmitido los mordiscos de una plaga de zombis pasados de anfetaminas. As¨ª que, si quieren contribuir a que el paisaje de nuestras ciudades y pueblos no se empobrezca, acudan a hacer sus compras navide?as de libros a sus lugares naturales, las librer¨ªas, donde ser¨¢n atendidos por profesionales que escuchar¨¢n sus preferencias y acabar¨¢n siendo sus c¨®mplices, y no por robots virtuales cebados con algoritmos que persiguen encasquetarles sus ¡°productos¡± preferentes. No olviden que el acto de comprar libros (tambi¨¦n e-books) ¡ªcomo el de elegir un buen vino¡ª es tanto m¨¢s placentero y civilizado cuanto m¨¢s consciente e intensivo, nada que ver con la compulsi¨®n del pirata que acumula todo lo que pilla: los japoneses tienen una palabra ¡ªtsundoku¡ªpara designar los libros comprados y no le¨ªdos, pero que yo sepa todav¨ªa no han inventado otra para los innumerables libros que los corsarios acumulan en sus tabletas y que nunca leer¨¢n. Acudan a las librer¨ªas de su barrio a buscar sus libros de papel: conviertan esa visita en parte de la fiesta. Dense un homenaje, y d¨¦nselo a los libreros: nunca se lo han merecido m¨¢s que ahora.
Desmemoriados
Lo malo no es tener recuerdos, sino lo que se hace con ellos. Aqu¨ª, al parecer, todo dios tiene memorias que publicar. Y no me refiero a la se?ora Esteban, ¡°la princesa del pueblo¡± (cada pueblo tiene la princesa que se merece, habr¨ªa dicho quiz¨¢s el Cernuda asqueado y lejano de Birds in the night), sino a toda esa significativa cuadrilla de pol¨ªticos nacionales y auton¨®micos que pretenden salvar sus culos del juicio no ya de la historia, sino de los que les votamos alguna vez y qui¨¦n sabe si alg¨²n d¨ªa de nuevo. En el ¨²ltimo trimestre han aparecido las de Gonz¨¢lez, Aznar, Zapatero, Solbes y Anguita, que se unen a otras recientes de Bono, Guerra o Revilla: algunas han constituido un clamoroso fracaso comercial, agravado por el pago a sus autores de anticipos fara¨®nicos, pero a ciertos editores no parece importarles (quiz¨¢s porque, a pesar de todo, les compense). Nadie duda de que ya tenemos demasiadas memorias y autobiograf¨ªas escasamente interesantes de algunos de los m¨¢s conspicuos dirigentes de los partidos del llamado ¡°arco parlamentario¡±, como tambi¨¦n abundaron, en los a?os de la Transici¨®n, las de pol¨ªticos del antiguo r¨¦gimen reciclados o sin reciclar que pretend¨ªan convencernos de sus credenciales (pre) democr¨¢ticas a golpe de ¡°?a m¨ª que me registren!¡±: fachas y aperturistas, tecn¨®cratas y opusde¨ªstas nos han dejado una monta?a de testimonios. Lo que se echa de menos, ya puestos, es escuchar tambi¨¦n la voz de los que no llegaron al Parlamento pero lo intentaron: aquellos l¨ªderes de los partidos m¨¢s a la izquierda que emergieron de las catacumbas de la clandestinidad y que en las primeras elecciones obtuvieron un respaldo insuficiente para llegar a las Cortes, pero sintom¨¢tico de un momento en el que todo, cualquier cosa (incluso las indeseables), parec¨ªa posible. Pienso en dirigentes como, por ejemplo, Jos¨¦ Sanroma (ORT), Blanco Chivite (PCE-ml), Eladio Garc¨ªa Castro (PTE), Eugenio del R¨ªo (MC), Miguel Romero, Jaime Pastor (LCR) o Jaume Roures ¡ªs¨ª: el mismo¡ª (LC), etc¨¦tera: individuos que determinaron la actividad de una militancia a veces fervorosa y que luego desaparecieron con estruendoso sigilo, y a otra cosa, mariposa. Pocas mujeres entre los dirigentes, claro, porque cuando los partidos clandestinos salieron a la luz y comenzaron a salir en las fotos, qued¨® claro que, con alguna excepci¨®n, las chicas de la extr¨ºme gauche tambi¨¦n hab¨ªan estado a la sombra de sus colegas masculinos (una de las excepciones fue Pina L¨®pez-Gay, del PTE, fallecida en 2000). Algunos han publicado despu¨¦s textos pol¨ªticos o circunstanciales, pero nada que ver con aut¨¦nticas memorias en que lo personal y lo pol¨ªtico se mezclan en el intento de entenderse a s¨ª mismos y lo que pas¨®. Supongo que habr¨ªa p¨²blico para leerlas, como lo ha habido en Francia, Alemania o Italia para las memorias de algunos de sus equivalentes marxistas-leninistas, mao¨ªstas o trotskistas. Lo que falta es la voluntad de los autores.
Pel¨ªcula
Ignoro cu¨¢ndo tendr¨¢n a bien sus distribuidores ¡ªuna casta particularmente secretista¡ª estrenar en Espa?a Mientras agonizo, la pel¨ªcula de James Franco basada en la novela (1930) de William Faulkner. El filme se present¨® en el pasado Festival de Cannes, de modo que ya se retrasa lo suyo. Faulkner, que firm¨® guiones para Hollywood, no ha tenido demasiada suerte con las adaptaciones cinematogr¨¢ficas de sus obras, entre otras razones porque el stream of consciousness y el mon¨®logo interior no facilitan su traducci¨®n en im¨¢genes. Recuerdo con agrado ?ngeles sin brillo (Douglas Sirk, 1957, basada en Pylon, una de sus novelas ¡°menores¡±) y con espanto la adaptaci¨®n que de El ruido y la furia hizo Martin Ritt en 1959, en la que la historia de los Compson parec¨ªa un drama histri¨®nico de Tennessee Williams, que tambi¨¦n hab¨ªa nacido en Misisipi. Las cr¨ªticas de la pel¨ªcula de Franco que he podido leer no son como para echar cohetes, pero tampoco horrorosas. Mientras esperamos el estreno de la ¨²ltima podemos consolarnos (re)leyendo la novela, una de las m¨¢s ¡°modernistas¡± y arriesgadas de Faulkner. La pueden encontrar en Alianza y en C¨¢tedra traducida por Mariano Antol¨ªn Rato y en Anagrama en versi¨®n de Jes¨²s Zulaika. Por cierto que James Franco, que interpreta en Mientras agonizo el papel de Darl Bundren, est¨¢ en la actualidad rodando una nueva versi¨®n de El ruido y la furia. Se ve que al chico le va Faulkner.
Babelia
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