La autor¨ªa de los Coen puede ser cargante

La rumorolog¨ªa con pretensiones de exactitud afirmaba que A prop¨®sito de Llewyn Davis se basaba en la autobiograf¨ªa de Dave Van Ronk, un m¨²sico cuya obra no conozco y que aparece ofreciendo su testimonio sobre el joven Dylan en el extraordinario documental de Scorsese No direction home. Los hermanos Coen han negado en varias entrevistas lo que afirmaba ese rumor. Y observando al personaje que protagoniza su pel¨ªcula deduces que es cierto. Te cuesta identificarlo con aquel se?or c¨¢lido, jovial, ir¨®nico y listo que narraba an¨¦cdotas jugosas sobre los primeros tiempos de Bob Dylan en el Village y su amistad con ¨¦l, a veces problem¨¢tica por la afici¨®n de Dylan a apropiarse de los discos que le gustaban en las casas en que le daban cobijo amigos y conocidos. Y, por supuesto, tampoco hay referencias sobre un cantante folk llamado Llewyn Davis, o alguien parecido a ¨¦l, en Cr¨®nicas, la primera parte de la l¨ªrica autobiograf¨ªa de Bob Dylan.

Por lo cual, deduces que este se?or pertenece exclusivamente a la imaginaci¨®n de Joel y Ethan Coen. Tambi¨¦n que se han divertido mucho escribiendo el guion, haciendo fr¨ªa notar¨ªa de las tragic¨®micas aventuras cotidianas que le ocurren a este perdedor irremediable. Existen antecedentes en su cine de historias que, sobre todo, les interesan a ellos, y que tambi¨¦n son alabadas fervorosamente por la cr¨ªtica. Se supone que es su cine m¨¢s personal e inquietante. All¨¢ ellos. Por mi parte, debido a carencias sobre el significado del arte o de no entender las narraciones heterodoxas y oblicuas, me resulta arduo o imposible encontrarles ese punto presuntamente genial. Sin embargo, disfruto enormemente cuando al parecer rebajan su autor¨ªa o esta puede ser degustada por variados tipos de p¨²blico, como en Muerte entre las flores, El gran Lebowski, Fargo, No es pa¨ªs para viejos y Valor de ley.

Por mi parte, no percibo el inter¨¦s de ser testigo durante un par de horas de las desventuras de un necio, sea este folk singer o astronauta, oficinista o panadero. El tal Llewyn no escribe canciones apasionantes, pero tampoco encuentro nada en su intemperie que me resulte atractivo en este fulano de gesto hosco que cada noche debe plantearse d¨®nde le van a prestar una cama, en sus feroces discusiones y reproches con la intensa e insoportable novia de un amigo a la que ha dejado embarazada, en su uso y abuso de un caricaturesco matrimonio de liberales que le dan refugio sin pedirle explicaciones, en sus vanas negociaciones con los ordinarios y prosaicos due?os de los clubs para que le dejen actuar en ellos, en las airadas conversaciones con su pragm¨¢tica hermana record¨¢ndole esta que ya se ha hecho lo suficientemente mayor para que su arte siga sin reconocerse, en su desesperada b¨²squeda callejera del fugado gato de sus anfitriones, en la man¨ªa que tiene un ex¨®tico desconocido en darle palizas a la salida de los clubs, en su s¨®rdido colegueo con otros cantantes tan poco inspirados como ¨¦l, en su habilidad para meter la pata y dar la bronca cada vez que se emborracha y deja suelta a su frustraci¨®n.

Unos Coen reconocibles pero tediosos

Y, como no, los Coen siguen poseyendo talentos evidentes, como su capacidad para crear atm¨®sfera, hacerte sentir el fr¨ªo externo e interno que puede provocar el invierno neoyorquino cuando todo va mal, algunas caricaturas con cierta gracia, las secuencias en las que aparecen dos actores aut¨¦nticamente gloriosos como John Goodman y F. Murray Abrahm interpretando a un yonqui filos¨®fico y perturbador y a un pragm¨¢tico y t¨¦trico productor musical, alg¨²n dialogo entre ¨¢cido y surrealista, con la marca de la casa. Imagino que el protagonista, Oscar Isaac, se ha esforzado en la creaci¨®n y los matices que le han exigido los Coen, pero su interpretaci¨®n me resulta tan cargante como su personaje. Es una pel¨ªcula con personalidad, pero en la que est¨¢n ausentes las virtudes que prefiero de sus creadores.