Pasi¨®n y paisaje en la versi¨®n oper¨ªstica de ¡®Brokeback Mountain¡¯
Estreno en el Teatro Real de la versi¨®n oper¨ªstica del relato de Annie Proulx, una obra de nuestro tiempo con un tema cotidiano
Por unas horas Madrid parec¨ªa Nueva York. O Houston, o Los ?ngeles, o una ciudad estadounidense de peso cultural. Se estrenaba una ¨®pera ambientada en Wyoming y Texas, fundamentalmente, con el fondo de la monta?a Brokeback, teniendo como soporte textual una historia tan real y tan dolorosa como la vida misma, elaborada por una escritora de Connecticut y puesta en m¨²sica por un compositor americano de renombre. Una ¨®pera de nuestro tiempo, con un tema cotidiano al estilo de un verismo del siglo XXI, bien estructurada, bien contada y suficientemente bien cantada. Nada que objetar a la calidad de la realizaci¨®n.
La ¨®pera ha sido tradicionalmente un g¨¦nero art¨ªstico con una gran capacidad para despertar sentimientos y emociones. La fantas¨ªa y la sorpresa han estado siempre de su lado. La pregunta que palpita a cada nuevo estreno es si existe una ¨®pera representativa de nuestro tiempo, y si es as¨ª qu¨¦ exigencias debe cumplir. En Brokeback Mountain el tema principal es de rigurosa actualidad, y poco o nada tratado en el terreno l¨ªrico. Se reivindica, como dir¨ªa el poeta Jacobo Cortines, la pasi¨®n y el paisaje. M¨¢s que una reivindicaci¨®n de la homosexualidad, se trata de un canto a la libertad sin contraindicaciones. El paisaje que envuelve el nacimiento de la pasi¨®n amorosa engrandece de forma po¨¦tica su desarrollo. La historia tiene lugar en Estados Unidos, pero podr¨ªa suceder en cualquier parte. Hay un toque americano en la cantina del comienzo, que recuerda en cierto modo las pinturas de Edward Hopper, pero poco m¨¢s. Las familias, los ni?os, son como en todas partes, con los mismos problemas y aspiraciones. La pareja homosexual va aceptando sus inclinaciones en un contexto propio de la sociedad actual. El libreto es descriptivo y no deja lugar a ambig¨¹edades. Es transparente y por momentos, ay, demasiado previsible, a pesar de la imaginativa introducci¨®n del fantasma y el coro. Las emociones son oper¨ªsticamente contenidas. ?Un signo de nuestro tiempo? Tal vez. Cuando Giuseppe Verdi introdujo en La traviata personajes semejantes a los que pod¨ªan estar como espectadores en el patio de butacas mantuvo al m¨¢ximo la emotividad en las escenas l¨ªricas a trav¨¦s del canto y la m¨²sica. En Brokeback Mountain los personajes son tambi¨¦n normales, de los que se encuentra uno por la calle, pero el tratamiento teatral y l¨ªrico es m¨¢s racional, m¨¢s controlado, m¨¢s narrativo al pie de la letra. E insisto, el libreto es impecable.
La tensi¨®n dram¨¢tica viene acentuada por la m¨²sica compuesta por Charles Wuorinen. Est¨¢ tan bien construida que crea una atm¨®sfera enriquecedora por su imaginaci¨®n y variedad. Se escucha con placer y sin sobresaltos. Las voces est¨¢n tratadas favoreciendo la comunicaci¨®n. Se integran en la construcci¨®n teatral y en la descripci¨®n sentimental, pero en pocos momentos se obtiene de ellas una sensaci¨®n de desgarro. La puesta en escena de Ivo van Hove es eficaz, con un sentido teatral preciso y r¨ªtmico. Tiene continuidad y se complementa con el tratamiento musical y vocal. Todo ello unido, atrae enormemente desde el punto de vista anal¨ªtico y conceptual, pero conmueve con limitaciones desde una mirada emocional.
Dirige con precisi¨®n y nervio Titus Engel a una entregada Sinf¨®nica de Madrid, que salva la papeleta con nota muy alta. El reparto vocal es muy homog¨¦neo con actuaciones estelares de Daniel Okulitch y Heather Buck. No faltan a la cita algunos de los cantantes emblem¨¢ticos de Mortier como Jane Henschel y Hannah Esther Minutillo. Con las reservas apuntadas, quiz¨¢s fruto de la impresi¨®n ante un primer visionado, el estreno de Brokeback Mountain ha resultado m¨¢s que satisfactorio. Es una ¨®pera con enjundia musical y un acertado equilibrio entre texto, teatro y voces. Con el estreno mundial, Gerard Mortier se ha salido con la suya, poniendo en pie uno de sus sue?os m¨¢s queridos. Su tenacidad ha llevado a buen puerto este proyecto. Dentro de unos a?os al recordar espect¨¢culos tan singulares como El perfecto americano, La reina india, Iolanta-Persephone o este Brokeback Mountain, entre otros, se le echar¨¢ de menos. Lo mismo ocurri¨® cuando parti¨® de Salzburgo o Par¨ªs. Con todas sus peculiaridades y sus irregularidades, Mortier tiene un instinto para la b¨²squeda de una nueva visi¨®n de la ¨®pera que, quer¨¢moslo o no, acaba ensanchando la amplitud de miras del espectador, al proporcionarle una apertura de ideas y est¨¦ticas. Con la planificaci¨®n de Brokeback Mountain le ha echado mucho valor. La recepci¨®n en clima de ¨¦xito constituye su mejor recompensa.
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