La mina de las 7.000 obras de arte
¡®The monuments men¡¯, la pel¨ªcula de Clooney sobre la brigada aliada que rescat¨® un tesoro del expolio nazi, saca a la luz la heroicidad de un pueblo minero de los Alpes
Falt¨® muy poco para que la mina de sal de Altaussee, a una hora de Salzburgo, se convirtiera en mayo de 1945 en la tumba de centenares de obras de arte de Rubens, Miguel ?ngel, Tintoretto, Rembrandt, Vermeer, Leonardo da Vinci o Goya. En los estertores de la II?Guerra Mundial, una unidad especial de las fuerzas armadas estadounidenses apodada Monuments Men protagoniz¨® en aquella excavaci¨®n uno de los hallazgos culturales m¨¢s importantes del siglo?XX. Encontraron alrededor de 7.000 obras de arte robadas por los nazis por toda la Europa ocupada. El rescate de este tesoro ¡ªen el que hab¨ªa piezas de incalculable valor como La Madonna de Brujas, esculpida en m¨¢rmol por Miguel ?ngel, o el retablo La adoraci¨®n del Cordero M¨ªstico,de Jan van Eyck¡ª hab¨ªa sido una trepidante carrera contra el reloj en la que a punto estuvo de saltar todo por los aires.
Parte de lo que sucedi¨® en aquellos d¨ªas lo cuenta ahora The monuments men, la nueva pel¨ªcula dirigida por George Clooney, que se estrena hoy en la Berlinale y se podr¨¢ ver a partir del 21 de febrero en Espa?a. Pero lo cierto es que ninguna de las escenas ha sido rodada en los impresionantes escenarios originales, que apenas han cambiado desde entonces, sino en los estudios Babelsberg de Potsdam y en exteriores alemanes. El filme destaca el hero¨ªsmo de un grupo de historiadores de arte, directores de museos y restauradores, especialmente estadounidenses y brit¨¢nicos, que deb¨ªa localizar y recuperar obras de arte desaparecidas durante la guerra. Pero la realidad es muy distinta: cuando ellos llegaron, el peligro ya hab¨ªa pasado. Eso es lo que cuenta el periodista Konrad Kramar en su libro Mission Michelangelo.
La cantera de sal escond¨ªa obras de Rubens, Miguel ?ngel o Vermeer
Un d¨ªa despu¨¦s de la capitulaci¨®n de Alemania, el 9 de mayo, el grupo se adentr¨® en uno de los principales enclaves de la llamada Fortaleza Alpina, que los aliados consideraban el ¨²ltimo basti¨®n de la resistencia nazi. En este remoto e id¨ªlico pueblo de los Alpes austriacos se hab¨ªan escondido en los ¨²ltimos meses de la II?Guerra Mundial algunos de los principales l¨ªderes nazis, como Ernst Kaltenbrunner, jefe de la Oficina General de Seguridad del Reich (de la Gestapo), y Adolf Eichmann, uno de los m¨¢s infames responsables del Holocausto. En realidad, trataban de pasar inadvertidos y escapar de los aliados. Con ellos se llevaron todo el oro y riquezas que hab¨ªan robado, mayoritariamente, a familias jud¨ªas exiliadas, deportadas o asesinadas. Cuando el grupo lleg¨®, no hubo resistencia militar, ni de guerrillas. Solo puestos abandonados, soldados desorientados, una poblaci¨®n temerosa y una mina de sal llena de obras de arte. Un acopio destinado a formar parte de un viejo sue?o de Hitler: el Museo del F¨¹hrer de Linz.
El expolio hab¨ªa comenzado en 1938 con obras procedentes de museos, iglesias, galer¨ªas, grandes y peque?as colecciones privadas mal pagadas o simplemente expropiadas a sus propietarios jud¨ªos. Al principio, Hitler las almacen¨® en algunos museos y en sus residencias y oficinas en Alemania. Pero acab¨® traslad¨¢ndolas a las minas cuando su imperio empez¨® a tambalearse. El tesoro nazi empez¨® a rodar en trenes y camiones hacia Altaussee ya en el oto?o de 1943 y no dej¨® de hacerlo hasta casi el final de la guerra.
Cuando brit¨¢nicos y estadounidenses llegaron, el peligro ya hab¨ªa pasado
En la locura apocal¨ªptica de los ¨²ltimos meses, Hitler hab¨ªa ordenado la aniquilaci¨®n total de los recursos del Reich para no dejar nada en manos de los aliados. Sus seguidores m¨¢s fan¨¢ticos cumplieron sistem¨¢ticamente las ¨®rdenes mientras otros meditaban la t¨¢ctica apropiada para cambiar de bando y venderse a los aliados. Estas dos posturas colisionaron tambi¨¦n en Altaussee. La m¨¢xima autoridad de la regi¨®n, el ferviente nazi August Eigruber, estaba dispuesto a obedecer hasta el final a su F¨¹hrer y tras el suicidio de Hitler consider¨® que las obras de arte almacenadas en la mina deb¨ªan ser destruidas. Orden¨® a las SS colocar en la excavaci¨®n ocho cajas con media tonelada de explosivos cada una.
Los mineros, entre los que hab¨ªa desde nazis convencidos hasta amigos de la resistencia que se escond¨ªan en las cimas alpinas, empezaron a inquietarse. Movidos por el af¨¢n de salvar la mina que les hab¨ªa proporcionado el sustento durante tantos a?os ¡ªen ning¨²n caso pensaban en las obras de arte¡ª se pusieron manos a la obra. Dos de ellos, Hermann K?nig (con contactos en la resistencia) y Alois Raudaschl (miembro del partido nazi) tuvieron la idea desesperada de recurrir a la ayuda del propio jefe de la Gestapo: Kaltenbrunner. El gerifalte se encontraba aquellos d¨ªas con su amante en su villa de Altaussee y Raudaschl contact¨® con ¨¦l a trav¨¦s de su amiga, Iris Scheidler, mujer del ayudante de Ernst Kaltenbrunner. El jefe de la Gestapo escuch¨® al temeroso minero y dio permiso inmediato para sacar las bombas de la mina, imponiendo su autoridad sobre la del responsable de la regi¨®n Eigruber. Conscientes de la falta de tiempo y del riesgo de la acci¨®n, los mineros se apresuraron y consiguieron sacar las bombas en la ma?ana del 4 de mayo. Para evitar que los soldados de Eigruber pudieran provocar otros da?os, colocaron explosivos en las diferentes entradas de la mina, que en tres horas qued¨® sellada y protegida.
Cuadros y esculturas empezaron a llegar en camiones en oto?o de 1943
Fueron d¨ªas y horas de gran confusi¨®n en las que muchos trataron de cambiar r¨¢pidamente el carn¨¦ del partido nazi por otro de la resistencia. Kaltenbrunner pens¨® que tal vez su ayuda en el salvamento de la mina y de las obras de arte le servir¨ªa frente a los aliados. No fue as¨ª; su responsabilidad en la barbarie era demasiado grande y fue condenado a muerte en Nuremberg.
Al final de la guerra, Hitler orden¨® la aniquilaci¨®n de los recursos del Reich
Con el trabajo hecho por los aut¨¦nticos salvadores, cuyos descendientes en su mayor¨ªa desconoc¨ªan hasta hoy su heroicidad, los Monuments Men pudieron sacar el tesoro de la mina e iniciar la tarea de transportar y devolver las obras de arte. Un trabajo que todav¨ªa hoy no ha concluido. Algunas obras de arte siguen hu¨¦rfanas sin que nadie sepa con certeza qui¨¦n es su aut¨¦ntico propietario.
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