Reconstruyendo la escoria

Alan Clarke debut¨® en el cine en 1979 con Escoria, versi¨®n cinematogr¨¢fica del trabajo hom¨®nimo para el espacio Play for today que hab¨ªa realizado en 1977 y que la BBC decidi¨® no emitir por su cruda violencia. La pel¨ªcula documentaba la experiencia de tres j¨®venes ingresados en una prisi¨®n juvenil inglesa donde el sistema disciplinario, unido a los juegos de dominio y poder desarrollados por los propios internos, pulverizaba toda esperanza de rehabilitaci¨®n. En La perrera, segundo largometraje del franc¨¦s Kim Chapiron tras el desaforado debut que supuso su pel¨ªcula de terror Sheitan (2006), se reubica la estrategia planteada por Clarke y el dramaturgo Roy Minton en una prisi¨®n de Montana, proponiendo una suerte de remake m¨¢s o menos inconfeso ¡ªla deuda es reconocida, casi con la boca peque?a, al final de los cr¨¦ditos¡ª del controvertido cl¨¢sico del realismo brit¨¢nico.

La concisa presentaci¨®n de los tres protagonistas y el seco y contundente final sintetizan las mayores virtudes de la propuesta: su concisi¨®n, su alergia a toda voluntad discursiva y su voluntad de huir de arquetipos y t¨®picos del g¨¦nero carcelario.?La perrera resbala ocasionalmente en alg¨²n montaje musical al servicio de cierta languidez indie y en esa ilustraci¨®n de la fantas¨ªa er¨®tica de uno de los personajes que recorre, sin palpable iron¨ªa, los clich¨¦s m¨¢s tronados de la filia MILF. En la piel de Banks, el mat¨®n de la c¨¢rcel, Taylor Poulin borda algunas escenas donde su sola presencia, y su calculada transgresi¨®n de las distancias de seguridad entre los cuerpos, cargan la pantalla de una violencia sumamente perturbadora.?La perrera no puede medirse con una pel¨ªcula como la ambiciosa y extraordinaria El profeta de Jacques Audiard, pero muestra a un cineasta meti¨¦ndose en estimulantes problemas y buscando una nueva voz que a¨²n no ha encontrado.