El Greco en Toledo: artista multimedia
La ciudad acoge la m¨¢s importante exposici¨®n montada nunca en torno al pintor El conjunto de 76 obras proyecta una mirada contempor¨¢nea sobre el cretense
Dos vistas sobre Toledo, tan c¨¦lebres como irreales en su composici¨®n topogr¨¢fica, fijan el inicio del viaje en torno a El Greco a trav¨¦s de cuatro siglos de leyendas, malentendidos, apropiaciones e infundios, en la muestra estrella de la conmemoraci¨®n del cuarto centenario de la muerte de Dom¨¦nikos Theotoc¨®poulos (1541- 1614). Una lleva aqu¨ª m¨¢s o menos desde 1600. La otra ha emprendido el regreso a casa desde el Metropolitan de Nueva York. Ambas se han colocado al comienzo de la exposici¨®n El Griego de Toledo (hasta el 14 de junio) en el Museo de Santa Cruz, uno de los m¨¢s bellos edificios de un lugar donde la competencia es realmente alta. Comisariada por Fernando Mar¨ªas, la muestra se ha presentado el jueves a la prensa y el viernes ser¨¢ inaugurada por la Reina.
Adem¨¢s de poner en situaci¨®n al visitante (que llega prevenido; el skyline de la ciudad retiene cierto sabor de ¨¦poca), ejercen un poder metaf¨®rico al colocar el casco urbano en un plano teatral y emparentarlo con la enorme sala de exposiciones en la que la Fundaci¨®n El Greco 2014 ha querido convertir la ciudad para la ocasi¨®n.
Al total de 76 piezas expuestas en Santa Cruz, llegadas de 11 pa¨ªses gracias a la generosidad de 45 prestadores (a¨²n se espera el advenimiento desde San Petersburgo de la ¨²ltima, un San Pedro y San Pablo), se a?ade la experiencia de visitar otros cinco escenarios de la vida y la obra del homenajeado: la sacrist¨ªa de la catedral, que interminables quebraderos de cabeza econ¨®micos trajo al pintor, la iglesia de Santo Tom¨¦, hogar de El entierro del se?or de Orgaz, el convento de Santo Domingo el Antiguo, lugar de un eterno descanso que no lo fue tanto (para disgusto de las monjas cistercienses, sus actuales moradoras, solo permaneci¨® all¨ª sepultado cuatro a?os), el hospital? Tavera o la capilla de San Jos¨¦, habitualmente cerrada al p¨²blico, pues es propiedad de los marqueses de Eslava, que ayer aceptaron las primeras visitas y contaron su historia de nobles recelosos.
El acceso temporal a la escondida capilla, terminada en 1599 y cuyo retablo corri¨® a cargo de nuestro hombre, es otro de los ingredientes que hacen de esta una ocasi¨®n ¨²nica. Y seguramente irrepetible. Adem¨¢s de la primera antol¨®gica dedicada en todo este tiempo a la trayectoria del artista en la ciudad en la que pas¨® la mitad (literal) de su vida, El Griego de Toledo se presenta como la exposici¨®n m¨¢s completa nunca consagrada al pintor en ninguna parte. Ello es debido a razones m¨¢s pr¨¢cticas que estrictamente econ¨®micas (aunque el presupuesto haya rondado los dos millones de euros): el abundante n¨²mero de pr¨¦stamos ¡ªmuchos venidos de EE?UU (la historia del recobrado inter¨¦s por la figura del cretense a caballo entre los siglos XIX y XX corri¨® paralela a los relatos de ¨¦xito de la plutocracia norteamericana)¡ª no servir¨ªa de gran cosa sin todo aquello que atesora Toledo siempre, esa colecci¨®n permanente que sigue ah¨ª cuando se extingue el humo de las velas de los centenarios.
La visita al Museo de Santa Cruz se completa con otros cinco espacios de El Greco en la ciudad
Y eso incluye la oferta del Museo del Greco, que no forma propiamente parte del recorrido; esta vez se ha querido centrar el foco en los lugares en los que el pintor dej¨® su huella en vida, recuerda Jes¨²s Carrobles, director general de la fundaci¨®n. Pese a ello, Gregorio Mara?¨®n y Bertr¨¢n de Lis, presidente de la fundaci¨®n, sum¨® los n¨²meros de la muestra a los de los fondos del museo para explicar que ¡°en Toledo se pueden contemplar ahora mismo unas 125 piezas del artista, cerca de la mitad de su producci¨®n total [unas 300 obras, seg¨²n los c¨¢lculos m¨¢s fiables]¡±.
¡°Nada de esto habr¨ªa sido posible sin el apoyo de la sociedad civil, que ha aportado un 85% del presupuesto¡±, explic¨® Mara?¨®n antes de afirmar que no se ha entrado ¡°en el mercadeo de los pr¨¦stamos de cuadros, tan en boga ahora en la pr¨¢ctica de algunos museos y fundaciones¡±. La conferencia de prensa, multitudinaria e internacional, la ofreci¨® el presidente junto al comisario Fernando Mar¨ªas, erudito con envidiables dotes para la comunicaci¨®n y autor de una apabullante monograf¨ªa reci¨¦n reeditada en una versi¨®n ampliada y mejorada por la editorial Nerea.
Mar¨ªas prometi¨® que el retrato de El Greco presentado en la exposici¨®n es el de ¡°un Greco visto desde hoy¡±. ¡°Un artista capaz de aprehender lo invisible con los mimbres de lo visible, un excelente pintor que disfruta pintando cosas bellas de un modo bello y, sobre todo, alguien que no solo produjo obra en lienzo, sino que en su trabajo para los retablos de la ciudad ejerci¨® como arquitecto, escultor, escen¨®grafo o iluminador en un acercamiento similar al del artista multimedia de nuestros d¨ªas¡±. Ese hecho, sumado a la influencia ejercida por su obra en las vanguardias del siglo XX, que recuperaron su figura como la de un mes¨ªas, podr¨ªa convertir a El Greco en el m¨¢s contempor¨¢neo de los artistas del siglo XVI espa?ol.
Cuando lleg¨® la hora de zambullirse en la penumbra en forma de cruz del museo (alentados por una exquisita museograf¨ªa en tonos dorados, a cargo de Mar¨ªa Fraile) fue posible comprobar que Mar¨ªas es hombre de palabra. La visi¨®n que de El Greco queda tras la visita se sit¨²a bien lejos de los t¨®picos que lo han ido pintando interesadamente como a un ser atormentado, toledano hasta el tu¨¦tano, excesivamente piadoso, encarnaci¨®n por excelencia de lo espa?ol o aquejado de astigmatismo. ¡°?Y por qu¨¦ pintaba entonces esas figuras alargadas?¡±, se interrogar¨ªa despu¨¦s el comisario, adelant¨¢ndose a la inevitable pregunta. ¡°No era, eso seguro, por un problema oftalmol¨®gico. Muchos de estos cuadros fueron concebidos para ser vistos desde abajo [y as¨ª se han colocado algunos en el recorrido]. Y luego es que cre¨ªa que las personas altas son m¨¢s bellas¡±.
Aunque en lo que m¨¢s crey¨® El Greco fue probablemente en s¨ª mismo: nunca olvid¨® su condici¨®n de extranjero (rubricaba sus obras con su nombre en griego) y siempre se mostr¨® convencido de su estilo, perfilado acumulativamente con el tiempo y las distintas etapas de su vida: los a?os del aprendizaje en Italia, los finales en Toledo y los d¨ªas en Creta, representados en la muestra por unos extraordinarios iconos juveniles y por el c¨¦lebre tr¨ªptico de M¨®dena.
Adem¨¢s de ser una de las joyas de la exposici¨®n, ofrece una pista irrefutable de la fidelidad que El Greco siempre se profes¨® a s¨ª mismo. En una de las esquinas de la tabla, el infierno asoma por las fauces de un drag¨®n que reaparecer¨¢ al final del recorrido en La adoraci¨®n del nombre de Jes¨²s.
Tras la visita a Santa Cruz, donde las obras maestras (el Cristo crucificado con dos donantes, del Louvre, El caballero de la mano en el pecho, la Santa Faz de Santo Domingo el Antiguo, El cardenal Ni?o de Guevara¡) se suceden en un sobresalto continuo, hubo oportunidad de discutir sobre el terreno, en el hospital de Tavera, las teor¨ªas de Mar¨ªas sobre El Greco como ¡°artista multimedia¡±, ante toda una instalaci¨®n del siglo XVII: el tabern¨¢culo y Cristo Resurrecto, cuya forma remite al Escorial en otra prueba de que el cretense nunca se quit¨® del todo de la cabeza el sonoro desenga?o sufrido al ser rechazado por Felipe?II, que no quiso contar con ¨¦l para su gran obra tras quedar desencantado con El martirio de San Mauricio.
Aquel fracaso personal fue lo que seguramente empuj¨® a El Greco a Toledo, donde, afirma Mar¨ªas, ¡°el efecto tela de ara?a¡± hizo el resto. Se fue quedando: tuvo un hijo, enviud¨®, el pleito mantenido con la catedral por el pago del conjunto que ide¨® para la sacrist¨ªa se alarg¨® demasiado¡ y cuando se quiso dar cuenta, quiz¨¢ fuera demasiado tarde para dejar ciertas costumbres.
O no. Pese a que en el ¨²ltimo siglo se ha avanzado mucho en el conocimiento de su biograf¨ªa (a trav¨¦s tambi¨¦n de sus escritos, que adornan las paredes de la muestra), se hace dif¨ªcil con El Greco separar las certezas de las conjeturas.
As¨ª que terminaremos con una hip¨®tesis. Sabiendo lo mucho que era capaz de pelear por sus emolumentos (contribuy¨® a elevar los pagos al gremio y a dignificar el trabajo intelectual de su profesi¨®n) y considerando que siempre andaba corto de dinero, es posible que el cretense estuviera hoy maravillado con la que se le viene encima a Toledo en su centenario: se calcula que la exposici¨®n podr¨ªa atraer a 250.000 visitantes y que la ciudad espera hasta un mill¨®n de turistas este 2014, atra¨ªdos por el A?o Greco.
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