Bernardo Atxaga viaja al Oeste
El escritor publica 'D¨ªas de Nevada', un h¨ªbrido en el que cabe biograf¨ªa, novela, ensayo y cuento
Bernardo Atxaga acaba de aterrizar en Madrid. A las cuatro de la ma?ana, saltaba de la cama para tomar el vuelo que lo ha tra¨ªdo desde Bilbao. Le pesa el madrug¨®n y los flecos del jet lag que le ha dejado un viaje a Australia para participar en un festival literario con ochenta horas de tr¨¢nsito. La entrevista se realiza en el jard¨ªn de un tranquilo hotel, situado en la calle de Orfila, donde ?casualmente! se realizan obras de acondicionamiento en una fachada pr¨®xima. Al sonido del martillo neum¨¢tico se suma el rotor de un helic¨®ptero que parece moverse en c¨ªrculos sobre nosotros. Precisamente los helic¨®pteros, pero del ej¨¦rcito norteamericano, forman parte del paisaje de su nuevo libro. Un buen principio. Atxaga siempre tiene mil historias que contar. El narrador vasco reaparece con D¨ªas de Nevada, un h¨ªbrido sin g¨¦nero que arranca como un diario en Reno el 15 de agosto de 2007, con la llegada del escritor y su familia a la universidad como escritor invitado.
¡°En el jard¨ªn, los primeros bluebird de la ma?ana alborotan entre las ramas. El mapache est¨¢ bajo uno de los ¨¢rboles, mirando hacia arriba¡±. Las primeras p¨¢ginas rezuman impresiones y escenas cotidianas del lugar al que acaban de llegar hasta que una voz interior parte el relato en dos mitades: por un lado, Virginia City y, por otro, las vivencias enterradas en la s¨¦ptima u octava capa de su memoria. Ah¨ª comienza a escribir acerca de los recuerdos, sue?os o evocaciones que le despierta el paisaje. Y el diario se transforma paulatinamente en un cuento, un ensayo, una biograf¨ªa o una novela. Un puzle que podr¨ªa explicarse con el ejemplo de uno de los relatos en el que narra la historia de un caballo electrocutado en Asteasu, su pueblo, y el problema que le ocasion¨® a su padre, una de esas situaciones que uno imagina en ese mundo imaginario de Obaba y que Atxaga ha convertido esta vez en un cuento que naci¨® as¨ª: ¡°En el lago Pir¨¢mide, vi unos caballos salvajes encerrados en un corral porque ya no saben vivir solos. El paisaje externo me llev¨® al otro caballo contiguo en mi memoria¡±.
El paisaje de Nevada, abierto como el paisaje de su propio pasado, su interior o su cabeza, le ayud¨® mucho en el proceso de creaci¨®n.
D¨ªas de Nevada ha removido muchas cosas en el interior de este narrador. A efectos pr¨¢cticos considera que ha sido como si hubiera estado un tiempo retirado y d¨¢ndole vueltas a las cosas aunque, como es vasco y cercano a la patria de san Ignacio, le gusta decir que ha estado como ¡°de ejercicios espirituales¡±. Ahora, tras el reposo vuelve con decisiones importantes sobre c¨®mo escribir o c¨®mo vivir: ¡°Yo lo llamo la tercera vuelta de mi vida, la primera hasta los treinta y la segunda hasta los sesenta¡±. En esa l¨ªnea de edad, en la que uno nota que ya poca gente le tutea, sit¨²a el valor de la experiencia. ¡°Cuando empec¨¦ a escribir no sab¨ªa¡, por ejemplo, nunca hab¨ªa estado en un hospital, no ten¨ªa ni idea de lo que supon¨ªa criar un ni?o. Incluso cuando hice Ababakoak notaba que me faltaban recursos, que daba saltos ret¨®ricos. Ahora s¨¦ que solamente a partir de cierta edad llegas a la verdad po¨¦tica que te permite entender algo concreto. Y me gusta esa impresi¨®n nueva¡±, cuenta al tiempo que da un sorbo al cuarto caf¨¦ del d¨ªa. ¡°Es una de las buenas cosas que tiene cumplir a?os. Ahora escribo desde ah¨ª, aunque cuando me pongo sobre el papel siento que no tengo edad¡±.
El paisaje de Nevada, abierto como el paisaje de su propio pasado, su interior o su cabeza, le ayud¨® mucho en el proceso de creaci¨®n. En cierto modo hizo suya una reflexi¨®n de P¨¦rez Gald¨®s sobre Castilla, en la que describe los lugares vac¨ªos como un tormento para la imaginaci¨®n. ¡°Los fantasmas, las historias m¨¢s duras, crecen en ese terreno y ponen en marcha ese otro paisaje que todos tenemos dentro y que abarca desde la ni?ez al d¨ªa ese en que vas de visita al desierto. Es curioso, pero al empezar a escribir sent¨ª que me mov¨ªa por dos itinerarios que se mezclaban, uno f¨ªsico que era el del desierto o el de la ciudad que atravesaba llena de militares del ej¨¦rcito de Estados Unidos y, otro, ese camino en el que, igual que con los caballos salvajes o los boxeadores esas escenas se empastan con mi pasado¡±. D¨ªas de Nevada se lee tambi¨¦n como una reflexi¨®n de su manera de entender la vida. ¡°El narrador debe ser ¨¢gil, tener ritmo. Como lector no soporto los textos discursivos que conducen a la filosof¨ªa. La mano debe ser joven, pero la cabeza est¨¢ bien que tenga 60 a?os. Una cierta torpeza al entender las cosas puede venir bien. Me ha costado mucho tiempo entender a mi familia y a mis amigos, ese peque?o pueblo en que te mueves, y eso ha sido posible en ese espacio de soledad, tan lejos de casa¡±.
Biograf¨ªa y ficci¨®n
Uno tiene la impresi¨®n de que est¨¢n asistiendo a uno de los mejores momentos de la narrativa vasca. Gira la mirada hacia atr¨¢s y se encuentra con tres obras: Bilbao-New York-Bilbao (2008) de Kirmen Uribe, Twist de Harkaitz Cano (2011) y Martutene (2012) de Ramon Saizarbitoria. Sin ninguna duda a la lista habr¨¢ que a?adir el impresionante D¨ªas de Nevada (2013) de Bernardo Atxaga. P¨®quer de ases. Veteran¨ªa y renovaci¨®n. Cuatro personalidades individuales y distintas. Un gran big bang de la constelaci¨®n literaria en lengua vasca.
La ¨²ltima obra de Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) se ha escrito desde la ra¨ªz del dolor de la p¨¦rdida de las personas queridas y desde la tranquila sabidur¨ªa del dominio de un mundo narrativo y de la experiencia en la creaci¨®n de mundos simb¨®licos. En su D¨ªas de Nevada (del Estado de Nevada y no, en molesta homofon¨ªa, "d¨ªas de nevada") puede apreciarse que el autor ha encerrado en esa narraci¨®n la condensaci¨®n de su mundo narrativo, por ello recuerda tanto a otras referencias personales del autor. El esp¨ªritu inconformista de Atxaga, que no parece saciarse, y que le ha llevado a cambiar de est¨¦tica a lo largo de su obra, se muestra aqu¨ª por medio de la autotraducci¨®n, lo que le permite cambios en las versiones: ha suprimido acciones y narraciones del original en euskera, y as¨ª las dos versiones son diferentes.
D¨ªas de Nevada relata la estancia del autor y su familia en la Universidad de Reno (Nevada) entre agosto de 2007 y junio de 2008. El libro toma en un primer momento el sesgo de un diario que el autor lleva d¨ªa a d¨ªa consignando la fecha, pero a mitad de la obra, el narrador se adentra en la creaci¨®n de una ficci¨®n casi policial.
Puede pensarse que aqu¨ª est¨¢ el resumen de la constelaci¨®n narrativa de Atxaga. Por eso puede llamarse novela a este texto que muestra su car¨¢cter h¨ªbrido desde el primer momento como en ese ¡°un saco donde cabe todo¡±, recordando la famosa definici¨®n de novela.
Al ritmo de la lectura, pueden establecerse paralelismos con la obra anterior del autor. La ciudad de Reno puede referirse a la que el autor dise?¨® en Ziutateaz [sobre la ciudad] (1976). El desierto de Nevada trae a la memoria el de Etiop¨ªa (1978), su primer poemario y el que dio resonancia y visibilidad al autor, aunque sean distintos los signos de los dos desiertos. Quien haya le¨ªdo Bi anai (1985)/ Dos hermanos volver¨¢ a disfrutar de la presencia de los animales y de su signo simb¨®lico en la ficci¨®n. De Obabakoak (1988) se retoma el personaje y la narraci¨®n impactante de Jos¨¦ Francisco, el primo autista, pero se cambia el tono y la perspectiva: aqu¨ª el tono resulta realista, y se cuenta la historia tr¨¢gica de una familia hundida en el dolor de una desgracia que viene sin avisar y se realiza un contraste serio entre la situaci¨®n mortal del autista y del yo del narrador, inconsciente ante la muerte, inici¨¢ndose en una relaci¨®n amorosa, como si Eros ganara, esa vez, a T¨¢natos. La trama policial, y las conversaciones ante la mesa llevan a Gizona bere bakardadean (1993)/ El hombre solo. Y el lector vuelve a encontrase con viejas obsesiones como las voces interiores que los personajes no pueden eludir, la mezcla de pasado y presente en la narraci¨®n, las m¨²ltiples perspectivas, los ricos "ejercicios de estilo"; con la maravillosa narraci¨®n, tan llena de piedad, de Adri¨¢n y Nadia, que contrasta con otra de las obsesiones de Bernardo Atxaga, el boxeo y el magistral retrato de la crueldad y de la miseria moral del oportunismo pol¨ªtico del boxeador Uzcudun, y con el humor en el viaje que el narrador realiza con su madre por Italia, que se entrelaza con otra historia sobre Hillary Clinton.
Es cierto, en D¨ªas de Nevada puede encontrarse todo Atxaga, pero hay cosas nuevas, sobre todo la emoci¨®n de un autor que se siente libre de utilizar el tono y el g¨¦nero que m¨¢s le apetece, de manera que la polifon¨ªa del narrador es extraordinaria, como si fuera due?o de una caja de Pandora de la que puede sacar cualquier registro: un recuerdo, un correo electr¨®nico, una narraci¨®n, una descripci¨®n, un recorte de un diario. Pero a la pluralidad de sentidos, al enciclop¨¦dico mundo de referencias, literatura y m¨²sica en primer lugar, se une una voluntad de unidad que se respira en la obra. Cuatro ejes de sentido se definen en D¨ªas de Nevada: las excepcionales descripciones de la naturaleza; la atenta mirada a la sociedad norteamericana, con la asistencia a los m¨ªtines de Barack Obama y Hilary Clinton; el miedo difuso a que pueda pasar algo malo a sus hijas y que atenaza, y la muerte de los padres.
Y la fuerza de la recepci¨®n de los temas en el lector se produce porque Atxaga es uno de los mejores escritores actuales en la utilizaci¨®n de los s¨ªmbolos, y as¨ª la ara?a venenosa refleja una met¨¢fora del miedo y de la angustia, de la misma manera que las orqu¨ªdeas negras se?alan la excepcionalidad del dolor ante la muerte de su madre, imagen que se enriquece con el recuerdo de las historias divertidas que ella, con buen humor, contaba en el pasado.
D¨ªas de Nevada el libro m¨¢s personal de Bernardo Atxaga, el m¨¢s plural, un viaje entre la piedad y el dolor en la que no falta la mirada bien humorada.
D¨ªas de Nevada. Bernardo Atxaga. Traducci¨®n de Asun Garikano y Bernardo Atxaga. Alfaguara. Madrid, 2014. 408 p¨¢ginas. 19,50 euros
Desde que lleg¨® a Reno, Atxaga ((Asteasu, Gipuzkoa, 1951), cuyo verdadero nombre es Jos¨¦ Irazu Garmendia, empez¨® a tomar cientos de notas. Lo hace continuamente, pero aquel espacio, sin apenas referencias, le motiv¨® m¨¢s de lo ordinario. Al final, reuni¨® casi trescientas piezas o piececitas que luego dej¨® en 150 para el libro en euskera (idioma en el que escribe) y 130 en castellano. Suprimi¨®, por ejemplo, un texto de 30 folios sobre la imagen de Lawrence de Arabia y otro sobre un equipo de cross del colegio porque pensaba que se desviaba de las corrientes principales de estos itinerarios. Lo duro al final fue encontrar el orden de las piezas. La versi¨®n original arrancaba con el asesinato de una joven a 40 metros de su casa, pero lo cambi¨®: ¡°Al ocurrir tan cerca de donde viv¨ªa me permiti¨® tener una experiencia singular, como que vinieran predicadores a leer salmos a tu casa o hablar con la gente del FBI, pero el tema de fondo era el miedo. El asesino andaba suelto y hostigaba a las ni?as, pensaba en mis hijas, miraba las ventanas tan accesibles¡, el miedo te hace tener una percepci¨®n distinta de lo real¡±.
Atxaga reconoce que el riesgo cuando llegas a un paisaje que desconoces es que t¨² provoques las historias. En su caso fue justo lo contrario. Tomaba apuntes seg¨²n le ven¨ªan a la cabeza, capturaba los sue?os y ensayaba f¨®rmulas. Le horroriza forzar los temas. La costumbre acaba por quitar valor a la percepci¨®n. Cuando uno deja atr¨¢s su paisaje habitual, en el que la vida cotidiana parece no moverse y ni siquiera reparamos ni en el ¨¢rbol que tenemos al lado ni en la gente que nos rodea, y entra en un espacio distinto ante gente nueva, la sensaci¨®n que produce es ¡°como si te atacara una alergia. Es incomparable la manera como te afectan las cosas cuando est¨¢s fuera¡±, cuenta. Como ejemplo de uno de esos ataques de alergia, cuenta lo sucedido con Paulino Uzcudun, un personaje al que siempre ha sentido cerca. Conoc¨ªa la historia previa, la de su padre, un luchador amateur que es un relato de Obaba y luego la del propio boxeador con sus luces y sus sombras. Al fin y al cabo, creci¨® a ocho kil¨®metros de su pueblo. Lo llamaban el le¨®n de los Pirineos, el coloso vasco, el toro espa?ol. Luc¨ªa dientes y muelas de oro, sonre¨ªa como un orangut¨¢n, paseaba por San Sebasti¨¢n en un descapotable, incluso, se hizo una copla en su honor y su cara sali¨® en los sellos. Conoc¨ªa tambi¨¦n el final, cuando decidi¨® unirse a las tropas de Franco y se convirti¨® en un tipo al que mucha gente detestaba. ¡°Con toda esa historia en la rec¨¢mara, un d¨ªa caminando por Carson City veo su imagen con Jack Dempsey y con Max Baer, dos boxeadores que han hecho historia, y compruebo que el combate se celebr¨® en Reno y que Uzcudun se entren¨® all¨ª mismo. Mi primera reacci¨®n fue buscar ese lugar. Aquellos encuentros dieron lugar a tres textos¡±. Decidi¨® dejar fuera del libro una pieza de Uzcudun que acababa en Urtain, ¡°un tipo bueno que no pudo aguantar la vuelta del destino, el retroceso cuando dejas de ser el amo¡±.
Personalmente siente predilecci¨®n por la gente que se sit¨²a al margen de la sociedad, outsiders tr¨¢gicos, en algunos casos amigos con los que se ha cruzado a lo largo de su vida y a los que dedica un soliloquio en el libro. Para ¨¦l, hijo de maestra y de carpintero, la poes¨ªa que destilan esos personajes le resulta tan cercana y natural como precisar que el nogal con el agua toma un color violeta porque creci¨® entre maderas. En esa b¨²squeda interior que ha supuesto su nuevo libro no faltan las referencias a la biograf¨ªa de su familia, con detalles tan ¨ªntimos como la muerte de sus padres. Los ¨²ltimos d¨ªas de su progenitor en el hospital o las llamadas por tel¨¦fono a su madre, convertida ya en una mujer quejosa y triste que parece habitar otro planeta.
A toda esa amalgama de memoria y escenarios se une lo que el paisaje te pone en bandeja a cada paso, regalos de la vida, como el encuentro con un grupo de fontaneros vascos, en un bar de Las Vegas. Su esposa y las ni?as se hab¨ªan subido a la habitaci¨®n y Atxaga tomaba un whisky antes de acostarse. ¡°Espero que no lo lean las mujeres de fontaneros, pero se trata de un equipo que me cuenta una historia bastante sofisticada: son una gente que con el dinero que les dan los mayoristas lo juntan y se van juntos de viaje. A la familia le dicen que se van a M¨¦xico y, efectivamente, van a M¨¦xico y fotograf¨ªan lugares religiosos, como 1.500 fotos de iglesias y templos, pero luego dan el salto y se van a Las Vegas, donde no hacen fotograf¨ªas¡±.
En Estados Unidos ha encontrado tambi¨¦n retazos de su infancia y juventud que lo ligaban ¨ªntimamente al coraz¨®n de ese pa¨ªs, como las pel¨ªculas del Oeste, los c¨®mics o la m¨²sica. ¡°En uno de los primeros viajes por all¨ª, llegamos al Surprise Valley, un vergel en medio del desierto, ¨ªbamos con un amigo que nos llev¨® a un rancho, y cuando se abre la puerta, de frente al otro lado del pasillo, contemplo una imagen a tama?o real de John Wayne, un actor que forma parte de mi paisaje interior; en el lago Pir¨¢mide veo dos paiutes pescando y entr¨¦ en shock. Para m¨ª eso no es un paisaje ajeno, estoy en un lugar donde hay indios, cowboys, desiertos, serpientes de cascabel¡ Estuve en la cabina telef¨®nica desde la que Arthur Miller llamaba a Marilyn mientras rodaba Vidas rebeldes y esperaba el divorcio. Nevada ha vivido del divorcio, la prostituci¨®n y el juego, los casinos con esas luces apasteladas dan la sensaci¨®n que te dice ven, como la casa de Hansen y Gretel¡±. Y todo ello regado con buena m¨²sica. Suenan muchas bandas en D¨ªas de Nevada: Jefferson Airplane, The Mamas and the Papas, Neil Young, mezcladas con t¨ªtulos de Ginsberg, Kerouac o la biograf¨ªa de Dylan. ¡°De las cosas m¨¢s gratas que he encontrado en Estados Unidos es su relaci¨®n con la m¨²sica, me gusta mucho c¨®mo tocan la guitarra, en cualquier bar o chiringuito encuentras un tipo cantando. Me atrae la m¨²sica del Oeste¡±. Y eso coincide tambi¨¦n con sus gustos juveniles, el colegio, la adolescencia y sus primeros discos: Antoine, Jonny Hallyday o los Animals.
Atxaga est¨¢ contento. Al poner el punto final a D¨ªas de Nevada se ha quedado muy tranquilo, con la suave sensaci¨®n que deja sentirse inspirado y haber encontrado un camino para el siguiente libro, partiendo quiz¨¢s de los flecos que dej¨® aparte. ¡°?Quiero hacer h¨ªbridos! Se puede hacer literatura yendo por las autopistas narrativas de la novela hist¨®rica o del thriller, que te marcan los personajes y el tono, pero prefiero hacer lo que a m¨ª me parece m¨¢s genuinamente narrativo en este momento, que es que el texto se abra paso solo y, por conexiones, lleve a otro¡±. Claro que despu¨¦s de semejante parto necesitaba acallar las voces de su mente, excesivamente memoriosa. ¡°Hay una cabeza muy movida detr¨¢s de esas p¨¢ginas, pero el caos no es literatura, el escritor tiene un compromiso con la forma, no puede pintar en las paredes, tienes que adaptarte al marco¡±. Un don para un escritor, pero un suplicio para otros, como Miguel, uno de los personajes de D¨ªas de Nevada, pr¨®ximo a su familia, que ha conocido el infierno: ten¨ªa tanta memoria que se pon¨ªa a hablar y no pod¨ªa parar.
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