Manguera sin due?o
La legislatura de Rajoy comenz¨® en lo televisivo con aquella primera medida que fulmin¨® el nombramiento pactado entre partidos del presidente de RTVE
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La privatizaci¨®n de la gesti¨®n del canal televisivo de la comunidad aut¨®noma de Murcia plantea un dilema complicado. Se acepta porque cumple con los pasos de un proceso conocido y perfecto. El mal uso, el desprestigio y el posterior desapego general. El mantenimiento de los puestos de trabajo, al menos a corto plazo, y la propiedad sobre unas instalaciones que han sido costosas para los ciudadanos, cuestionar¨ªan la privatizaci¨®n absoluta. Pero al mismo tiempo, la idea recurrente del poder pol¨ªtico que se sacude sus responsabilidades, que declara de manera abierta que es incapaz de gestionar sus recursos con honradez y capacidad es algo deprimente. Porque no deja de ser perverso que se concedan estos recursos a una empresa privada, cuyo animo natural es el de ganar dinero y hacer negocio, mientras se trata de aparentar que el servicio p¨²blico saldr¨ªa reforzado y airoso.
La legislatura de Rajoy comenz¨® en lo televisivo con aquella primera medida que fulmin¨® el nombramiento pactado entre partidos del presidente de RTVE. En lugar de ampliar esa buena costumbre a las cadenas auton¨®micas, apostando por la explotaci¨®n correcta de lo p¨²blico, se consolid¨® la apuesta contraria con la ley que permit¨ªa que los canales regionales pudieran ser privatizados. Ni la nefasta gesti¨®n profesional ni el uso partidista de la televisi¨®n ser¨ªan escrutados ni corregidos. La crisis publicitaria justificar¨ªa la p¨¦rdida de otro recurso nacional.
La televisi¨®n es un espacio de brutal incidencia sobre la sociedad. Condiciona nuestra vida en igual medida que el estado de las carreteras, la red de agua potable o el aire polucionado que respiramos. Incluso para quien ni la ve ni la frecuenta su irradiaci¨®n de formas y valores de comportamiento es evidente. Y sin embargo seguimos sin modelo. La desatendemos como si fuera una actividad privada que ni nos condiciona ni nos obliga, sobre la que no tenemos nada que exigir ni condicionar, sin terminar de entender si nos sirve a nosotros o nosotros la servimos a ella. Es utilizada por el poder pol¨ªtico cuando precisa, sin esc¨¢ndalo general, pero luego es un lastre del que pretende deshacerse cuando incomoda. Y as¨ª anda regando nuestro jard¨ªn como una manguera sin due?o.
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