Entre la disciplina y la parranda
La autora recuerda su relaci¨®n a trav¨¦s de la Fundaci¨®n de Nuevo Periodismo Iberoamericano
Mucha gente que nunca lo conoci¨® y a quien nunca le hizo da?o hablaba pestes de ¨¦l. Que si era presumido, d¨¦spota, demasiado arrimado al poder. En cambio, no notaban que a ¨¦l le hipnotizaban igualmente el poder y los poderosos, el periodismo y los periodistas, o cualquier otro oficio que se ejerciera con esfuerzo y maestr¨ªa; que se la pasaba inventando proyectos para usufructo de otros, y que en el c¨ªrculo de sus verdaderas amistades ¨¦l y Mercedes mantuvieron por igual a los viejos amigos de los tiempos duros y a los refulgentes protagonistas de encabezados.
Yo lo conoc¨ª trabajando¡ªme llam¨® un d¨ªa para que participara en la construcci¨®n de la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo Iberoamericano¡ª y desde esa primera tarde me asombr¨® no solo la generosidad de la llamada sino la energ¨ªa que lo llev¨® a crear una y otra vez proyectos deslumbrantemente ambiciosos. No pongo aqu¨ª la palabra 'so?adores,¡¯ porque nunca me pareci¨® que so?ara mucho. Si se entusiasmaba, hac¨ªa.
Ciertamente era vanidoso; su trabajo le hab¨ªa costado acumular los logros para justificarlo. Ego¨ªsta era, como todo artista que vive defendiendo la muralla que protege su creatividad del acosante mundo. ?Que si arrimado al poder? Ah¨ª s¨ª, ni hablar: hipnotizado, m¨¢s bien, por el poder, indiscutible e incomprensiblemente, y de frente. Todo formaba parte de su voraz curiosidad y su hambre de mundo, sus ganas de todo: de triunfar, de admirar, de saber, de fiestear. En esto ¨²ltimo daba c¨¢tedra a pesar de la edad y los achaques: en las reuniones de la Fundaci¨®n daban la una, las dos, las tres de la ma?ana, venga trago, rumba viene, rumba va, iban cayendo uno tras otro los concelebrantes, y ¨¦l y Mercedes, inc¨®lumes.
Cuando lo conoc¨ª ya ejerc¨ªa m¨¢s la disciplina que la parranda, y poco a poco fui percibiendo no solo su enorme capacidad de trabajo sino el orgullo que le produc¨ªa ser capaz de trabajar as¨ª. Nunca lo o¨ª ufanarse de tal libro o tal frase bien lograda. Presum¨ªa, en cambio, del trabajo que le hab¨ªa costado lograrla. "A m¨ª lo que me da miedo", dijo una y otra vez, "es que me vean la carpinter¨ªa". Pero no era cierto: la carpinter¨ªa¡ªla estructura inexpugnable de cada una de sus novelas, los puentes y las transiciones invisibles entre sus episodios, los ritmos sincopados y veloces de cada frase, el empuje tan tremendamente din¨¢mico en el uso de los verbos¡ªera el trabajo que llevaba a cabo arduamente. El talento se lo hab¨ªa regalado alg¨²n dios¡ªHermes, quiz¨¢s, tan travieso y comunicador¡ªy por lo tanto no le pertenec¨ªa. Lo que Gabo aportaba era el esfuerzo y el trabajo, y eso s¨ª era de su propiedad. No por nada Aureliano Buend¨ªa no es un artista sino un orfebre.
En sus ma?anas Garc¨ªa M¨¢rquez armaba y rearmaba la ingenier¨ªa de un p¨¢rrafo, corrigiendo y reforzando cada punto de apoyo hasta dejarlo pr¨¢cticamente antis¨ªsmico. Estudi¨® siempre a los autores que admiraba, de la misma forma que examinan los atletas los videos de los dem¨¢s Medallas de Oro, no para copiar sino para entender. Pero antes de cualquier lectura, y mucho antes que la primera frase que tecleo alg¨²n d¨ªa, tuvo entre sus muy principales herramientas a su prodigiosa memoria, que lo surt¨ªa no solo de recuerdos, sino de palabras. Ten¨ªa miles en su haber¡ªsueltas, guardadas en arcones o hiladas en secuencia como si fuera en collares¡ªy las recordaba todas. En una de las primeras reuniones de la Fundaci¨®n, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Carlos Monsiv¨¢is y ¨¦l fueron recitando por relevos trechos del Nuevo canto de amor a Estalingrado de Neruda: "Yo escrib¨ª sobre el tiempo y sobre el agua". Call¨® primero Tom¨¢s Eloy, se qued¨® mudo al rato Monsivais, y Gabo sigui¨® recitando, largamente.
En cuanto pudo, vivi¨® bien¡ªbuen carro, buen trago, buena casa¡ªy regal¨® cantidades extravagantes de dinero a propios y extra?os. Pero su comp¨¢s y su reloj interno se rigieron siempre por el sentido que les daba el trabajo. En la hermosa casa de San ?ngel que arreglo con tanta calidez Mercedes, lo que a ¨¦l le interesaba mostrarle a una visita nueva era su estudio. "Mira; aqu¨ª trabajo". Incluso ya muy entrado en el t¨²nel de neblina que le fue quitando el recuerdo se presentaba en su estudio todos los d¨ªas, formalmente vestido y listo para sentarse frente al ordenador.
Mucho antes de eso, hace a?os, fui a visitarlo a ¨¦l y a Mercedes en su apartamento de Bogot¨¢, y durante una hora me fue ense?ando, uno a uno, su vasta colecci¨®n de diccionarios. Los hab¨ªa geogr¨¢ficos, cient¨ªficos, m¨¦dicos, arquitect¨®nicos, de hom¨®nimos, ant¨®nimos, lat¨ªn, franc¨¦s, viejos, nuevos, antiguos, gastados o reencuadernados, enormes o en fasc¨ªculos. ¡°?Mira!¡± me dijo, abrazando con el gesto toda la enorme estanter¨ªa. "?Mira cu¨¢ntas palabras tengo!" Al igual que el dinero, las recibi¨®, disfrut¨®, y gast¨® extravagante y generosamente.
Alma Guillermoprieto es escritora.
Babelia
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