El pulcro crep¨²sculo
Aunque la pel¨ªcula arranca muy bien, se va diluyendo por culpa de un guion que solo se sostiene en su primera mitad
La condici¨®n crepuscular del westernhace referencia a algo que se agota para nunca volver y a personajes a los que el tiempo les recuerda a cada momento que habitan un universo en el que ya no tienen cabida. La crepuscularidad es un proceso de autodestrucci¨®n y una liberaci¨®n, aunque no como modo de vida, sino de muerte.
UNA NOCHE EN EL VIEJO M?XICO
Direcci¨®n: Emilio Arag¨®n.
Int¨¦rpretes: Robert Duvall, Jeremy Irvine, Angie Cepeda, Luis Tosar.
G¨¦nero: western. Espa?a, 2013.
Duraci¨®n: 103 minutos.
El protagonista de Una noche en el viejo M¨¦xico, segunda pel¨ªcula como director de Emilio Arag¨®n, es un h¨¦roe crepuscular que ya desde los primeros minutos de metraje hace visible su naturaleza; un hombre atrapado por la sociedad de la hipertrofia inmobiliaria, capaz de convertir en parque tem¨¢tico hasta la naturaleza de un pa¨ªs, de un cine y de una ¨¦pica narrativa.
Sin embargo, aunque la pel¨ªcula arranca muy bien, se va diluyendo por culpa de, primero, un guion que solo se sostiene en su primera mitad, y, segundo, por un error de Arag¨®n con la esencia del relato, al tejer una obra pulcra, agradable e incluso elegante en alg¨²n pasaje, cuando lo que demandaba el material que ten¨ªa entre manos era rabia, suciedad y degeneraci¨®n; ferocidad, ambig¨¹edad y destrucci¨®n. As¨ª, a pesar de algunos problemas con el croma en las secuencias diurnas de coche, sobre todo en las tomas laterales (cuando lo que necesita la pel¨ªcula en todo momento es naturalismo y olor a campo, a frontera y perdici¨®n), hay que reconocer a Arag¨®n un trabajo exquisito y meritorio con una producci¨®n seguramente complicada en un ambiente muy distinto al habitual del cine espa?ol. Adem¨¢s, poder contar con un animal de cine como Robert Duvall asegura, como m¨ªnimo, un agarre sentimental del espectador que, de otro modo, no hubiera sido posible, sobre todo en un ¨²ltimo tercio donde el gui¨®n del veterano William D. Wittliff hace aguas, tanto en las relaciones con la cabaretera como en el desenlace del mat¨®n que interpreta de Luis Tosar.
Estamos pues ante obra que se ve con soltura, a veces hasta con agrado, pero que est¨¢ lejos de estremecer. Porque es como si la hubiera dirigido, salvando las distancias, el Ron Howard de Un horizonte muy lejano en lugar de Sam Peckinpah, Don Siegel o Robert Aldrich.
Babelia
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