?Suspense!
Queda en el recuerdo un tercio de banderillas merit¨ªsimo de Antonio Ferrera
?Suspense! El tercer par de banderillas de Ferrera al primer toro de la tarde fue el plano largo de un extenso campo de batalla en el que dos ej¨¦rcitos, prestos para la batalla, se escudri?an mutuamente. Se corta la tensi¨®n, se mastica el silencio, prestos los sentidos, fr¨ªa la cabeza¡ Se presiente una carnicer¨ªa¡
Soberano, un pavo c¨¢rdeno de 530 kilos, un tipo serio, un toro con toda la barba, est¨¢ asentado junto a las tablas del tendido 1; a pocos metros, el torero levanta los brazos y lo reta. El toro parece entornar sus ojos para divisar mejor a su presa. La plaza, enmudecida, asiste a la escena con un nudo en la garganta. El instante es eterno. Y el sigilo, total.
De pronto, los ej¨¦rcitos levantan la cabeza y arrancan con toda la caballer¨ªa armada, y lo que parec¨ªa un choque armado finaliza con un emocionant¨ªsimo par del que, en principio, sale victorioso el torero.
MART?N / FERRERA, EL CID, FANDI?O
Toros de Victorino Mart¨ªn, excelentemente presentados; manso y peligroso el primero; desclasados y descastados, segundo, tercero y sexto; y muy nobles y de dulzona embestida, cuarto y quinto, ovacionados en el arrastre. A excepci¨®n del primero, cumplieron en los caballos.
Antonio Ferrera: pinchazo y estocada (palmas); media baja y estocada (oreja).
Manuel Jes¨²s El Cid: media tendida (silencio); estocada baja (protestas).
Iv¨¢n Fandi?o: tres pinchazos y un descabello (silencio); estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. 11 de mayo. Duod¨¦cima y ¨²ltima corrida de feria. Menos de tres cuartos de entrada.
Pero la batalla no ha hecho m¨¢s que comenzar. Se adivina un cuerpo a cuerpo mortal. Soberano viene dispuesto a imponer su ley de toro fiero, y Ferrera, su raz¨®n y su valor para dominarlo. Se estudian con la mirada. El animal aprieta en cada arrancada y es muy peligroso, y el torero da un paso atr¨¢s. Hay un momento en que la pelea se rompe. El toro, dificil¨ªsimo, desiste, y el torero no puede. No es un toro para las florituras de hoy. Queda en el recuerdo un tercio de banderillas merit¨ªsimo de un Antonio Ferrera que no fue capaz de aguantar la inaguantable mirada de Soberano.
Pero le acompa?¨® la suerte al torero en el cuarto, Disparate de nombre, un toro artista que parec¨ªa de juampedro con carn¨¦ de Victorino Mart¨ªn. Blando, protestado por parte del p¨²blico, pero de una embestida dulce como el alm¨ªbar. No se presiente pelea, ni hay suspense; solo queda la inc¨®gnita sobre si toro y torero formar¨¢n pareja de baile. Y as¨ª fue. Disparate acud¨ªa al cite con tal franqu¨ªa que mejor¨® las formas y el fondo de Ferrera, quien engrandeci¨® su toreo por naturales; especialmente, uno, casi circular y medio sobrenatural entre la emoci¨®n incontenible del p¨²blico. Canela pura ese toro; y buen torero Antonio Ferrera, que se lo llev¨® a la boca de riego para entrar a matar. Disparate recibi¨® una sonora y muy merecida ovaci¨®n en el arrastre.
Y en quinto lugar sali¨® Matacajas, menos almibarado que su hermano, pero nobil¨ªsimo y repetidor en el tercio final. Y le toc¨® a un torerazo en horas bajas, El Cid, quien en otro momento le corta con fuerza las dos orejas. Muy inseguro se mostr¨® el torero, cargado de dudas, y con prisas por abandonar el terreno de juego. Arrastr¨® la muleta en naturales que quer¨ªan ser grandiosos, pero se volatilizaban en el aire. Alarg¨® la faena, pero no se produjo el milagro. Quiz¨¢, no volvamos a ver al Cid glorioso de los victorinos de anta?o. Esas protestas que recibi¨® cuando se encerr¨® en el callej¨®n supieron a dardos hirientes para quien ha sido tanto.
Justificado estuvo en su primero, uno de esos toros descastados, sosos y complicados que ni embisten ni dejan de embestir; que desorientan y enga?an.
Iv¨¢n Fandi?o acab¨® la feria con mala fortuna. Manso y muy rajado acab¨® su primero, que no le ofreci¨® facilidades y, al final, se acul¨® en tablas y defendi¨® su vida con muy malas artes. Y de igual car¨¢cter fue el sexto, que se lo quiso comer cuando lo recibi¨® con el capote y solo el quite providencial de Ferrera lo salv¨® del peligro.
Por la ma?ana, con algo m¨¢s de media entrada, se celebr¨® el tradicional festejo de rejoneo, en el que se lidiaron toros del Ni?o de la Capea, nobles y aplomados. Rui Fernandes, oreja y ovaci¨®n; Diego Ventura, dos orejas y ovaci¨®n, y Luis Valdenebro, vuelta y silencio.
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