La exigencia, como la gaseosa
El nivel de exigencia de los tendidos, aun en la plaza de Madrid, se ha diluido como la gaseosa
uando un rejoneador de la edad de Diego Ventura puede presumir en su hoja de servicios de haber salido 11 veces por la puerta grande de Madrid ¡ªy pocos pa?uelos le faltaron ayer para consumar la duod¨¦cima¡ª una de dos, o es un caballero de marca mayor ¡ªque lo es¡ª o es que el nivel de la exigencia se ha diluido como la gaseosa, que tambi¨¦n.
La ficha
TERR?N / CARTAGENA, VENTURA, VALDENEBROToros despuntados para rejoneo de Luis Terr¨®n, correctos de presentaci¨®n, muy mansos, descastados y deslucidos.
Andy Cartagena: rej¨®n bajo (oreja); rej¨®n bajo y un descabello (silencio).
Diego Ventura: rej¨®n trasero (oreja); pinchazo y rej¨®n ca¨ªdo (petici¨®n y ovaci¨®n).
Luis Valdenebro, que confirm¨® la alternativa: dos pinchazos y descorda al toro (silencio); bajonazo y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas, 24 de mayo. Decimosexta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
?No es f¨¢cil disipar si la petici¨®n de oreja tras la muerte de su segundo toro fue o no mayoritaria, pero el presidente hizo bien en no concederla porque a un torero de su categor¨ªa, en plaza tan importante, hay que colocarle el list¨®n a la altura de su categor¨ªa. Y, ciertamente, Diego Ventura, quiz¨¢ porque no encontr¨® en sus toros eficaces colaboradores, tuvo una actuaci¨®n correcta, pero lejana de la calidad y espectacularidad de otras tardes.
No se va a descubrir a estas alturas la torer¨ªa de su magn¨ªfica cuadra; espectacular ese caballo torero y valiente que se llama Nazar¨ª, con el que oblig¨® a embestir a su manso primero y templ¨® con singular elegancia; o la serenidad y t¨¦cnica de Oro, que juega materialmente con el toro en una inusitada expresi¨®n de dominio. Esper¨® al quinto en la puerta de chiqueros para avivar su embestida, pero no fue posible. Al igual que en el otro, le cost¨® un mundo que se moviera. A pesar de las dificultades, quebr¨® y templ¨® con Chalana, y divirti¨® con el n¨²mero circense y poco torero de Morante, empe?ado en morder al toro. Pinch¨® antes de cobrar un rej¨®n ca¨ªdo y el us¨ªa dictamin¨® que no se abriera la puerta grande. Y, en verdad, el buen nivel mostrado no alcanz¨®, ni mucho menos, la excepcionalidad de un premio tan especial.
Peor suerte corri¨® Andy Cartagena a pesar de que el r¨¢pido fallecimiento de su primero le puso en bandeja un trofeo para el que no hizo m¨¢s m¨¦rito que su profesionalidad y constancia. El animal se recul¨® en tablas de salida, y solo el llamativo baile de Pericalvo, que el p¨²blico acompa?aba con las palmas al estilo de lo que sucede en las reuniones de atletismo para animar a los saltadores, fue capaz de levantar el alica¨ªdo ¨¢nimo del respetable. Peor, si cabe, result¨® el cuarto que barbeaba las tablas y hu¨ªa despavorido, y solo con la ayuda inestimable de Cuco consigui¨® templarlo. No pudo redondear su actuaci¨®n, pues no le respondi¨® R¨ªogrande en los quiebros, ni el toro se mostr¨® decidido a colaborar. En fin, que el denodado inter¨¦s del rejoneador no fue suficiente y el silencio fue desolador tras la muerte del cuarto.
Y confirm¨® la alternativa Luis Valdenebro, todo espectacularidad e ¨ªmpetu juvenil, que tambi¨¦n jug¨® con la desventaja de la mansedumbre, y puso de relieve que, al menos por el momento, le interesa m¨¢s el rejoneo bullanguero que el clasicismo del toreo a caballo. Lo importante es que los arpones y las banderillas queden clavados, pero el c¨®mo es el de menos. Y clav¨® mal, siempre a toro y caballo pasados, lo que tampoco parece importar mucho al p¨²blico, y corrobora que el nivel de exigencia de los tendidos, aun en la plaza de Madrid, se ha diluido como la gaseosa.
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