Puerta grande, t¨²nel de gloria
Salir por la puerta grande de Las Ventas, como Perera dos veces en 10 d¨ªas, confiere gran prestigio a la carrera de un torero
Desde el ruedo arenoso de la plaza de las Ventas se puede percibir pero no tocar el ruido de la calle de Alcal¨¢. Para ello, hay que convertir el silencio penetrante de los tendidos en una conmoci¨®n arrebatadora, esa que envuelve al espectador, consigue levantarlo como un resorte del pedroso asiento y le inyecta una dosis inconmensurable de felicidad. Es el momento en que el torero, ese que se est¨¢ jugando ah¨ª la vida y no sabe si la perder¨¢, comienza a flotar, con la vista seguro que nublada, con las ideas confusas, y algo perdida la noci¨®n del tiempo y el espacio, y entra en otra dimensi¨®n. La plaza entera cambia de color. Es el instante del triunfo.
En su interior, el matador escucha c¨®mo se descerraja la puerta que accede a un t¨²nel oscuro e impersonal, que comienza a perder su vac¨ªo y se llena de puntos negros y miradas al cielo. Es el gent¨ªo que se agolpa para tocar al ser humano vestido de oro.
El hombre, feliz, emocionado, inquieto y conmovido, es izado a hombros, agitado por un tropel de admiradores, alza los brazos y responde con la cara radiante por la recompensa so?ada. Y, as¨ª, en el centro del universo, protagonista absoluto de un instante inenarrable, ensordecido por una alocada algarab¨ªa, el torero abandona el c¨ªrculo donde ha sido ¨²nico, y comienza a recorrer en andas, vapuleado, golpeado y sacudido por un fervor popular, que le acompa?a por ese t¨²nel que es la entrada y la salida a la gloria taurina.
Pasar por el dintel de la Puerta Grande de Madrid y llegar al coche de cuadrillas con el cuerpo ya roto parece una odisea inalcanzable entre una muchedumbre de fot¨®grafos, polic¨ªas, aficionados, curiosos y amigos de las reliquias robadas del vestido de luces. Pero escuchar en vivo el ruido de la calle de Alcal¨¢ es el m¨¢s grande premio que un torero pueda so?ar en sus noches de duermevela.
Escuchar en vivo el ruido de la calle de Alcal¨¢ es el premio m¨¢s grande
El pasado domingo, dos j¨®venes novilleros, Jos¨¦ Garrido y Borja Jim¨¦nez, cortaron tres orejas cada uno en Sevilla y gozaron la indescriptible emoci¨®n de salir a hombros por la Puerta del Pr¨ªncipe, entrando en la Historia. Dos d¨ªas despu¨¦s, Miguel ?ngel Perera, diez a?os de matador de toros, hombre serio, circunspecto, sobrio y hier¨¢tico, figura del toreo, oy¨® por segunda vez en pocos d¨ªas c¨®mo se descerrajaba la Puerta Grande de Las Ventas, que ya hab¨ªa cruzado en volandas el 23 de mayo dentro del mismo ciclo de San Isidro. La ¨²ltima vez que un torero hab¨ªa salido dos veces por la puerta grande del coso madrile?o en la misma feria fue en 1991, cuando el colombiano C¨¦sar Rinc¨®n bes¨® la gloria en dos tardes consecutivas. En aquella temporada, Rinc¨®n volver¨ªa a salir a hombros de Las Ventas otras dos veces: una en la corrida de Beneficencia y otra en la Feria de Oto?o.
La Puerta Grande de las Ventas es la gloria; como lo es la del Pr¨ªncipe de la Maestranza de Sevilla. Es el prestigio, la constataci¨®n de un don, la confianza¡ Es la proclamaci¨®n de figura del toreo. Es el h¨¦roe elevado a los altares. Y sobre todo, ese triunfo, vetado a la inmensa mayor¨ªa de los que se visten de luces, aumenta el n¨²mero de contratos de quien lo conquista, eleva el cach¨¦ del matador ¡ªque ve abierta la posibilidad de renegociar muy al alza sus pretensiones econ¨®micas de cara a inmediatos compromisos¡ª, concede honores y privilegios y confiere lo m¨¢s sagrado: la admiraci¨®n y el respeto de la afici¨®n.
Pero la gloria hay que saber administrarla. Puede asfixiar de ¨¦xito. La gloria es exigencia y reivindica un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en ella. En la gloria abundan los amigos, pero tambi¨¦n la soledad. No han sido pocos los que la han conocido y la han a?orado el resto de sus vidas; los que la han gozado y perdido al poco tiempo. La gloria es, incluso, caprichosa; y no solo porque la suerte puede determinar el umbral entre el ¨¦xito o el olvido, sino porque el pasaporte ni siquiera est¨¢ regulado en las normas.
El vigente Reglamento Taurino no concreta las condiciones. El art¨ªculo 82 se?ala que ¡°la salida a hombros por la puerta principal de la plaza s¨®lo se permitir¨¢ cuando el espada haya obtenido el trofeo de dos orejas, como m¨ªnimo, durante la lidia de sus toros¡±. Este es el requisito que se utiliza en Madrid, pero no en Sevilla, donde son necesarios tres trofeos para salir por la Puerta del Pr¨ªncipe.
As¨ª es la gloria de voluble y antojadiza: el premio m¨¢s importante solo depende de la costumbre.
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