Fidelidad a un estilo

Desde que en 1989 y antes de debutar en el largo Jean-Pierre Jeunet encontrara su sello de estilo con el exquisito corto Foutaises, en el que Dominique Pinon enumeraba ejemplos de cosas que le gustan y le disgustan, esa narrativa fragmentada, casi siempre acompa?ada de un plano en gran angular y de una serie de aditamentos formales (especial uso de la m¨²sica, gr¨¢ficos, sonidos de posproducci¨®n...), perfectamente moldeables con su modo de relatar, entre lo cotidiano y lo estramb¨®tico, y con mucha voz en off, se ha ido repitiendo a lo largo de (casi) toda su carrera. Una metodolog¨ªa que sigue intacta en la tan traviesa como inane, tan brillante como reincidente, El extraordinario viaje de T. S. Spivet, con la que recupera parte de sus mejores esencias tras la irregular y algo imp¨²dica Micmacs (2009).

Como en Amelie (2001), Jeunet se beneficia de la irresistible empat¨ªa que provoca su protagonista, un ni?o prodigio de 12 a?os de la Am¨¦rica profunda que ha logrado un premio de una instituci¨®n cient¨ªfica, que lo cree adulto, y del estilo editorial de la novela en la que se basa, con continuos mapas, gr¨¢ficos e ilustraciones en los m¨¢rgenes, perfectos para las fabulosas desconexiones narrativas del franc¨¦s. Sin embargo, la contrapartida de ser fiel al modelo es que esos estallidos de creatividad ya no sorprenden tanto, aunque esta vez vengan acompa?ados de las tres dimensiones. La originalidad comporta novedad, y aqu¨ª ya no la hay.