Soldados con c¨¢mara
Canal + retrata en un documental a reporteros espa?oles que triunfan en los grandes medios
Para Samuel Aranda todo empez¨® fotografiando "las injusticias que ve¨ªa" en Santa Coloma de Gramenet, la localidad barcelonesa donde naci¨® en 1979. "Adem¨¢s, los peri¨®dicos me pagaban por hacer lo que me gustaba". Hoy, Aranda trabaja para The New York Times, hace dos a?os fue galardonado con el World Press Photo, el premio m¨¢s prestigioso, por la imagen de una madre con velo isl¨¢mico, F¨¢tima, consolando a su hijo Said, herido en una manifestaci¨®n en San¨¢ (Yemen) de la primavera ¨¢rabe. Este fotoperiodista y su instant¨¢nea sirven de arranque para No me llames fot¨®grafo de guerra, documental de producci¨®n propia que estrena el mi¨¦rcoles 9 Canal + (dial 1, 22.30).
El World Press Photo le abri¨® a Aranda "puertas que antes no pod¨ªa imaginar, como las fundaciones y museos". Una de las claves de su buen hacer est¨¢ "en que es capaz de conectar con la gente", destaca su editor gr¨¢fico en The New York Times, David Furst. Aranda es uno de los fotoperiodistas de Espa?a que triunfan en grandes medios internacionales. "Es una l¨¢stima que tengan que irse al extranjero", lamenta el director de fotograf¨ªa de AP, Santiago Lyon. "Las razones no son econ¨®micas. Hay dinero, mira cu¨¢ntos periodistas env¨ªan los medios al Mundial. Es una cuesti¨®n de prioridad informativa", apunta la fot¨®grafa Sandra Balsells, premio Ortega y Gasset en 2006.
"El fotoperiodista de guerra debe tener agallas para acercarse al peligro y documentar lo que pasa", dice Lyon. De los 1.000 fotorreporteros ¡ª300 de plantilla¡ª de AP en el mundo, Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969) est¨¢ entre sus favoritos. Morenatti empez¨® en Efe y esper¨® su "oportunidad, esa que hace que te tiemblen las piernas", como ¨¦l mismo dice, que en su caso fue Afganist¨¢n. Premio Ortega y Gasset 2013, recuerda que en Kabul "pas¨® unos meses ag¨®nicos pero era un lugar todo fotografiable".
Manu Brabo se fue a la primavera ¨¢rabe de T¨²nez con 1.000 euros que le dej¨® su madre
Morenatti fue uno de los empotrados en las tropas estadounidenses. "?ramos como soldados con c¨¢mara. Acompa?¨¢bamos a unos se?ores vestidos de Robocop que llegaban a lugares con casas de barro. Un contraste brutal". Aranda recuerda de aquella experiencia que "la ¨²nica censura era que no pod¨ªas sacar a soldados llorando, para no dar imagen de debilidad".
Fue en una de esas misiones cuando una mina explot¨® bajo el coche en el que viajaba Morenatti con militares. Tuvieron que amputarle el pie izquierdo. "Caminar sobre una pr¨®tesis me exige un sobreesfuerzo", pero no ha sido obst¨¢culo para continuar. Uno de sus ¨²ltimos trabajos ha sido en Ucrania. "Ahora tengo que echarle m¨¢s valor".
No me llames fot¨®grafo de guerra, que est¨¢ incluido en el festival PhotoEspa?a, recoge en 70 minutos los testimonios de los profesionales, sus fotos e im¨¢genes de televisi¨®n grabadas por los c¨¢maras que les acompa?an. Son j¨®venes que se arriman al peligro como Manu Brabo (Gij¨®n, 1981), que se fue a la primavera ¨¢rabe de T¨²nez con 1.000 euros que le dej¨® su madre. De all¨ª entr¨® en la Libia en guerra gracias al dinero de un compa?ero. "Viv¨ª mi sue?o, no quer¨ªa volver, pero me qued¨¦ m¨¢s tiempo del que deb¨ªa y¡ la cagu¨¦". El asturiano fue secuestrado el 6 de abril de 2011 por las tropas de Gadafi. Tras mes y medio de cautiverio fue liberado. "Volvi¨® a Espa?a a ducharse y poco m¨¢s, y regres¨® a Libia", cuenta Lyon, que destaca de Brabo su "capacidad para dominar el miedo".
La estela de Brabo continu¨® en Siria. Sus fotos del conflicto le valieron el Premio Pulitzer 2013, una alegr¨ªa que no le impide reflexionar sobre su trabajo: "Uno se plantea que est¨¢ gan¨¢ndose la vida a costa de que un cr¨ªo est¨¦ muri¨¦ndose delante de ti".
El documental de Canal + surgi¨® porque "a pesar de la crisis que atraviesa la prensa en Espa?a, vimos que hay fotoperiodistas que est¨¢n haciendo un excelente trabajo fuera y son reconocidos", cuenta la guionista Rebeca Gonz¨¢lez. "Hemos querido conocer sus dudas y miedos, alej¨¢ndoles del clich¨¦ del fot¨®grafo de guerra porque es una etiqueta con la que no se identifican". Mois¨¦s Saman (1974) lime?o afincado en Barcelona que est¨¢ en Magnum, explica que aunque trabaja en zonas de conflictos, no le interesa "la guerra por s¨ª, sino el impacto que tiene en la gente". "Yo le digo a la gente que fotograf¨ªo que no crean que mis im¨¢genes van a salvarles la vida", dice Brabo.??lvaro Ybarra (1979) asegura que no sabe separar su vida de la fotograf¨ªa. "Este oficio te hace madurar". "Nos mueve una motivaci¨®n personal pero pretender cambiar uno solo las cosas es na¨ªf", seg¨²n Fernando Moleres (Bilbao, 1963). Este reportero que cont¨® el horror de las c¨¢rceles de Sierra Leona decidi¨® poner su granito de arena con una ONG para que j¨®venes de ese pa¨ªs "tengan un techo y coman tres veces al d¨ªa".
"El fotoperiodista de guerra debe tener agallas para acercarse al peligro", dice el director de fotograf¨ªa de AP
El reportaje muestra qu¨¦ ocurre cuando el fot¨®grafo manda su trabajo a los medios, donde los editores deben elegir. Ricardo Guti¨¦rrez, redactor jefe de Fotograf¨ªa de EL PA?S, explica que "en ocasiones, la foto escogida obedece a un matiz, que puede ser un gesto. Se busca eso y ofrecer al lector algo distinto a lo de ayer" pero, reconoce, "a nivel gr¨¢fico, a veces la an¨¦cdota es la noticia".
?Lo peor del oficio? No es moverse entre tiros y bombas. Para Aranda, "es dejar en un pa¨ªs en guerra a personas que has conocido mientras t¨² coges el avi¨®n de vuelta".
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