Encierro limpio y sin heridos de los toros de Adolfo Mart¨ªn
Los astados, de los que huyen las figuras por su fiereza, corren en Pamplona como corderitos
Los toros de Adolfo Mart¨ªn, de procedencia Albaserrada, tienen fama de serios, duros y fieros en la plaza; tanto es as¨ª que las llamadas figuras no quieren ni o¨ªr hablar de ellos. Sin embargo, curiosidades de la vida, llegan a Pamplona, se meten entre el gent¨ªo del fin de semana y corren los casi 850 metros del encierro como mansos corderitos, temerosos de que les puedan hacer da?o los extra?os personajes que abundan a su alrededor.
Lo cierto, y por fortuna, es que la vuelta de los adolfos tras 11 a?os de ausencia (vinieron por ¨²ltima vez el 11 de julio de 2003) ha tenido un balance muy satisfactorio, pues no ha habido heridos por asta de toro en este s¨¦ptimo encierro, y solo cuatro mozos han sufrido lesiones por traumatismos -tres por contusiones craneales-. Sorprendente, sin duda, e incre¨ªble, pero as¨ª es, que los astifinos pitones de estos toros no hayan acertado en algunos de los muchos corredores que les imped¨ªan el paso, especialmente por el segundo tramo de la calle Estafeta, donde parece que florecen los mozos, tranquilizados, quiz¨¢, por la cercan¨ªa del callej¨®n de entrada a la plaza.
Dos minutos y 54 segundos dur¨® la carrera, pero cuando el ¨²ltimo toro lleg¨® al ruedo ya sesteaban los dos primeros, que hab¨ªan dedicado su tiempo a darse un paseo entre los curiosos e, incluso, hubo entre ellos un conato de enfrentamiento que no lleg¨® a mayores. La verdad es que no era el momento ni el lugar de dirimir discusiones de dehesa.
Sea como fuere, lo cierto es que se celebr¨® otro encierro mecanizado: un hervidero de mozos, toros de enorme presencia, ausencia de ca¨ªdas de los animales por el efecto milagroso del antideslizante, escasos atropellos, rapidez de movimientos y la emoci¨®n en declive. Quiz¨¢, sea este otro efecto de la modernidad. El encierro puro y duro se parece cada vez menos a las carreras de este a?o.
Por cierto, como hac¨ªa tanto tiempo que no pisaban las calles navarras, los toros de Adolfo prefirieron que los mansos mostraran el camino a la salida de los corrales. Un cabestro enfil¨® con gallard¨ªa la cuesta de Santo Domingo, escoltado a corta distancia por dos toros c¨¢rdenos que limpiaban las aceras con su mirada. Su bondad innata o su miedo, vaya usted a saber, fue la causa de que no arremetieran contra los intrusos de blanco y rojo. Ya en la curva de Mercaderes, uno de los toros toma la cabeza y toda la manada supera el obst¨¢culo de los 90 grados como expertos corredores. Enfilan Estafeta con espacios libres en los primeros metros, hasta que la calle se inunda de corredores que esperaban apostados en los soportales. Uno de los toros se distancia de sus hermanos, agacha la cabeza, mira al suelo, y avanza con rapidez hacia ninguna parte, pero con el deseo ¨ªntimo de llegar cuanto antes.
La manada se rompe. Los mansos no dan abasto para cumplir con su misi¨®n de cada d¨ªa. Bonitas carreras, eso s¨ª, porque parece esfumado el peligro. Mientras el primero alcanza la meta del ruedo, el ¨²ltimo barre el vallado de Telef¨®nica y embiste a varios corredores que siguen sin entender, a?o tras a?o, que el margen derecho de la entrada a la plaza es uno de los tramos m¨¢s peligrosos del encierro. Afortunadamente, no hay heridos, pero s¨ª golpes y contusiones de esos, en apariencia livianos, que no aparecen en las estad¨ªsticas, pero dejan secuelas al d¨ªa siguiente
Acab¨® el encierro. Descansan los toros hasta las 18.30, cuando suenen los clarines y comience la s¨¦ptima corrida de la feria. En la puerta de cuadrillas, tres valientes -Diego Urdiales, Manuel Escribano y Alberto Aguilar- que se las ver¨¢n de cerca, en solitario y sin aglomeraciones con las astifinos pitones de estos toros fieros que no quieren ni ver las llamadas figuras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.