¡°Todo lo que ha ocurrido lo he vivido como un nuevo rico sentimental¡±
El cantautor y poeta Joaqu¨ªn Sabina habla desde la cocina de su casa en Madrid
![Jes¨²s Ruiz Mantilla](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F6a8979ac-e7b3-4e49-a28d-8ef780472c20.jpg?auth=adca90b9344430353a3efa521c6f05b31de12fb2c013241bb04b919b8e0a8605&width=100&height=100&smart=true)
![Joaqu¨ªn Sabina, retratado en su casa de Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/K6BFFOLTC5S62YSGC7QU6MR27I.jpg?auth=d9fcbbea18b013a2db073c4476e7dd33e1eb3b4d3d50cc7b9a48e98bc1a6dbaf&width=414)
A punto de hacer las maletas hacia el cono sur, con gira en Argentina, Uruguay, Paraguay y Per¨², Joaqu¨ªn Sabina, patr¨®n del nav¨ªo de las gargantas rasgadas, poeta de la tiniebla en la acera urbana, socarr¨®n de nuestras plausibles desgracias, nos recibe en la cocina de su casa y esgrime encima de la mesa un whisky que parece cu¨¢druple a la una de la tarde y un batall¨®n de Ducados por encender para alumbrar con humo la conversaci¨®n¡
Pregunta. ?Y la salud?
Respuesta. Mejor que hace a?os, todo m¨¢s controladito y eso.
P. ?Controladito? ?Con este arsenal?
R. Esto del tabaco y la copa es solo cuando doy entrevistas, porque si no ando l¨²gubre y adormecido a estas horas de la ma?ana. El whisky tiene mucha agua, eh. Estoy mejor que hace ocho o diez a?os, tengo un principio de enfisema, como es normal, y algo de lo que no se muere uno, hernia de hiato. Pero no tengo colesterol.
P. Tan sano que se vuelve para Am¨¦rica.
R. Me he inventado como excusa algo que est¨¢ muy de moda entre m¨²sicos de mi quinta: elegir el disco que m¨¢s te gusta, cantarlo entero y luego ofrecer algunos temas que solemos interpretar poco. El elegido es 19 d¨ªas y 500 noches, el ¨²nico cuyo 90% del total sigue vivo, a mi juicio.
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Naci¨® en ?beda (Ja¨¦n) el 12-2-1949 y volvi¨® a hacerlo en 2001, tras superar un ictus. Se ha dedicado a cantar, a escribir y, sobre todo, a vivir.
P. Debi¨® de sufrir para parir ese disco. ?Le va el sadomaso a la hora de componer?
R. Tambi¨¦n disfrut¨¦ de lo lindo. Fue, como dir¨ªa Gil de Biedma, el ¨²ltimo verano de mi juventud. Consegu¨ª alargarla de manera suicida hasta los 50. Inmediatamente despu¨¦s vino el ictus¡ Fue la ¨²ltima vez en que me pod¨ªa tirar tres noches sin dormir escribiendo la misma canci¨®n.
P. Despu¨¦s del ictus lleg¨® la nube negra. ?Se fue por completo?
R. Me recuper¨¦ muy r¨¢pido, vino la euforia y despu¨¦s una depresi¨®n. Rara¡ No me quer¨ªa morir, pero tampoco ver a nadie. No sal¨ªa del dormitorio. Tampoco abr¨ªa la puerta. Ese tipo de bajones quedan ah¨ª agazapados. Sigues viviendo y sabes que llevas dentro un enemigo que en cualquier momento ense?a las u?as. Un d¨ªa, Luis Garc¨ªa Montero, mi amigo poeta, lleg¨® a mi casa de Rota con una letra y me dijo: ¡°?Mira, cabr¨®n, esto es lo que deber¨ªas estar escribiendo en lugar de andar ah¨ª escondido!¡±. De ah¨ª sali¨® la canci¨®n, con esa belleza de texto.
P. ?Qu¨¦ esperaba usted de la vida? ?Con qu¨¦ derecho se meti¨® en una habitaci¨®n?
R. A m¨ª me emocion¨® mucho escuchar el otro d¨ªa a Pepe Mujica, presidente de Uruguay. Cont¨® que cuando estaba en una celda de aislamiento, lo que echaba de menos era que no le dejaran leer. Yo, mientras estuve deprimido estuve leyendo. Con un libro entre manos, sabes que no est¨¢s solo.
P. Tiene aqu¨ª usted un museo impactante en su cocina con las fotos: del rey Juan Carlos a Fidel Castro pasando por el Dalai Lama cabe todo. ?Mit¨®mano?
R. A Fidel lo conozco mucho.
P. ?Y qu¨¦ me cuenta de ¨¦l?
R. Que las revoluciones envejecen como las personas y algunas lo hacen mal.
Alargu¨¦ de manera suicida mi juventud hasta los 50... y luego vino el ictus¡±
P. ?Le ha dicho eso a la cara?
R. No, a ¨¦l no, porque hace 10 a?os que no lo veo, pero s¨ª se lo dir¨ªa. Le solt¨¦ algunas barbaridades y ¨¦l parec¨ªa encantado de que se las dijera. Le pregunt¨¦ si los cubanos le hablaban como yo y respondi¨®: ¡°Generalmente no¡±.
P. ?Se ve¨ªa con 30 a?os como ahora?
R. Yo no ten¨ªa ning¨²n proyecto. Y si lo ten¨ªa no era este, sino algo mucho m¨¢s abarcable: ser profesor de literatura de ense?anzas medias en un instituto machadiano. Durante los fines de semana escribir¨ªa mi Ulises, como Joyce, una obra que no iba a entender nadie pero que me iba a dar mucho prestigio. Nada que ver con lo que ha pasado.
P. ?Ni cuidarse la voz?
R. Eso s¨ª, yo antes me pasaba las noches en los bares y eso era lo que me destrozaba absolutamente, ahora no grito, no hablo entre concierto y concierto y s¨¦ muy bien cu¨¢l es mi tesitura para no quedar af¨®nico. A m¨ª me gustaba estar solo en tres o cuatro lugares donde nadie me molestaba, escribiendo. Eso se acab¨®.
P. ?No se ha construido usted una leyenda a medida en dicho sentido? D¨ªgame una canci¨®n que le saliera redonda a las tres de la ma?ana frente a una barra.
R. La respuesta correcta es el 80% de todas.
P. ?Rodeado de¡?
R. Drogas blandas y mujeres duras¡ O con la complicidad de due?os de locales que me pasaban una copita y un canuto mientras escrib¨ªa. Pero no he hecho de eso ni una l¨ªrica, ni una ¨¦pica, ni una leyenda, simplemente me gustaba y lo he venido practicando desde los 18 a?os junto a gente que ven¨ªa de trabajar y se dirig¨ªa a lugares que ten¨ªan m¨¢s que ver con la transgresi¨®n que con la familia, el municipio o el sindicato.
P. ?Cu¨¢l de los trabajos de supervivencia le marc¨® m¨¢s?
R. Trabajos normales, muy pocos. Antes de descubrir en Londres que cantando y pasando la gorra se ganaba m¨¢s que limpiando platos, pues¡ Uno que tuve, no exactamente de enterrador, pero s¨ª en un hospital. Cada vez que se mor¨ªa alguien ibas, lo peinabas, le dabas un puntito de maquillaje y lo met¨ªas en el frigor¨ªfico hasta que llegara la familia. Ah¨ª aguant¨¦ tres o cuatro meses porque daban habitaci¨®n.
P. Londres le pega muy poco. ?A qu¨¦ se larg¨® all¨ª?
R. Pues fueron los a?os m¨¢s importantes de mi vida. Estuve entre los 20 y los 27 y no ser¨ªa cantante de no haber pasado por eso. Sin embargo, no aparece en mis canciones y si lo hace, no se nota. Como mi pueblo, ?beda, territorio m¨ªtico de la infancia.
Le solt¨¦ algunas barbaridades a Fidel Castro, y ¨¦l parec¨ªa encantado¡±
P. Un homenaje suyo se merecer¨ªa. ?A qu¨¦ ese rechazo?
R. No es rechazo. En ciudades as¨ª, la vida era muy triste. Lo que me pas¨® a partir de entonces fue mucho m¨¢s aprovechable. Todo lo que me ha ocurrido lo he vivido como un nuevo rico sentimental.
P. ?Sigue desvelando la frase que le dej¨® su padre antes de morir?
R. S¨ª. Se incorpor¨® y dijo: ¡°?De d¨®nde sacar¨¢n tanto dinero las diputaciones?¡±. He dedicado mi vida a desentra?arlo pero me voy a morir como ¨¦l, sin enterarme.
P. Aparte de eso, ?qu¨¦ le debe a su padre?
R. Pienso mucho en ello: creo que cierta bondad y afici¨®n a los libros. ?l era un poeta de campanario, de esos que recitan en bodas y entierros, todo muy bien rimado y sin mucha sustancia. Hab¨ªa sido seminarista.
P. Y polic¨ªa.
R. Esa s¨ª es una gran historia. Del seminario lo saca la Rep¨²blica y se pasa al lado franquista. Estaba solo y nadie le escrib¨ªa. No hab¨ªa conocido hembra. Pero hab¨ªa una instituci¨®n de la Falange, Las madrinas de guerra, se?oritas de familia que escrib¨ªan cartas y mandaban chorizos a los pobres soldados que luchaban por Dios y por Espa?a en el frente. Mi madre estaba al borde de ser una solterona, la convencieron a trav¨¦s de un hermano, amigo de mi padre, para que le escribiera cartas y de ah¨ª vengo yo.
P. ?De una relaci¨®n epistolar! Papel y tinta hecha carne. ?Un ni?o mod¨¦lico?
R. No fui especialmente desobediente hasta que les di el disgusto de exiliarme a Londres. Aunque primero pas¨¦ por Granada y a eso debo mucho; empec¨¦ a ver poetas de verdad, izquierdosos de verdad, chicas que hasta se dejaban tocar, incluso de verdad.
P. ?Le traum¨® el sexo?
R. Me gust¨® mucho, eso no duele, s¨®lo si te lo quitan de mala manera.
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