Nunca te enamores de una sirena
Carlos Garc¨ªa Gual recorre en un libro irresistible la historia de las legendarias criaturas
Sirenas, de todas clases: monstruosas, bell¨ªsimas, fieras, melanc¨®licas, taimadas, hambrientas, enamoradas, sabias, l¨²bricas, terror¨ªficas, encantadoras, acu¨¢ticas y a¨¦reas. Pocos seres legendarios ofrecen una variabilidad tan grande y han sido retratadas de manera tan distinta a lo largo de la historia. Desde las mujeres p¨¢jaro de la cer¨¢mica cl¨¢sica griega o las esculturas funerarias hasta las versiones contempor¨¢neas ¡ªel falso documental Mermaids: the body found, las adolescentes a las que les sale cola de pez cuando se mojan, de la serie australiana H2O¡ª, pasando por las hermosas doncellas prerrafaelitas de tersos pechos, las atracciones de barraca de feria y los polvorientos h¨ªbridos de los viejos gabinetes de curiosidades, las sirenas no han dejado de cautivar la imaginaci¨®n de la humanidad. Entre sus avatares se cuentan la inocente sirenita de Andersen, la rubicunda y rotunda de Daryl Hannah y las delicadas pero peligrosas criaturas de Piratas del Caribe 4: en mareas misteriosas.
Fascinado por esos seres m¨ªticos, el especialista en la antig¨¹edad cl¨¢sica Carlos Garc¨ªa Gual (Palma de Mallorca, 1943) ha publicado un libro culto y apasionante Sirenas, seducciones y metamorfosis (Turner) que nos lleva en un viaje irresistible en pos de ellas por los anchos mares de la leyenda. Obra llena de historias maravillosas, no deja de tener alg¨²n aspecto pr¨¢ctico, como el viejo consejo de arrojar frascos al agua para que las sirenas se entretengan jugando con ellos, y nos dejen pasar. O la advertencia: ¡°Los amores con una sirena suelen acabar mal, fatalmente¡±.
Ya el emperador Tiberio mand¨® investigar qu¨¦ cantaban
El autor parte de la sirena griega, la de la Odisea, que no se parece en nada a la que se identifica hoy popularmente. ¡°No solo se diferencian porque una tiene alas y la otra cola de pez sino porque la sirena moderna ha heredado una relaci¨®n con el amor de la que carece la antigua¡±, explica Garc¨ªa Gual. Las sirenas de Ulises, primas de las arp¨ªas, las esfinges y las gorgonas, no eran precisamente criaturas de las que uno pudiera enamorarse, sino monstruos mort¨ªferos. De hecho, apunta el estudioso, ni siquiera est¨¢ claro que el sagaz rey de ?taca llegara a verlas. ¡°Lo que atra¨ªa de ellas era su canto ¡ªmelifluo, dice Homero¡ª, una trampa musical¡±.
La gran pregunta es qu¨¦ cantaban y ofrec¨ªan las sirenas para resultar tan irresistibles. ¡°No lo sabemos. Ya el emperador Tiberio mand¨® a sus eruditos que lo averiguaran. Sospecho que a cada uno lo que le atrajera m¨¢s, que ten¨ªan un canto personalizado para cada v¨ªctima¡±. Vaya, ?precursoras de Spotify! ¡°Imagino que cantaban a la carta. A Ulises probablemente trataran de seducirle con su punto flaco, la curiosidad, la sed de conocimientos, la vanidad, y las noticias de casa¡±. No era una promesa de placer como las sirenas posteriores. ¡°Bueno, hay que recordar que para los griegos la sabidur¨ªa era un placer, un deleite, aunque es cierto que el canto de la sirena, por as¨ª decirlo, su poder de atracci¨®n, se ha vuelto luego m¨¢s er¨®tico y definitivamente sexual, te?ido a menudo de amor sentimental, rom¨¢ntico¡±.
Para Garc¨ªa Gual resulta fascinante ver c¨®mo evoluciona y se ramifica el mito, pasando por Homero, Ovidio, Lactancio Pl¨¢cido, Boccaccio, los bestiarios o Andersen, e incluso Kafka. ¡°Trato de mostrar el proceso en el libro. En un momento determinado, la sirena ave original (en la Odisea son solo dos, luego tres), tras ser desplumada por las musas, se entremezcla con las n¨¢yades y las nereidas, las ninfas marinas ¡ªuna de las cuales era Tetis, la madre de Aquiles¡ª, y adquiere sus caracter¨ªsticas acu¨¢ticas y su belleza¡±.
Derek Walcott hace que dos de ellas propongan a Ulises un tr¨ªo er¨®tico
Posteriormente, el mito enlaza con las leyendas medievales y folcl¨®ricas de las doncellas marinas y fluviales que toman maridos humanos y establecen tab¨²es sobre su identidad, como Melusina y Loreley. La sirena, sin perder ecos antiguos, se funde con la poes¨ªa rom¨¢ntica y la tradici¨®n de la ondina y la mermaid anglosajona y sus hermosas y perturbadoras representaciones, en las que el poder de atracci¨®n contin¨²a en parte en el canto pero reside especialmente en la belleza fe¨¦rica de la criatura y muy concretamente en el largo cabello y los voluptuosos pechos desnudos, explica el estudioso. Parece evidente, observo, que el erotismo de la sirena no puede residir m¨¢s abajo. ¡°Hay sirenas que despliegan dos colas, como piernas, lo que les permite tener sexo. Pero en la sirena habitual, pez de la cintura a la cola, lo que atrae no es tanto el sexo como la promesa de placer que se expresa en su largo cabello, sus bonitos pechos, su mirada¡±.
Sin embargo, en su obra de teatro sobre la Odisea, cita Garc¨ªa Gual, el poeta Derek Walcott hace dialogar sobre sexo a Ulises con dos sirenas que, apoyadas en la borda de su barco, las muy frescas (!), le proponen un tr¨ªo. ¡°?Con pescados?¡±, cuestiona el h¨¦roe, ¡°?no os parece que hay un problema mec¨¢nico?¡±. A lo que las animosas sirenas responden entre risas: ¡°Siempre hay maneras¡±.
La sirena rom¨¢ntica es tambi¨¦n un ser muy ambiguo, que oscila entre la fragilidad enamoradiza y un salvaje apetito sexual de depredadora ninf¨®mana. Una evoluci¨®n m¨¢s moderna es la sirena de las pel¨ªculas de Hollywood, claro, m¨¢s domesticada, incluida la sirenita de Walt Disney, que, apunta Garc¨ªa Gual, contrasta con la ic¨®nica desnudez pectoral y significativamente ¡°lleva sujetador¡±.
?C¨®mo se explica el ¨¦xito de las sirenas? ¡°Es la llamada del placer ligada a la seducci¨®n femenina, el espejismo encantador, la atracci¨®n fatal, la mujer regresiva que arrastra al desenfreno al hombre ¡ªa su vez ansioso de ser seducido¡ª, cosas muy universales. La sirena se va dotando de caracter¨ªsticas que robustecen el mito. Obviamente la vinculaci¨®n al agua, el que sea medio pez, da mucha mayor fuerza, nos remite al mundo del subconsciente. El l¨ªquido est¨¢ muy unido a la idea del placer¡±.
El estudioso recalca que hay muchas cosas de las sirenas que rechinan o no est¨¢n claras. ¡°No sabemos si en el mundo griego te devoraban o es que con su canto consegu¨ªan que te olvidar¨¢s de todo hasta morir y los huesos que blanqueaban su isla no eran de viajeros comidos sino consumidos por el tiempo en su estupefacta inacci¨®n¡±.
Antes que a Ulises atrajeron a los argonautas. Si el primero logr¨® salvarse gracias a los consejos de Circe ¡ªla cera en los o¨ªdos de los remeros y ¨¦l atado al m¨¢stil¡ª, Jas¨®n y su equipo de superh¨¦roes se libraron merced a la contraofensiva musical de uno de ellos, Orfeo, int¨¦rprete m¨¢s formidable que dej¨® a las chicas gallin¨¢ceas a la altura de teloneras. Seg¨²n algunas contradictorias tradiciones, despechadas, las sirenas se mataron. En diferentes ciudades de la antig¨¹edad, como la actual N¨¢poles, se acreditaba la existencia de una tumba de sirena.
?Tienen futuro las sirenas? ¡°En la civilizaci¨®n moderna los encantos femeninos ya no son lo que eran. Si la moral es represiva el encanto de la sexualidad es mayor y se desborda en la imaginaci¨®n. Sin embargo siempre hay espacio para un s¨ªmbolo de la llamada del placer que te tienta a desviarte del deber. Es un tema de enorme atractivo¡±.
Garc¨ªa Gual, pese a toda su sabidur¨ªa y conocimiento de las sirenas, parece muy vulnerable (?y qui¨¦n no!) al encanto de las tan rom¨¢nticas pintadas por Draper o los prerrafaelitas como Burne-Jones y Waterhouse que remiten a amores, ay, imposibles y nost¨¢lgicos. ¡°Son algunas de mis representaciones favoritas¡±, suspira, y parece o¨ªrse de fondo, como el murmullo de la espuma, un canto indescifrable, sobre el que se imponen finalmente los versos de Jos¨¦ Emilio Pacheco (Echando de menos a las sirenas), que el clasicista cita en su libro: ¡°Lo ¨²nico malo es que no existen / Lo realmente funesto es que sean imposibles¡±.
Babelia
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