Alcohol y decibelios
Ray Davies propone en el Jazzaldia el mejor concierto de cuantos ha ofrecido en suelo espa?ol
No llueve en San Sebasti¨¢n. Primera noticia. Sol, calor (moderado), y ganas de marcha: los ingredientes necesarios para una primera jornada del festival Jazzlandia que se anunciaba multitudinaria y festiva, y vaya si lo fue. Las dos cosas. La playa de Zurriola, hasta los topes, en la medida en que una playa de casi un kil¨®metro de longitud puede estarlo; y, delante de todo, el primer punki de la historia. Ray Davies, de rojo, por la pelambrera, y negro, por todo lo dem¨¢s, y gris perlado, por la americana. ¡°Un eventual regreso de los Kinks ser¨ªa como El retorno de Frankenstein", declaraba horas antes del concierto, queriendo decir que no, pero qui¨¦n sabe, a la resurrecci¨®n del ¨²nico grupo que plante¨® una alternativa al bipartidismo Beatles-Rollings.
Para abrir boca, un arrebatador ¡°I need you¡± a un volumen apenas ensordecedor. Davies reivindica la memoria del grupo que invent¨® el heavy metal sin dejar de ser pop. Y, como muestra, la deliciosa Tired of waiting. Los Kinks: cuatro adolescentes con tendencia a complicarse la vida. ¡°A mi hermano le gustaba colgarse de las l¨¢mparas y romper cosas, y a m¨ª un m¨¢nager me amenaz¨® con lanzarme por el balc¨®n si no dejaba el alcohol¡±, recordaba Davies con un asomo de nostalgia. El pop en su m¨¢s pura esencia.
La descarnada 20th century man da paso a Till the end of the day. Las altas temperaturas no s¨®lo ambientales imponen un cambio de atuendo: del negro al blanco, y chupito de cerveza de la conocida marca que patrocina el festival. Por lo que beben les distinguir¨¢s. El m¨²sico de jazz, hoy, bebe alcohol en la intimidad; sobre el escenario, agua mineral, y solo eso. Con esto que, uno no se imagina a Ray Davies en la intimidad del hogar escuchando A love supreme una tarde de fina lluvia, pero denle un bar bien provisto. Davies, lo demostr¨® durante su actuaci¨®n, es una autoridad en materia cervecera. A las pruebas me remito.
Total, que se hizo la noche, se iluminaron all¨¢ al fondo los cubos del Kursaal, y el escenario gimi¨® de dolor con All day and all of the night. En alg¨²n momento, los integrantes de los Kinks se lo pensaron: si se puede subir el volumen del ampli a tope, ?por qu¨¦ no hacerlo?. Es el momento de la verdad. La voz de Davies se sube sobre la marcha a la melod¨ªa, viene y va, busca acomodo sin conseguirlo... definitivamente, no es la mejor versi¨®n del tema que nunca hayamos escuchado. La edad, y la cerveza, es lo que tienen.
You really got me. El septuageniario rey de la cosa coge la arm¨®nica, pero el sonido no le acompa?a, y se olvida de ella. No es tu d¨ªa, Ray. Para el final, Waterloo sunset en doble versi¨®n, ac¨²stica y roquera. Davies lo confirma: ha sido el mejor concierto de cuantos ha ofrecido en suelo espa?ol. Y el m¨¢s emocionante Despu¨¦s de algo as¨ª, ?qui¨¦n necesita a los Snarky Puppy?. Pero estas son las cosas de los macrofestivales, que le obligan a uno a viajar de un escenario a otro sorteando mil peligros para escuchar, en la medida en que la multitud se lo permiti¨®, al noneto neoyorquino del que todo el mundo habla, con 8 discos en su haber y un constante viajar entre festivales y continentes. Se entiende en la medida en que su m¨²sica es un pastiche result¨®n, con su poco de muchas cosas, y su mucho de fusi¨®n al estilo setentero (Weather report). Uno no est¨¢ seguro de que justo ese sea el estilo a reivindicar en tiempos como los actuales, o en ning¨²n tiempo, pero bueno. Ya saben: lo importante es copiar sin que se note.
De este modo desemboc¨® la noche en su final, con el aquelarre funky de George Clinton y su conjunto en el que se funden los anteriores Parliament y Funkadelic. Imag¨ªnense una multitud de aprox. 15 personas cada cual a su bola, el mat¨®n de barrio puro glamur con el que parece reci¨¦n rescatado de un albergue de menesterosos, y cada cual cantando una melod¨ªa distinta a voz en grito, y 2 gogos vestidas de almac¨¦n de saldo moviendo el trasero de aquel modo, y la inescrutable masa sonora resultante sometida a una base r¨ªtmica sutil como un bloque compacto de granito de 15 X 15 metros, y todo ello sucediendo al mismo tiempo y a un volumen de sonido tal que resultaba perfectamente perceptible desde un lado de la ciudad al opuesto. Eso fue el espect¨¢culo brindado por el tit¨¢n del P.Funk de 73 a?os (3 m¨¢s que Davies), junto a sus ¡°hermanos extraterrestres¡± del planeta del ritmo, incluyendo 2 de sus nietas. Demasiado para el body de quien, sin llegar a tanto, ya tiene sus a?itos. As¨ª que, son su permiso, me retiro a mis aposentos. Ser¨¢ hasta ma?ana.
Babelia
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