Cuando las c¨¢rceles flotaban
Lourdes M¨¢rquez desentra?a la etapa en que la bah¨ªa de C¨¢diz, tras Trafalgar, se llen¨® de barcos para encerrar a los franceses vencidos
Las guerras no terminan en una bandera blanca. Sus efectos permanecen m¨¢s all¨¢ de la celebraci¨®n de una victoria o la asunci¨®n de una derrota. La historiadora gaditana Lourdes M¨¢rquez, experta en la batalla de Trafalgar, la contienda que enfrent¨® en 1805 a los entonces aliados hispanofranceses frente a la Armada inglesa, se propuso saber qu¨¦ hab¨ªa pasado con esos hombres que vivieron los a?os convulsos que terminaron en la Guerra de la Independencia, de cuyo final se cumplen ahora 200 a?os. Y supo que en las aguas de la bah¨ªa de C¨¢diz hasta nueve barcos sirvieron de prisiones, como relataba en una reciente conferencia en la casa de postas de Villanueva de la Reina, en Ja¨¦n. Nav¨ªos en los que la gente escapaba, asist¨ªa a teatro y conciertos y, en su mayor¨ªa, mor¨ªa. Un mapa, descubierto en la Biblioteca Nacional de Francia por ella, fija la ubicaci¨®n de esas c¨¢rceles flotantes. Los pontones.
De los 24.776 prisioneros militares y civiles, sobrevivieron 7.082
Cuando se cumpl¨ªa el bicentenario de Trafalgar, Lourdes M¨¢rquez recibi¨® el encargo de profundizar en el destino de los barcos naufragados. ¡°Me di cuenta de que se hab¨ªa abordado mucho la t¨¢ctica militar pero se hab¨ªa escrito poco de qu¨¦ ocurri¨® con las personas¡±. La apasionante historia de esos sobrevivientes la llev¨® a avanzar unos a?os m¨¢s e investigar qu¨¦ fue de los prisioneros franceses que cayeron en la Poza de Santa Isabel, Villanueva de la Reina o Bail¨¦n. Los que hab¨ªan sido aliados en Trafalgar pasaron a ser enemigos de los espa?oles y, a medida que iban siendo vencidos, eran llevados a esas c¨¢rceles flotantes.
¡°A las autoridades espa?olas se les plante¨® un verdadero problema para poder acoger a todos estos prisioneros de guerra que iban llegando¡±. Por eso se habilitaron viejos barcos desprovistos de todos los elementos de navegaci¨®n. En total, fueron nueve, que Lourdes M¨¢rquez enumera en su libro Recordando un olvido (C¨ªrculo Rojo), en el que, con ilustraciones del pintor Adolfo Varela, disecciona la vida a bordo: ¡°Las condiciones eran lamentables. Muchos las llamaban sepulcros flotantes. A los prisioneros de la armada de Rosily se les sumaron las tropas del general Dupont que cayeron derrotadas en Bail¨¦n¡±.
La investigadora se encontr¨® con una dificultad. No hab¨ªa bibliograf¨ªa anterior sobre el encarcelamiento de prisioneros franceses en estos pontones. Pero pudo localizar testimonios de soldados de ese pa¨ªs como Maffiotte, Henry Ducor o Claude Etienne Henry Bernard, el marqu¨¦s de Sassenay, quienes estuvieron presos all¨ª. Los barcos ten¨ªan 60 metros de eslora y 15 de manga. Lleg¨® a haber hasta 1.000 hombres en cada nav¨ªo. ¡°Apenas hab¨ªa comida y bebida. Algunos testimonios hablan de episodios de canibalismo. Aparecieron enfermedades como el escorbuto¡±. Mor¨ªan tantos que los cad¨¢veres se arrojaban al mar, lo que origin¨® un problema inesperado: ¡°Hubo que prohibir tirar los cuerpos al mar porque los pescadores sospechaban del enorme tama?o que ten¨ªan los peces que nadaban en esas aguas plagadas de cuerpos putrefactos¡±.
No hab¨ªa comida, hay testimonios sobre canibalismo¡± Lourdes M¨¢rquez, historiadora
Pero en esta dram¨¢tica estancia, hab¨ªa respiraderos. Hab¨ªa tiempo para jugar a las cartas o para asistir a bordo a espect¨¢culos como el de las sombras chinescas, precursoras del cine. En el pont¨®n Castilla, donde eran encerrados los presos de clase alta, hab¨ªa conciertos en la cubierta principal e incluso la burgues¨ªa gaditana se acercaba a ellos en barcas. ¡°Hab¨ªa repertorios de Mozart, Cherubini o fragmentos de ¨®pera bufa¡±. El clarinetista Perret consigui¨® la libertad a cambio de deleitar con su m¨²sica a un oficial ingl¨¦s. La vida en los pontones inspir¨® la ¨®pera Les pontons de Cadix, estrenada en Par¨ªs en 1836, cuyo libreto exhibe Lourdes M¨¢rquez en su libro.
Lleg¨® un momento en el que la cantidad de presos oblig¨® a tomar la decisi¨®n del traslado. En 1809, mil hombres fueron enviados a Inglaterra; 1.500, a Canarias; y 5.300, a Baleares. De ellos, 4.500 fueron abandonados en la isla de Cabrera. Lourdes M¨¢rquez destaca que de los 24.776 prisioneros militares y civiles de C¨¢diz, s¨®lo sobrevivieron 7.082. Muchos de los que vencieron a la muerte no pudieron ganar a la cordura, como ha certificado el historiador alem¨¢n Hans-Dieter Zemke, quien recopil¨® datos de los soldados franceses muertos en el hospital de Sanl¨²car entre 1810 y 1812. ¡°Acabaron en manicomios o dedic¨¢ndose a acciones humanitarias como sacerdotes¡±.
Lourdes M¨¢rquez ha relatado su trabajo en la conferencia de Villanueva de la Reina donde s¨ª se han acordado de los 206 a?os transcurridos desde que all¨ª se firmaron las capitulaciones para certificar la rendici¨®n del ej¨¦rcito de Napole¨®n o los 200 a?os desde el final efectivo de la Guerra de la Independencia. La historia sigue hablando como ese mapa que M¨¢rquez encontr¨® en la Biblioteca Nacional Francesa y que sit¨²a perfectamente cinco de los pontones de C¨¢diz. Las c¨¢rceles flotantes donde se escuchaba m¨²sica, se jugaba a las cartas, apenas se com¨ªa y que fue la tumba de tantos hombres.
Babelia
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